Por: TOMÁS GONZÁLEZ PATIÑO

Hijo creo que llegó la hora de romper ese viejo, absurdo y equivocado sentimiento de hombría que siempre ha sido un obstáculo para expresar el amor que nos tenemos. Primero que nada te digo que te quiero, te quiero mucho más de lo que crees.

Estoy y estaré eternamente agradecido por tantas cosas buenas que has hecho y haces por mí y por tu madre. Sé que son muchas más que las que yo hago por ti, que por pocas, no sé sí las has notado. Hay otras de las que nunca sabrás porque las llevaré guardadas para siempre en mi corazón.

Sé que no soy la clase de Padre que deseaste, en ello quizás tengas razón, pero aunque así sea, he hecho todo lo que he podido y nadie, absolutamente nadie, me superaría en el amor que siento por ti.

Tuve más suerte que tú, mi Padre cubrió totalmente mis expectativas, era maravilloso, de él me siento orgulloso y a pesar de lo lejos que se encuentra por los caminos del Cielo, lo sigo amando y lo amaré por siempre. Estoy seguro que mi calidad como Padre no llega ni a los mínimos de la que él derramó sobre mí.

Bueno, tengo poco tiempo para rectificar, sólo me queda la oportunidad para el arrepentimiento. Debemos tratar de pasar lo mejor posible, los últimos días que estaremos juntos.

Ten en cuenta que a uno con el avance de la edad, inexorable e involuntariamente se le van extinguiendo las facultades, por eso ves la torpeza en el caminar y en todos los otros movimientos. Sólo queda el corazón, no el que bombea la sangre, porque ése también falla, sino el otro, el que ama, el que sufre, el que siente.

Cuando eras niño me veías como un ser todopoderoso, pero ahora soy yo quien te ve como el ser en cuya fortaleza me apoyo. Estoy consciente de no participar en tus éxitos, más allá de lo que de ellos calladamente siento en mi corazón, pues son totalmente tuyos. En cambio, tus tropiezos sí son y serán abiertamente míos.

En el manejo de los modernos artefactos te desempeñas con soltura y precisión mientras que yo lo hago con clara ineptitud. Trato de utilizarlos aplicando los rudimentarios conocimientos que poseo, sin embargo con ellos soy incapaz de afrontar cualquier situación que se aleje de los pasos aprendidos. Para mí es difícil entenderlos pues para manipularlos se utiliza un idioma que para un viejo como yo, es desconocido.

Ya para mí no hay futuro, lo que se me presenta ahora es el pasado. Recuerdo muchos momentos agradables tenidos en mi vida y los bellos lugares que visité y que nunca más volveré a ver. Por éso ves que me detengo ante las fotografías. Me ves casi dialogando con personas estáticas, pegadas a un papel donde sus imágenes quedaron plasmadas para siempre. Ya muchos de mis familiares y amigos, hace tiempo se marcharon de este Mundo. Traspasaron el umbral de la puerta que algún día todos atravesaremos. Los de este Mundo consideramos que ése es el final, sin embargo, para los transeúntes de ese paso, será el principio de la gran aventura de la vida eterna en la casa de Dios.  Por lo pronto aquí uno se va sintiendo cada vez más solo, pues los que convivieron esas épocas pasadas donde tú no estabas, emprendieron ese viaje final, dejándome con la sola compañía de una profunda tristeza.

Como te dije, sólo me queda tiempo para el arrepentimiento. Recuerdo actos que realicé por considerarlos correctos, pero no vi que atropellaban a mis padres. Para mí eran en aquel momento, planteamientos lógicos, pero no tomaban en cuenta lo más importante, que era el pensamiento de ellos.

Siento no haber entendido mi papel. Cuando debí ayudar a otros que Dios cruzó en mi camino y no lo hice. Quizás ahora, cuando he aprendido el oficio de la caridad, es tarde, esos seres ya no existen. En fin, ahora en la vejez miro los errores cometidos en el pasado, las arrogancias, las mezquindades, las intransigencias, la ausencia de amor, la falta de comprensión y muchas otras. No cometas mis errores, que fueron muchos, unos lo fueron por acción y otros por omisión.

Pero bueno, creo que es de ti y no de mí, de quien debo hablar. Por eso te señalo las condiciones que yo creo más importantes que si se cumplen, las cosas buenas te llegarán sin pedirlas.

En el diario devenir de la vida debes transitar caminos rectos, nunca tomes atajos, éstos harán que siempre su justificación estés buscando.

Se puntual, auténtico, cumplido, humilde, no mientas nunca, mira a los ojos de quien te habla y respeta a todos los seres humanos, independientemente de su nivel social. Nunca te consideres más que los demás, pero tampoco menos. Camina y actúa con prontitud, no des imagen de laxitud, más bien presenta una imagen enérgica. Habla con voz clara, pronuncia bien las palabras, pero sin afectación y se concreto en tus planteamientos. Concéntrate y presta la máxima atención en lo que haces, realízalo con enjundia hasta el final y haz un poco más de lo que él te exige. Dedica tu energía a lo sustantivo, que lo adjetivo viene sólo. Recuerda que el aprendizaje no tiene límite y tienes la obligación de mejorar continuamente tus conocimientos. Se aprende de quien sabe más y también de quien tiene menos conocimientos. Mira con mucha atención a las críticas, sean justas o injustas, ambas ayudarán a perfeccionarte.

Siempre debes estar dispuesto a perdonar, mantén tu palabra, se comprensivo y compasivo. Trata de comprender la posición de quien te adversa.

Lo más importante es ser fuente de amor cuya mayor expresión es la caridad, esta última en su buen sentido. No olvides que la caridad es proveer un poco de alegría a quien la necesite. He descubierto que el gran secreto de la vida es dar, es compartir.

Todos tus actos deben ser realizados dentro del marco que establecen la justicia, la misericordia, la paciencia, la prudencia, la honestidad y la nobleza. Mantén fuera de ti a la envidia, la venganza, el odio, el rencor y cuídate de las tentaciones.

Además de todo lo anterior, recuerda aquello que El Maestro de Galilea dijo a Pedro, situación a la cual, por cierto, yo me acerco, “Cuando eras más joven, tú mismo te ceñías y andabas donde querías; mas cuando hayas envejecido, extenderás tus manos y otro te ceñirá y te llevará adonde tú no quieras” (Jn 21,18)

Bueno hijo, observa todo lo que te he dicho, reitero lo que te expresé al principio, te amo con la fibra más profunda de mi corazón.

Quiero que el último día, cuando me vaya para siempre, en señal de despedida, podamos agitar los brazos con cariño y luego allá en la distancia, cuando ya esté lejos, me recuerdes con afecto.

Enero 23 de 2023

Tomás González Patiño
Tomás Gonzalez Patiño es un prestigioso ingeniero venezolano que ha dedicado muchos años de su vida a prestar servicios profesionales a distintas industrias y organizaciones de ese país, y quién tiene la fabulosa habilidad de combinar los números con la escritura, deleitándonos con ingeniosos cuentos y ahora poesía. El publicó el Libro “El seminarista que Colgó los Hábitos” y más recientemente "El Alfarero Solitario"