Por Luis Eduardo Cortés Riera. cronistadecarora@gmail.com

El recientemente fallecido pintor y escultor colombiano Fernando Botero (Medellín,1932- Mónaco, 2023) sentía una gran atracción por este hermoso y colorido cuadro en donde aparece su hijo Pedrito montado en un sonriente caballito de madera. El estilo, un estilo único del autor, se muestra allí inconfundible: figuras regordetas y exageradas, estilo que madura pacientemente tras estudiar el arte precolombino, las pinturas renacentistas de Piero de la Francesca, Paolo Uccello, Tiziano, de los muralistas mexicanos Diego Rivera, José Clemente Orosco, David Alfaro Siqueiros, Rufino Tamayo. Se puede admirar esta obra, de las más conocidas del pintor, en el Museo de Antioquia, ciudad de Medellín. Un concurso literario lleva el nombre del niño a caballo, Pedrito, que nació de la relación de Fernando con Cecilia Zambrano, su segunda esposa.

Pero lo que pocos saben es que esta magistral obra de arte es producto de un desgraciado y trágico suceso acontecido en el ya lejano año de 1974. En unas vacaciones en España un pesado camión pierde control y embiste el automóvil del artista matando en el acto a Pedrito, un inocente niño de apenas cuatro años. El pintor pierde una falange de su dedo meñique, poca cosa frente a la muerte de su vástago. No pudo pintar por dos largos meses. Su matrimonio con la caleña Cecilia se resiente por la terrible pérdida y poco después deciden separarse.

Una vez recuperado de su mano vuelve a su taller de pintura en la Ciudad Luz, París, y emprende la tarea de inmortalizar a su hijo fallecido con lo que mejor sabe hacer: pintar. “Cuando comencé, lo primero que pinté fue ese cuadro. Increíble que haya salido con tan buena técnica y sobre todo tan luminoso. Se ve que le puse todo el corazón”, dijo Botero sobre la icónica pintura que tardó tres meses en retratar.

El Museo de Antioquia, donde está exhibida la obra y en el que además, hay una sala que lleva su nombre y es dedicada a los niños, describe a Pedrito como una pintura que, “además de presentar al niño en un caballo de juguete vistiendo uniforme azul de policía, muestra en los ángulos inferiores dos dolorosas escenas: la del padre viendo a su hijo muerto, y la de los padres de luto en la casa vacía.” Además, podemos ver en este genial cuadro cargado de simbolismo, una sólida y oscura puerta marrón trancada, algo así como diciendo que ella se cerró abruptamente para su hijo fallecido de manera tan trágica y absurda. Otro caballo aparece en el lienzo, pero no es “boteriano” debido a su delgadez, y está como recostado a la pared derecha mirando al niño Pedrito cabalgando el otro caballo que sí es “boteriano”. Un delgado y frágil caballito que jamás volverá a ser juguete de su desgraciado hijo. Casi igual cosa podemos decir de otro objeto que no entra en el estilo de Botero en este genial lienzo. Se trata de la fusta o látigo que Pedrito alza en su mano derecha sin intenciones de usarlo en tan apacible y manso cuadrúpedo, animalito que carece de ruedas y no es de igual modo balancín o mecedor. Es un caballito estático que está congelado, sin movimiento alguno: eterno.

Fernando Botero murió este viernes, 15 de septiembre de 2023 en Monte Carlo, Mónaco, tras estar cinco días hospitalizado y en estado crítico por una pulmonía, confirmó su hija, Lina Botero. Sus restos fueron inhumados en Italia junto a los de Sofía Vari, su última esposa, fallecida en mayo pasado y que le afectó grandemente, precipitando su propio deceso.

«El pintor de nuestras tradiciones y nuestros defectos, el pintor de nuestras virtudes ha muerto», escribió el presidente de Colombia Gustavo Petro en X, antes conocido como Twitter. «Pintó violencia y paz. Pintó la paloma que fue rechazada mil veces, y la puso mil veces en un trono».

Tuvo éxito en vida, privilegio que no gozaron Van Gogh, El Greco y Rembrandt, a quienes el éxito les llego con la posteridad. De muchacho pintaba mujeres desnudas y escribía sobre marxismo, por lo que logra que lo expulse un sacerdote de la escuela primaria, llamándole públicamente “manzana podrida”. En los Estados Unidos enfrentó con sus “gordos” a la pintura abstracta que allí dominaba. Un alemán, Dietrech Malov, patrocina sus obras en 1970, desde allí se dispara su popularidad, comienzan a llamarlo de todas partes del mundo.

Pintaba desde las prostitutas de Medellín hasta las frutas del trópico, las madres superioras del colegio y las corridas de toros de su juventud. “En vez de darle la espalda a sus raíces y a sus orígenes, él prefirió convertirlos en el tema central de su obra artística”, explica su hijo Juan Carlos a la revista Semana. La fallecida crítica de arte argentina Marta Traba fue uno de sus descubridores y animadores por allá en los años 1950.

Su arte, dice Semana, no ha estado exento de crítica. Sus críticos dicen que es muy comercial y que sus obras ya no sorprenden. Joe La Placa, un importante experto londinense de arte, le dijo hace poco a la revista Time que al principio creían que era “un innovador”, pero que ahora apenas “logra una pálida imitación de lo que hacía en el pasado”. Y en Colombia, incluso hay un grupo de rock que se llama Odio a Botero, que ha logrado tener un relativo éxito burlándose del pintor. Sin embargo, todas esas opiniones quedan neutralizadas ante la realidad no discutible de que cada día aumenta la demanda por las obras de Botero, así como las invitaciones por parte de museos y ciudades que quieren exhibirlas.

Quizás inspirándose en el Guernica de Picasso, pinta Botero una serie de pinturas acusatorias contra la arrogancia estadounidense sobre sus abusos en la prisión de Abu Grahib, Iraq, un “testimonio contra el horror”, cuadros que en un principio fueron vetados en los museos más importantes de Estados Unidos. Pero fue el diario The New York Times quien recomendó la exposición de tan polémicos cuadros que exhibía la Universidad de Berkeley.

Botero no dudó en decir que el mejor cuadro que ha hecho en su vida es el retrato Pedrito a caballo que está en el Museo de Antioquia. Y que por eso la pintura es sagrada para él, pues es “una tabla de salvación en medio de los dramas”. En los actos que se celebraron en el Salón Elíptico de la Cámara de Representantes de Colombia, el cuadro “Pedrito a caballo” estuvo en los honores que el pueblo colombiano realizó a su más importante artista. Pedrito recibió el cadáver de su padre.

Foto cortesía del autor

Luis Eduardo Cortés Riera
Venezolano, nacido en Cubiro, Estado Lara. Doctor en Historia por la Universidad Santa María de Caracas, 2003. Docente del Doctorado en Cultura Latinoamericana y Caribeña, Universidad Pedagógica Experimental Libertador, Barquisimeto. Cronista Oficial de Municipio Torres, Carora. Miembro de la Fundación Buría. Ganador de la Segunda Bienal Nacional de Literatura Antonio Crespo Meléndez, 2014, con el ensayo: Rafael Domingo Silva Uzcátegui, más allá de la Enciclopedia Larense, Psiquiatría y literatura modernista. Colaborador de las revistas literarias: Archipiélago, de México; Letralia; Carohana; Mayéutica, CISCUVE; Columnista del diario El Impulso de Barquisimeto. Autor: Del Colegio La Esperanza al Colegio Federal Carora, 1890-1937, La gallarda serpentina de El Negro Tino Carrasco; Ocho pecados capitales del historiador; Enciclopedia Temática del Estado Lara; Iglesia Católica, cofradías y mentalidad religiosa en Carora.