Por: Mariana Vivas Verna
En el cuarto de juegos, había una muñeca de trapo, de largas piernas y con pecas en las mejillas. Un día llegó una caja al salón de juegos con un nuevo integrante para jugar.
—¡Ay! Aquí dice que es un Tiranosaurio, Seguramente es horrible y con largos dientes— dijo la muñeca aterrorizada.
La caja comenzó a tambalearse, cayendo al suelo, abriéndose y mostrando al dinosaurio. En comparación con la muñeca, tenía un aspecto tierno. Era de peluche verde, escamas amarillas y con mejillas rosadas.
—¡Hola! Mucho gusto —saludó alegremente el dinosaurio de peluche.
—Ah, hola… Qué susto me diste. Creí que lucirías más aterrador —dijo la muñeca avergonzada.
—¿Por qué habría de lucir aterrador? No había salido de la caja aún. No debes juzgar a alguien por lo que piensas…
—Es verdad —dijo la muñeca sonriendo.
La muñeca saludó al dinosaurio y le mostró el salón. Con los días se volvieron buenos amigos y jugaban juntos todo el tiempo, sin importar quiénes eran o cómo lucían.