Por Luis Eduardo Cortés Riera. cronistadecarora@gmail.com

En el presente ensayo vamos a aplicar el método iconológico, creación del historiador del arte y filósofo alemán Edwin Panofsky (Estudios sobre iconología) al óleo del año 1922 realizado por el conocido y aclamado pintor venezolano Tito Salas que representa al Héroe de la Independencia de Suramérica General Pedro León Torres (1787-1822), obra pictórica que realiza por encargo de unas notables damas del patriciado de la ciudad de Carora, Venezuela. Panofsky crea en la década de 1930 un esquema de división filosófico y propone para ello tres categorías o niveles de significado en la imagen visual. Veamos:

Los tres niveles panofskianos.

lº) Al primer nivel le da Panofsky el nombre de preiconográfico; allí se produce el reconocimiento de la obra en su sentido más elemental y expresivo. Es una interpretación primaria de lo que se ve. En la pintura de nuestro interés observamos un personaje central que ocupa casi toda la tela del óleo, un hombre que a todas luces es un militar de rango elevado, reconocible por sus charreteras, en una posición desafiante y un tanto histriónica, con un arma de fuego muy larga blandiéndola en su mano izquierda, acaba de apearse de su caballo, pues luce largas y negras polainas con espuelas calzadas, su rostro bronceado de hombre joven revela un ceño fruncido, la boca adornada con negro bigote luce apuñada, ojos que miran hacia su derecha como hacia el horizonte, presenta largas y negras patillas;  tras de él se ve un grupo de siete personas de sexo masculino, colocados en segundo plano en actitud de apacibilidad, cabizbajos, situados al borde de un terreno bastante y peligrosamente inclinado que casi no se percibe sino con esfuerzo en el cuadro de Tito Salas.

El fondo de la composición pictórica es una monumental montaña coronada con nieve, y, más abajo, un cúmulo de nubes. Las direcciones de las sombras entre las piernas del militar venezolano muestran un momento de atardecer; en el piso del cuadro se puede observar con cierta dificultad la sombra reflejada de una persona que parece tenuemente concernida en la escena, el momento que representa el cuadro del pintor caraqueño.

2º) El segundo nivel es el iconográfico. En él se aborda el significado convencional o secundario de la obra. Se trata de adivinar los contenidos temáticos. No es un estadio sensible, sino inteligible, ya que hay que recurrir a la tradición cultural, personificaciones, alegorías y símbolos, por lo que debemos acudir a las fuentes literarias. De allí que en la pintura analizada identificamos un tema propio de la nuestra abundante iconografía de la Guerra de Independencia continental:  se trata de un momento en una campaña militar que se escenifica en un vivac en la inmensa cordillera de los Andes suramericanos, en las fronteras entre Colombia y Ecuador. Un militar arroja al piso su sable, al que ha partido en dos y se ve abajo a la izquierda de la composición, al tiempo que en su mano izquierda sujeta un arma de fuego tan alargada como antigua.

3º) Llegamos de esta manera al tercer y último nivel panofskiano, el nivel iconológico o iconografía en sentido profundo, pues es una interpretación del significado intrínseco o contenido de una obra. Se busca el significado inconsciente, tal como lo entiende Seguismund Freud, que se esconde detrás de la intención de Tito Salas, creador de esta escena pictórica. El objetivo de la iconología no es otro que el de desentrañar los principios de fondo que revelan la actitud básica de una Nación, un período, una clase social, una creencia religiosa o filosófica condensada en una obra pictórica.

El militar del óleo es el joven caroreño y venezolano General Pedro León Torres (1788-1822), quien momentos antes de la escena pictórica ha recibido dura reprimenda del General Simón Bolívar por interpretar de manera equivocada unas órdenes militares durante la Campaña del Sur, lo que el Libertador interpreta como cobardía, según sostiene su biógrafo Luis Oropeza Vásquez (Vida y sacrificio del General Pedro León Torres, 1974) , pues es inminente el sangriento y fatal encuentro armado de la Batalla de Bomboná (7 de abril de 1822) que resultó ser una horrorosa carnicería. Bolívar, enojado, le arrebata el mando de la división, a lo que Torres responde airadamente y sin mostrar abajamiento alguno: “si no sirvo como General, serviré como soldado” y al proferir estas palabras lo hizo arrebatando el fusil a un soldado (que no aparece en la pintura de Tito Salas). Bolívar, conmovido por aquel desafiante gesto, le devuelve el mando al General Torres, lo que sin embargo será su sentencia de muerte, pues recibirá en Bomboná heridas mortales que le provocan la muerte tras larga agonía de cinco meses en la población colombiana de Yacuanquer (22 de agosto de 1822) en un hospital militar de los realistas. Muere el General Torres como prisionero de guerra a los 34 años de edad.

Hay en el cuadro de Salas tres aspectos que nos llaman la atención. El primero tiene que ver con que el General Torres tiene la boca cerrada, cuando las fuentes históricas revelan que fue en esa ocasión intenso cruce de palabras entre los dos iracundos jóvenes militares venezolanos. El segundo, es que nos llama la atención que los siete soldados del cuadro no parecen prestarle atención a la disputa que protagonizan dos de sus altos jefes, y están como adormilados haciendo la digestión de los ranchos, lo que fue motivo de la disputa entre los generales Bolívar y Torres. Y el tercero, que no es menos llamativo e intrigante: el Libertador no aparece en el óleo sino como una sombra reflejada en el piso de la pintura, lo que nos parece como cierto rebajamiento de la figura cimera del genio continental americano que es el Libertador Simón Bolívar que comete Tito Salas en su cuadro, pintado por encargo caroreño hace ya una centuria. Con todo, se trata de una joya pictórica que requiere ser declarada Patrimonio Cultural de Venezuela a la brevedad.

 

Luis Eduardo Cortés Riera
Venezolano, nacido en Cubiro, Estado Lara. Doctor en Historia por la Universidad Santa María de Caracas, 2003. Docente del Doctorado en Cultura Latinoamericana y Caribeña, Universidad Pedagógica Experimental Libertador, Barquisimeto. Cronista Oficial de Municipio Torres, Carora. Miembro de la Fundación Buría. Ganador de la Segunda Bienal Nacional de Literatura Antonio Crespo Meléndez, 2014, con el ensayo: Rafael Domingo Silva Uzcátegui, más allá de la Enciclopedia Larense, Psiquiatría y literatura modernista. Colaborador de las revistas literarias: Archipiélago, de México; Letralia; Carohana; Mayéutica, CISCUVE; Columnista del diario El Impulso de Barquisimeto. Autor: Del Colegio La Esperanza al Colegio Federal Carora, 1890-1937, La gallarda serpentina de El Negro Tino Carrasco; Ocho pecados capitales del historiador; Enciclopedia Temática del Estado Lara; Iglesia Católica, cofradías y mentalidad religiosa en Carora.