Rafael Domingo Silva Uzcátegui fue un escritor nacido en una pequeña ciudad llamada Curarigua en el Estado Lara en Venezuela quien escribió numerosas obras.
Entre ellas se destaca su obra «Enciclopedia Larense» publicada su primera edición en el año 1941. De esa obra vamos a copiar textualmente lo que el escribió sobre El Tamunangue», baile dedicado a San Antonio de Padua, el cual se baila, entre otros, en su ciudad de nacimiento.
El resalta en su obra las características particulares de ese baile, así:
«El Tamunangue está considerado como una de las expresiones folklóricas más interesantes de América. Pero quiero aclarar dos cosas: en primer término no es exclusivamente de El Tocuyo, sino de toda la región comprendida entre esa ciudad y Curarigua, porque en esta población, en sus haciendas lo cantan y lo danzan exactamente como en El Tocuyo; en segundo término, el Tamunangue, no es como algunos se imaginan una diversión, sino una especie de rito que practica el pueblo de aquellos lugares, en homenaje a San Antonio. De tal manera que el pueblo de la citada región de Lara acostumbran interpretar el Tamunangue en pago de alguna promesa a San Antonio y, principalmente, en el día del santo, el 13 de junio. En este caso, lo hacen delante de un altar y los músicos acostumbran quitarse el sombrero cuando van a cantar. Además, siempre inician el canto con una Salve, cuya letra es la misma de la oración, así llamada, que ellos cantan como un tono. Sigue la parte llamada la Batalla, que es una esgrima del garrote al compás de una música descriptiva. Esto recuerda una costumbre que de antiguo existe en algunas regiones de España y en otros pueblos de Europa, donde ejecutan danzas con palos o con espadas.
De resto, el Tamunangue es una serie de danzas religiosas. También esto de las danzas religiosas efectuadas en honor de un determinado Santo es costumbre desde tiempos remotos, en varias regiones de España. Aquí mismo, en Venezuela, tenemos en el Estado Trujillo el Baile de San Benito.
Yo conozco el Tamunangue desde los días de mi infancia. Lo vi interpretar infinidad de veces, en su prístina pureza, por gentes de las haciendas sobre todo en La Sabanita, que perteneció a mi padre y en Campo Alegre. Años después compró mi padre una hacienda en Cabudare y Barquisimeto; muchos de los peones eran de Curarigua y allí cantaban y danzaban el Tamunangue, en pago de una promesa o el día de San Antonio. Pero después de haber escrito mi Enciclopedia, tuve oportunidad de estudiar muchas danzas folklóricas de España y otras de Santo Domingo y he llegado a la conclusión de que nuestro Tamunangue es una reminiscencia, una derivación de danzas folklóricas de algunas regiones de España, inclusive Canarias. Acerca de esto publiqué un estudio titulado Raíces Hispánicas del Tamunangue, en la revista •Elite•, de Caracas, del 27 de noviembre de 1954. Posteriormente, la señora Isabel Aretz, publicó un folleto sobre el Tamunangue y dice que, evidentemente, como se baila hoy es una reconstrucción de danzas antiguas.
Un folklorista español, refiriéndose al Serinoque canario, dice que la danzante con la vista baja en el suelo y con recogimiento Que parece que está orando, baila con tardío movimiento•.
Y así lo hacen siempre las mujeres del campo en Curarigua y El Tocuyo, cuando danzan el Tamunangue. Yo he tomado varias fotos y siempre aparece la mujer con la vista baja en el suelo y con recogimiento que parece que está orando•. En una foto que publica la señora Aretz, de una joven danzando La Bella, del Tamunangue, también está con la cabeza baja mirando el suelo.
El insigne musicólogo español, Adolfo Salazar, en su obra La Dama y el Ballet, dice que “el hombre que danza o que contempla la danza, lo hace sumergido en el estado anímico, que entiende como sensación estética•.
Y eso sucede, no solamente en la danza, ·sino también en otros aspectos del arte. Cullerre escribe en las Fronteras de la Locura, que el artista Talma un día en que iba a hacer el papel de Hamlet de Shakespeare, dijo: Esta noche cuando yo levante el puñal sobre mi madre, me voy a causar miedo a mí mismo. ·Y en mi obra Barquisimeto, al tratar de la historia del arte escénico, en dicha ciudad, hablo de un interesante episodio que sucedió una noche en el Teatro: actuaba allí una compañía de Drama y Zarzuela, cuyo director era el gran actor catalán don José Campañá Como un atractivo ·para las funciones que iba a dar en la capital larense, contrató a don Teófilo Leal, quien actuó en el drama El Gran Galeoto y después en una pieza cuya magistral interpretación hizo famoso a don Teófilo, La Carcajada.
Una noche iban a presentar el drama Tierra Baja y Campaña pidió a don Teófilo que le dejara hacer en esa· función el papel de Menelik, a lo cual accedió el genial actor. Es de suponer que Campañá, por un sentimiento muy natural en un artista eminente como él, quiso lucirse y demostrar que él también podía caracterizar a Menelik. Y, de hecho, se sumergió de tal manera en el estado anímico de la caracterización, vivió tan intensamente el papel que desempeñaba, que se enfermó de la emoción y no pudo continuar. Por fortuna, don Teófilo no estaba lejos, se puso la indumentaria de Menelik y continuó la función.
Con respecto al Tamunangue, sucede un hecho curioso: cuando lo danzan las mujeres del campo, ellas lo interpretan como un rito, lo danzan en actitud de quien está orando, con la vista baja en el suelo y entonces el Tamunangue adquiere su sello característico de grandeza, de serenidad. En cambio, en la Gran Feria Exposición de 1940, en Barquisimeto, varias señoritas y caballeros de la sociedad de Barquisimeto y de El Tocuyo a pesar de que previamente hablan aprendido a bailarlo coreográficamente, y ejecutaban los movimientos del baile de un modo irreprochable, coreográficamente nada podía objetarse. Sin embargo, preciso es convenir en que aquél no era el auténtico Tamunangue del pueblo. Ya no tenía la serena elegancia aristocrática que le imprimen las gentes del campo, a pesar de que en esa ocasión lo bailaban personas de alta aristocracia. Las lindas bailadoras sonreían, a veces miraban a una amiga. En una palabra, tanto damas como caballeros estaban bailando. Era imposible -y sería mucho exigirles- que en aquel momento tuviesen en la mente la idea de que estaban realizando un rito, idea que si lleva el pueblo inculcada por tradición en su mente. Por eso la gente de los campos es la que cuando danza el Tamunangue se sumerge en el estado anímico de que habla Salazar.
En recientes representaciones de El Tamunangue en las fiestas folklóricas en Barquisimeto, se ve en una foto que tomaron en esa ocasión, a una señorita de El Tocuyo, que danzaba el Tamunangue, con la cabeza alzada y mirando al danzante. Una cosa es bailar y otra la interpretación de una danza. Los folkloristas saben que en el folklore de muchos países existen danzas guerreras, religiosas, amorosas, etc., y que todas tienen sentimiento y expresión•. Pero para sentirlas, para darles la expresión que les corresponde, hay que sumergirse en el estado anímico de que habla Salazar. Sin eso, la danza se deforma, pierde su expresión característica.
Por eso, una cosa es bailar y otra saber interpretar una danza religiosa. El Tamunangue no es un baile que se hace por diversión, sino una serie de danzas religiosas como hay tantas en el mundo del folklore.
El musicólogo chileno, señor Eduardo Lira Espejo, que tuvo oportunidad de conocer entre nosotros el Tamunangue, dice en su mencionado artículo publicado en El Universal:
El Tamunangue es uno de los bailes más originales que he visto en América. La elegancia aristocrática de su coreografía, la pureza de concepción de sus movimientos, revelan por una parte que es un baile de esencial regocijo popular, en el cual está exento todo sensualismo y elementos que pudieran quitarles este espíritu ingenuo, con que todavía se baila en los campos de Lara.
Una observación cabe hacer aquí, sin embargo: el Tamunangue no lo tiene nuestro pueblo como objeto de regocijo popular para él es una ceremonia religiosa. Y de ahí que, como observó el mismo señor Lira, esté exento de todo sensualismo». De ahí también la elegancia aristocrática de su coreografía, la pureza de concepción de sus movimientos•. Quien haya visto actuar en un Tamunangue a los bailadores del pueblo que lo sepan bailar bien, habrá notado la seriedad y circunspección con que lo hacen, la serenidad que llevan en los movimientos, porque le dan al acto la solemnidad de un rito religioso y de ahí precisamente la elegancia aristocrática que caracteriza este baile y su ausencia absoluta de sensualidad.
De ahí la diferencia. Es ésta tan notable, que el investigador chileno durante su estada en nuestro Estado, estudiando nuestra música, suscribió la idea que ya otros habían emitido, de que se trajese a Caracas un grupo de tocadores y bailadores de Tamunangue, para darlo a conocer en la capital, pero recalcando el hecho de que solamente los bailadores del pueblo le imprimen el carácter típico que posee, y añadía: •Nuestra permanencia de un mes dedicado a estudiar particularmente esta danza, nos autoriza a desear que si se hace venir un grupo de estos cultivadores del Tamunangue, sean hombres y mujeres del pueblo•.
Posteriormente exhibieron en Caracas a unos cantantes y bailadores que presentaron el Tamunangue como espectáculo teatral, pues sólo bailaron algunas partes y no en el orden tradicional, además de que exageraban adrede algunos movimientos y contra lo acostumbrado en esta danza, sonreían constantemente las jóvenes bailadoras, según ellas mismas dijeron al que esto escribe, porque las habían mandado hacerlo así-.
Como observó después el mismo señor Lira y Espejo, ese baile debió haber sido presentado en Caracas, con interés folklórico y artístico, fielmente, íntegramente, tal como lo hacen en Lara, en las promesas a San Antonio. Porque lo que le da el sello típico de solemnidad y aristocrática elegancia, es la circunspección, la seriedad, el fervor religioso, esencialmente místico, con que lo baila el pueblo, como quien celebra un rito.
De acuerdo con el ritual del Tamunangue, en casi todas sus partes sólo actúa una pareja, que son el Capitán y la Capitana: ambos llevan en una mano, sendas varitas adornadas, como símbolo de mando y para entrar otra persona a bailar, debe primero el que va a ser sustituido, ceder la vara.
Intrumentos
Los que se emplean son guitarras criollas de cuatro o cinco cuerdas, que se tocan rasgueándolas; uno o dos pares de maracas y un tambor especial, de poco diámetro, pero muy largo; regularmente tiene veinticinco centímetros de diámetro por un metro, de largo. Lo tocan con la palma de las manos y produce un sonido grave que se oye desde muy lejos. Además, por un lado, van golpeándolo rítmicamente con un pequeño bastón.
Una obra de L. Cortijo, publicada en Barcelona de España con el título de La Música Popular y los Músicos Célebres de la América Latina, trae un prólogo del Dr. Lisandro Alvarado, fechado en Caracas el 25 de enero de 1910, en el cual dice nuestro ilustre paisano: No incluimos en esta ligera reseña el chimbique, baile dedicado en Coro a San Benito y en Barquisimeto a San Antonio, dicho instrumento esencial es un tosco tambor y dos palos de percusión. Sus movimientos son lascivos, la canturía sencilla que lo acompaña y el carácter religioso que se le da, Indican en efecto un origen africano. Fue traído por los negros esclavizados en el Congo y Loango, y casi ha desaparecido ya•.
¿A qué baile se referiría ahí el Dr. Alvarado? Parece que quiso referirse al Tamunangue, porque entre nosotros no se usa ni se ha usado nunca otro baile dedicado a aquel santo y porque es una creencia general entre los que no conocen bien dicho baile, que es de origen africano. No se tampoco de ningún baile nuestro en que el tambor sea el instrumento esencial.
Partes de que se compone el Tamunangue.
Principia siempre el acto con una Salve cantada por los músicos, en honor de San Antonio.
La letra es la misma de la oración que todos aprendimos en el Catecismo, con el nombre de la Salve. La música se asemeja a la de los Tonos, de que he hablado anteriormente. Es rica en melodías que recuerdan el canto llano de la Iglesia. Es imposible que esta música no haya tenido su origen en cantos religiosos enseñados por los catequistas españoles, pues en su estructura melódica, en el modo de cantarlo a dúo, etc., tiene grande analogía con aquéllos y sería absurdo suponer en gentes rústicas aptitudes para componer música de esa naturaleza, que en cierto modo se adaptada las reglas del Arte.
Viene luego la parte que llaman La Batalla. Mientras los músicos cantan coplas al son de sus instrumentos, dos individuos simulan un asalto al bastón. Es una especie de esgrima de salón, con bastón, ejecutada al compás de la música. Esta lleva el mismo ritmo de los golpes que se van tirando los jugadores. Y aquí hay que hacer una observación importante: Aunque la música de La Batalla posee en general el carácter de nuestra música popular, no puede, sin embargo, ser clasificada en ninguno de los grupos ordinarios, porque no es un valse, ni un joropo, ni una marcha, ni corrido, etc.: es sencillamente música imitativa, de estructura análoga a la de este género de música. Presenciando yo una Batalla en unión del poeta Juan Liscano y del musicólogo chileno mencionado, en Barquisimeto, me decía éste que dicha Batalla le recordaba una música análoga de Andalucía.
La parte que sigue se llama La Bella. Es propiamente cuando comienza el baile. La música es, evidentemente, una mezcla de aires españoles e indígenas. Aisladamente considerada esta parte, es lo que llama el pueblo un golpe corrido. De manera que La. Bella, en realidad, es un golpe de los nuestros, que distinguimos con el nombre de golpe corrido, por el ritmo que lleva.
La letra que cantan en esta parte del Tamunangue es la de cualquiera copla de las de los demás golpes con la diferencia de que entre verso y verso intercalan un estribillo que es el que ha dado nombre a esta parte.
He aquí apuntaciones que he tomado oyendo cantar gentes de Curarigua:
Un grupo que ellos llaman coro principia:
En el nombre de Dios comienzo A pintar un ángel bello, ¡ay! bella, bella, ¡la bella angoá!, ¡ay! bella, bella, ¡la bella angoá! Desde la punta del pie Hasta el último cabello, ¡ay! bella, bella, ¡la bella angoá!, ¡ay! bella, bella, ¡la bella angoá! Por eso vine por ver nomás Paloma blanca, veni p'acá. ¡ay! bella, bella, ¡la bella angoá/
Luego, el otro coro alterna cantando nueva copla, intercalando siempre el estribillo ay, bella, etc.
Sigue después la parte llamada El Chichivamo. Letra y música distintas de las de La Bella, pero tomada aisladamente esta música, es otro golpe corrido con todas las características de nuestra música popular.
Un cantante dice: ¡Ay! chichivamo! Y el coro contesta: ¡Ohé! ¡Bangué! Luego la copla: De media orilla Como la anguilla; De medio lao Como el pescao.
Repitiendo, de vez en cuando, periódicamente, el estribillo de ¡ay! chivivamo, etc., los cantantes van ordenando diversas acciones al bailador:
¡Echále el brazo!, traéla p'acá, etc., al ritmo de la música.
La parte que sigue se llama La Juruminga.
La música es de un género completamente distinto al de las partes anteriores. Recuerda la música de los negros africanos, pero ya con cierto carácter de la música típica de Lara, quizá principalmente porque el rasgueo de los cuatros y la manera de cantar nuestros campesinos, le imprimen a toda la música que ejecutan o cantan, un sello característico, cualquiera que sea el género de la música. Esto sucede en todas partes y con todos los artistas. Un fox-trot, por ejemplo, tocado por músicos nuestros, ya no es el mismo que si lo ejecutaran los yanquis. Y, a la inversa, un joropo tocado por una agrupación norteamericana, pierde el ritmo peculiar y adquiere el de la música de aquel país.
La letra de esta parte del Tamunangue es sumamente curiosa e interesante:
Un cantador dice: ¡Juruminga numa! Y el coro contesta: ¡Tumbirá! Repiten: ¡Juruminga numa! Coro: ¡Tumbirá!
Luego el cantador, que llaman el primo, varia las frases a su antojo, bien haciendo observaciones en elogio de la pareja que baila, o bien ordenando diversas acciones al galán, etc., las cuales ejecuta éste, al compás de la música:
Por ejemplo:
¡Juruminga numá! ¡Tumbirá! ¡Ese tamborero!... ¡Tumbirá! ¡Ah negro pa bueno! ¡Tumbirá! Pasále los brazos. ¡Tumbirá! ¡Dale otro gritico! ¡Tumbirá!
Sigue después otra parte que se llama La Perrendenga.
La música es distinta de la de La Juruminga, pero del mismo género de ésta: una extraña mezcla de aires criollos y exóticos. Posee un ritmo muy distinto al de los joropos, valses, etc.
Como en las partes anteriores, el primo canta una frase y el coro contesta con un estribillo que, en este caso, es:
¡ay! tomé, ¡ay! ¡tó! La primera frase que canta el primo es: ¡ay! ¡tomé la perrendenga! Contéstanle: ¡ay! tomé, ¡ay! ¡tó! Dice después aquél: ¡ay/ ¡tomé! ¡la chichivamo! Coro: ¡ay! tomé, ¡ay! ¡tó!
Después el primo va cantando coplas populares, pero cada verso es contestado por el coro, con el mencionado estribillo. Así:
¡Yo me enamoré del aire¡ Coro: ¡ay! tomé, ¡ay! ¡tó! Del aire de una mujer Coro: ¡ay! tomé, ¡ay! ¡tó! Como la mujer es aire Coro: ¡ay! tomé, ¡ay! ¡tó! En el aire que quedé. Coro: ¡ay! tomé, ¡ay! ¡tó!
La parte que sigue, es una de las más curiosas e interesantes. Se titula El poco a poco. A la vez se subdivide en dos partes muy diferentes: la primera es de origen exótico, por lo que respecta a la música. Y tiene la originalidad de que el coro es quien comienza a cantar y el primo es el que contesta, de la manera siguiente:
Coro: ¡Así!. Primo: ¡Poco a poco! Coro: ¡Así!. Primo: ¡Media vuelta!
Este va variando la frase, y cuando llega la parte de los calambres, dice:
¡Los calambres!
Entonces el bailador se detiene y simula un ataque nervioso, ponerse a temblar y desfallece, entonces la pareja lo sostiene en los brazos y lo soba.
De pronto los cantantes pasan a la segunda parte del poco a poco, que es un corrido de estilo criollo llamado La Guabina. Al oír esta música, el bailador que estaba desfallecido en los brazos de la pareja, reacciona y emprende el rápido baile del corrido:
Corréle a la guabina Mirá que se te vá. Se fué p'al caramero ¡Porque en el charco no hay ná!
Después de esta copla se vuelve al primer movimiento del poco a poco y a los calambres.
Termina el Tamunangue con un seis figuriao que bailan varias parejas haciendo figuras preciosas, elegantísimas. La música de esta última parte y la aristocrática elegancia de la manera como se baila, están diciendo claramente que tuvo su origen en España y por las razones expuestas anteriormente, aquí adquirió algo del carácter de nuestra música regional, sin perder tampoco los encantos de la española: el ritmo y la alegría.
Una de las cosas más interesantes para el estudio científico del Tamunangue es que las palabras características que se usan en los cantos de las diversas partes, no tienen significado conocido ni aun en la jerga popular, pues fuera del Tamunangue el pueblo mismo no las emplea jamás.
Tales son: angoá, chichivamo, juruminga, numá, tumbirá, tomé, tó, bangué, oé, perrendenga, etc. El nombre de Tamunangue tampoco tiene significación conocida entre nosotros.
Hay cerca de Curarigua un lugar cuyo nombre puesto por los indios se parece: Los Arangues. Tamunangue… Arangues ••• ¿Qué significarán? ¿Será simple coincidencia?