Por Luis Eduardo Cortés Riera. cronistadecarora@gmail.com

El domingo 23 de agosto de 1964 estuvo la numerosa familia Cortés Riera, de vacaciones en el andino pueblecito de Cubiro, a punto de perder el cabeza de la familia: el maestro normalista Expedito Cortés, quien cifraba los 31 años de edad. Sucedió ese amargo día vacacional una inmensa tragedia donde cuarenta educadores perdieron la vida estrepitosamente al caer a las procelosas e inclementes aguas del gigantesco rio Caroní en la Guayana venezolana.

¿Cómo pudo ocurrir semejante penalidad que enlutó amargamente al magisterio venezolano ese aciago día? La fuerza incontenible de la Naturaleza y la sempiterna imprudencia humana congeniaron para ocasionar tan pavorosa y descomunal tragedia una mañana en paseo dominical que convoca la Federación Venezolana de Maestros en el Parque Nacional de La Llovizna.

Los docentes aturdidos y embelesados quizás ante tanta belleza, pasaron por alto las advertencias que les hicieron carteles y guardaparques y se abalanzaron en grupo humano que por su enorme peso rompe las columnas remendadas del angosto y mortal puente. Sólo estrechos 17 metros de largo y metro y medio de ancho con tablas de madera desvastaron en un instante al magisterio de buena parte del país caribeño.

La malhadada pasarela no se desploma por completo, sino que medio colgada arroja su preciosa carga humana al Salto de La Llovizna y los ahoga con el peso de sus gruesos tablones de madera, fatalidad ocurrida a las 11y 30 de la mañana. Al día siguiente un camión hala el puente semidestruido y para enorme sorpresa salieron un grupo numeroso de cadáveres que estaban allí atrapados.

La pregunta insistente que me hago es la de que cómo en una de las zonas de materiales ferrosos más gigantesca del orbe y en el seno de una colosal empresa estatal venezolana, la Siderúrgica del Orinoco (SIDOR), pudieron colocar una estructura metálica deficiente y con evidentes e inveteradas soldaduras.

El recién estrenado gobierno socialdemócrata del guayanés Dr. Raúl Leoni decreta tres días de duelo nacional, puesto que la mayoría de los fallecidos y los que se salvaron eran militantes o simpatizantes de su partido Acción Democrática. El más eminente adeco que se salva en un tris de caer al peligroso y bello Salto de La Llovizna es el margariteño Dr. Luis Beltrán Prieto Figueroa, autor de las tesis educativas del partido que fundara Rómulo Betancourt en 1941, quien saca sus pies del fatídico tablado fracciones de segundos anteriores a su mortal colapso.

Oficialmente, dice Globovisión, fueron 50 los muertos, entre ellos se encontraban los maestros Adolfo Navas, Ana María Contreras, Carlos Arturo González, Carmen Teresa Rosales, Cecilia de Segura, Ciro Maldonado, Consuelo Chacín, Consuelo Navas, Cruz Antonio Velazco, José Gregorio Méndez, José Luis Guzmán, Josefa Molina, Lermith Hernández, María de los Santos Higuera, María Teresa Coronel, Napoleón Ramírez, Nélida Núñez, Nohemí Higuera, Pascual Ignacio, Rafael Vera, Ramón Arturo Reinoso, Simón Andrés Peña, Víctor Gómez, Irene Fernández, sobrina de la primera dama de la República, Doña Menca de Leoni.

La tragedia resuena en Cubiro.

A 957 largos kilómetros de Guayana, en el andino poblado de Cubiro, Estado Lara, se oye de la inmensa tragedia sufrida por los docentes venezolanos. Nos enteramos gracias a un provecto radio Telefunken germano, aparato al cual mi madre Claver Riera de Cortés coloca sus oídos ansiosos. Nada dicen desde la lejanía del maestro Expedito Cortés, por entonces Director desde 1960 del Grupo Escolar Ramón Pompilio Oropeza de la ciudad de Carora. Está como desaparecido mi padre en aquella angustiante espera que nos hace perder el sueño. Al día siguiente, horas de la tarde del lunes 24 de agosto de 1964, día del cumpleaños de quien escribe, llega un luminoso telegrama que avisa en breves palabras que mi progenitor está vivo y goza de buena salud. Alegría suprema para la familia y para Cubiro y Carora.

Una vez en casa, sano y salvo nos cuenta nuestro progenitor que estuvo a punto de morir en aquella tribulación magisterial. “Alguien me dijo-dice papá- que había suculento almuerzo del otro lado del colgante fatídico y eché adelante para ganar tiempo al grupo que venía detrás de mí. Al sacar el pie derecho y silenciosamente el puente deja caer su preciosa carga humana.” Y más adelante agrega para nuestros oídos sorprendidos “nos fuimos río abajo yo y unos colegas educadores y guardaparques a salvar a los educadores que, golpeados por las piedras, eran arrastrados por la inmensa y fragorosa corriente fluvial. Un llanero, gran nadador, salva a dos educadores semi inconscientes y los trae a la orilla del inmenso afluente del Padre Orinoco.” Solo después de este shock inicial y cansado al extremo, decide mi padre comunicarse con su familia al otro extremo de Venezuela. Inmensa alegría del grupo familiar Cortés Riera.

Y si….

Son recuerdos muy firmes pues se acentúan en la memoria por el hecho de que los alzamientos militares de Carúpano y Puerto Cabello, el magnicidio del presidente de Estados Unidos, John Kennedy, la extradición del general Marcos Pérez Jiménez, y el salto mortal al Tren del Encanto, acababan de ocurrir, la insurgencia guerrillera de izquierda domina la década.

De haber conseguido temprana muerte Expedito Cortés en la lejanía guayanesa, hubiera dejado viuda y ocho hijos huérfanos, el menor de todos, José Bernabé, de apenas seis meses de nacido. Pienso que mis numerosos familiares se hubiesen echo cargo de tan dilatada familia.

Lo mejor de su ruta de vida quizás habría tomado otro rumbo o no se hubiese realizado: la conducción del Grupo Escolar Ramón Pompilio Oropeza trunca, la fundación de la Casa de la Cultura de Carora en 1965, la Casa del Educador de Carora, el Instituto de Previsión Social del Ministerio de Educación (Ipasme), el Cuerpo de Bomberos, el Frente Ecológico Regional y la Federación y Organización de Juntas Ambientalistas (FORJA) que hicieron  posible la creación de los Parques Nacionales Dinira y Saroche, así como un fuerte y bien plantado movimiento ecológico en Centroccidente de Venezuela a fines de la centuria pasada, los talentos pictóricos y musicales de Macario Colombo y Don Pío Alvarado los descubrirían quizás otros amantes de la cultura como mi padre. No lo podremos saber con exactitud y solo podemos arriesgar conjeturas.

Fallece mi padre Expedito Cortés, defensor del oso frontino y el cardenalito, de muerte natural, muchos años después de la tragedia de La Llovizna, después de una útil y fecunda vida al servicio de la Madre Naturaleza y del prójimo, en Barquisimeto un 28 de mayo de 2021, a solo 24 horas antes del Día del Árbol en Venezuela.

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El Centenario del Natalicio de mi progenitor se efectuará con lucimiento en diversos lugares del Estado Lara, República Bolivariana de Venezuela, en el presente mes de julio de 2023.

Información adicional a través de: cronistadecarora@gmail.com y el teléfono 0424-5427236.

Luis Eduardo Cortés Riera
Venezolano, nacido en Cubiro, Estado Lara. Doctor en Historia por la Universidad Santa María de Caracas, 2003. Docente del Doctorado en Cultura Latinoamericana y Caribeña, Universidad Pedagógica Experimental Libertador, Barquisimeto. Cronista Oficial de Municipio Torres, Carora. Miembro de la Fundación Buría. Ganador de la Segunda Bienal Nacional de Literatura Antonio Crespo Meléndez, 2014, con el ensayo: Rafael Domingo Silva Uzcátegui, más allá de la Enciclopedia Larense, Psiquiatría y literatura modernista. Colaborador de las revistas literarias: Archipiélago, de México; Letralia; Carohana; Mayéutica, CISCUVE; Columnista del diario El Impulso de Barquisimeto. Autor: Del Colegio La Esperanza al Colegio Federal Carora, 1890-1937, La gallarda serpentina de El Negro Tino Carrasco; Ocho pecados capitales del historiador; Enciclopedia Temática del Estado Lara; Iglesia Católica, cofradías y mentalidad religiosa en Carora.