Lorenzo Escalona y Mamerto Nieves, fueron dos personajes de San Francisco muy populares. Ellos durante mucho tiempo se caracterizaron por ser los ayudantes de los diversos sacerdotes que sirvieron en la Parroquia Eclesiástica de ese pueblo.
El señor Lorenzo se desempeñó como el organista oficial y Mamerto Nieves, era la persona encargada de tocar las campanas de ese recinto religioso. Fue casi coincidente el inicio de sus actividades que desarrollaron, como organista y campanero, ya que, apenas fueron unos pocos días, exactamente veintiún días separaron la llegada de Mamerto, quien fue el primero; y del señor Escalona quien se incorporó seguidamente. Lograron formar una llave bien articulada y de esa manera coordinaron sus quehaceres religiosos. La actividad que ejecutaban era muy bien vista y valorada por los padres que oficiaban las misas dominicales y otros actos litúrgicos propios de la religión católica.
El organista llegó del estado Zulia, después de haber trabajado por un tiempo en las empresas petroleras. Se cuenta que fue en esa Entidad Federal, donde adquirió los conocimientos mínimos necesarios para tocar el órgano de pedal. Contribuyó de una manera muy solidaria con los sacerdotes que efectuaban las ceremonias religiosas y en particular en Mene grande y a veces en Lagunillas, eso sí, los domingos ya que su trabajo era bastante duro y a la vez por ser católico aprovechaba la oportunidad para asistir a misa ese día.
El señor Lorenzo Escalona al volver a San Francisco, ya contaba con unos cincuenta años o más aproximadamente y decide regresar a su pueblo después de haber sufrido un accidente en la empresa donde laboraba. Justificaba su regreso, porque no quería morir fuera de su terruño. Un hombre bastante alto, de 1:85 cm. más o menos de estatura, bastante corpulento, de piel blanca. Se cree que era de origen gallego o árabe. Siempre vestía con una blusa de color beige y se combinaba con un pantalón de caqui o de otra tela y de otro color. Otras veces usaba un liquilique blanco. Normalmente llevaba consigo un sombrero pelo é guama de color gris; de ala corta como una forma de complementar sus atuendos o vestimenta de su apariencia personal.
Su voz, un excelente bajo que producía los sonidos más graves de la escala. Una voz muy profunda, más grave que la ordinaria, con un gran vibrato que hacía retumbar las paredes del edificio religioso. A los muchachos les hacía gracia oír esa voz tan espectacular, única y trataban de imitarla; canturriando las canciones y coros que se efectuaban en la misa.
Es interesante destacar que el señor Escalona, todos los cantos los hacía en latín, pues bien, para esa época las misas se oficiaban en ese idioma y él lo hacía muy bien, excelente.
Don Mamerto Nieves, nativo de San Francisco, sector Los Cerros. Un ciudadano muy humilde, de baja estatura, 1:60 cm; con una leve inclinación hacia adelante. Un personaje muy simpático y con un buen grado de tartamudez y un buen humor a flor de labios. Constantemente consumía chimó y también solía cargar en su bolsillo trasero; una carterita de cocuy de penca. Muchas veces se quedaba dormido en el campanario. El comenta que aprendió a tocar las campanas, porque todos los domingos iba a misa, y con solamente oír cómo se tocaban, aprendió el oficio.
Un domingo, uno de los monaguillos estaba supliendo al campanero oficial, ya que se había marchado a la ciudad de Carora. El señor Mamerto al oír que ese no era el toque; subió hasta el campanario y tomó las cuerdas que sujetaban las campanas y desde ese día se quedó como el campanero.
Una vez que concluyó la misa, el sacerdote que se había dado cuenta que el toque de las campanas era el adecuado, conversó con él señor Mamerto y le propuso que si se podía comprometer para estar presente en los distintos actos religiosos, podía asumir esa responsabilidad, por cuanto, el monaguillo todavía no lo sabe hacer bien. Aceptó con mucho gusto. _ El acotó. Usted sabe que yo consumo mi boleíta de chimó y me echo mis traguitos de cocuy. _ No se preocupe le dijo el cura. Pero no se pase. Con la limosna que nos dan los feligreses, le podemos dar para que apacigüe esos vicios, pero sería mejor que haga un esfuerzo en dejarlos, eso no le hace nada bien.
Los dos primeros años no tuvo ninguna queja y además le propuso al sacerdote que la iglesia diera la hora tocando las campanas a las doce del día, con doce campanadas. Eso fue acordado así y todos los días a esa hora sonaban las campanas.
Los dos personajes lograron una perfecta articulación para realizar estas actividades y fue tan importante esta coordinación que los dos sabían las entradas de cuando debían interactuar con el fin de que se notara que el trabajo era el logro de una planificación bien definida, con una armonía sistemática conseguida mediante una estrategia para hacer de la santa misa un evento de excelencia.
Como a los cinco años más o menos, el señor cura párroco le hizo un reclamo al campanero porque había llegado tarde y en otra oportunidad, por la misma razón. Él le justificó que su retardo se debió a que en las dos oportunidades fue por enfermedad. Una diarrea bastante fuerte y prolongada hizo que esos retardos fuesen objeto de una amonestación que él no compartió.
Cuando cumplió los primeros diez años, el señor Mamerto, proseguía como el campanero y para ese tiempo había llegado un nuevo Sacerdote y en esos primeros días, en la misa del domingo en la mañana, se quedó dormido y cuando todos esperaban el toque de las campanas, el señor Lorenzo Escalona lo llamaba y no atendía… Subieron y revisaron y lo encontraron dormido. Lo despertaron y le hicieron el reclamo. Se había quedado dormido porque se había pasado de los tragos. ¿Qué pasa? ¿Se va a hacer otra misa? _Respondió. ¡Vaya a darse un baño que tiene una rasca muy grande!, para que le pase la borrachera. _Acotó el Padre.
Últimamente se había descuidado un poco, llegaba mal arreglado y bastante ebrio por efecto de los palos. El cocuy le estaba causando un mal, que el Padre anterior se lo había advertido. Tanto el nuevo Sacerdote como el señor Lorenzo, lo aconsejaban de manera constante, de igual modo muchos de los feligreses que reconocían esa labor que estos ciudadanos efectuaban ad-honoren, sin ninguna remuneración.
La comunidad religiosa, acordó realizar un acto de reconocimiento y como un homenaje a estos dos insignes servidores de la espiritualidad. En ese acto se le hizo entrega de una hermosa placa que valoraba esos méritos de entrega al Señor.
Cinco años más tarde de esa unión que se había conformado por el empeño de hacer un trabajo con honestidad, con eficiencia y con mucha entrega, llegó a su fin, ya que el señor Lorenzo Escalona, cambió de residencia y se fue a la ciudad de Carora. Empero, su trabajo como organista no se truncó y continuó haciendo su labor como ejecutor del órgano en esa ciudad, en La Iglesia La Pastora para servir a Dios, por encima de todas las cosas.
Por otra parte, se logró que el señor Mamerto Nieves, enseñara a un grupo de muchachos, entre ellos los monaguillos, para que aprendieran a hacer los toques de las campanas, tal cual como él lo solía hacer, y si fuera posible que el discípulo superara al maestro. La comunidad, también acordó solicitarle una ayuda a través de la Junta de Gobierno en forma mensual por sus servicios prestados a la comunidad a través de la iglesia y para que se hiciera unos análisis y un buen chequeo médico.
CUENTOS DE MI COMARCA SAN FRANCISCO Nº4.