Por Francisco Zambrano Gómez

En algunas de las antiguas fincas que bordeaban la población costera de Tucacas, en el estado Falcón, se ha desarrollado una gran cantidad de viviendas vacacionales y conjuntos residenciales de diverso diseño y magnitud que combinan pacíficamente la piscina exclusiva de los vacacionistas con el transitar diario de ganado bovino y caprino de sus permanentes moradores.

Hace algunos años me invitaron a pasar una temporada vacacional en uno de esos conjuntos residenciales, pero por razones de extensión del sector y de escasa señalización se me dificultó mucho su hallazgo. Al pedir orientación a algunos de los transeúntes de las antiguas fincas todos fueron contestes en indicarme: “eso es por la plaza de Petete”.

Buscando y buscando al fin conseguí la famosa plaza indicada. Un cuadrado de unos dieciséis metros cuadrados de extensión, con un pedestal de piedras aglomeradas de un metro y medio de altura y cuatro bancos de madera al alrededor. Al bajarme a curiosear tan extraño hito encontré una placa de bronce  que decía “A la memoria de Godfried Petete, genio y figura hasta la sepultura, 1910-19xx”, y al reverso del espaldar de cada uno de los bancos de madera unas plaquitas metálicas con las inscripciones “Familia González Petete”, “Familia Chirinos Petete”, “Familia Lugo Petete” y “Familia Salas Petete”. El pedestal no tenía busto y el año del fallecimiento aparecía tachado y remarcado varias veces.

Intrigado por la extraña plaza erigida para un personaje que jamás había escuchado nombrar, salí a caminar una mañana en busca de información sobre el mencionado Godfried Petete. Los datos encontrados fueron de toda índole; que Petete era el fundador de Tucacas, que Godfried Petete era el capital del Valencia F.C. cuando quedó campeón nacional, que Petete ha sido el militar de mayor rango que ha nacido en el sector, que fue el primer pitcher del Magallanes que lanzó un no hit no run, que fue el descubridor de Cayo Sombrero, etc. Ningún interrogado coincidió con otro. Convencido de que se estaban burlando de mí o de que nadie sabía con certeza quien fue Godfried Petete, opté  por no averiguar más del asunto y dedicarme a mi relax playero.

Algunos meses después me hallaba investigando datos sobre la ciudad de Cabudare para un discurso en su nuevo aniversario, cuando encontré un dato sobre un tal Siegfried Petete, que ayudó a la construcción del teatro Juarez de Barquisimeto en 1905 y que vivió en Cabudare, donde dejó de descendientes a los hermanos Alfred, Ingrid y Godfried Petete. Era la primera vez que encontraba un dato por escrito sobre Godfried Petete, que a todas luces debía ser el mismo de la plaza de Tucacas, pero más nada encontré al respecto.

Comenzando diciembre del año pasado salí a la avenida 20 de Barquisimeto a comprar la ropa para el estreno de navidad. Buscando camisas en una tienda de árabes encontré en la esquina de un mostrador un busto de bronce en venta. Como no reconocí el personaje de la escultura le pregunté a la dueña del negocio sobre el desconocido personaje. “Ese es mi abuelo, se llamaba Godfried Petete”. Sorprendidísimo por la información suministrada indagué más sobre el personaje que tan esquivo había sido a mis investigaciones, a lo que la dulce señora, de unos cincuenta años de edad, me respondió: “Si me compra el busto y me acepta un café se lo cuento, porque el cuento es muy largo”.

En la oficina de la tienda me sirvió un humeante café aliñado con cardamomo y empezó a contar:

– “Mi bisabuelo materno era constructor de origen alemán y vivía en Cabudare. El menor de sus hijos fue mi abuelo Godfried, y fue el único que quiso seguir los pasos de su papá. La familia entusiasmada lo envió a estudiar arquitectura en la ciudad de Milán, pero por alguna razón al cabo de tres años regresó sin graduarse y con ese busto que le hizo un amigo estudiante de artes. Un buen día se fue a pasar un fin de semana en la playa y conoció el pueblo de Tucacas. No sabemos si fue que se comió una empanada piche o qué, lo cierto es que regresó deslumbrado hablando maravillas de todos los proyectos urbanísticos y turísticos que se podían desarrollar allí. Al tercer viaje de exploración se fue con un morral y el busto. Después  la familia se enteró que se internó en un bosque de los alrededores del pueblo y en un claro colocó la piedra fundacional de su futura ciudad, levantando sobre la misma un pedestal con piedras que fue colectando en los alrededores, colocó encima su busto y declaró fundada una tal Ciudad Petete. Él mismo roció el busto con agua bendita que llevó de la Basílica de Santa Rosa en un frasco con la imagen de la Divina Pastora. Con mucho ingenio construyó, con materiales del sector, un rancho bastante exótico que enseguida llamó la atención de todos los moradores. Tenía la precisa idea de que sería imitado por mucha gente  y que le solicitarían construir otras casas iguales o parecidas a la suya para consolidad el nuevo pueblo. Parece que la ciudad no pasó de ahí, y entonces el joven Godfried decidió erigir su ciudad al revés; primero la poblaría y después la construiría. Comenzó a poblar el bosque de hijos suyos que al crecer construirían casas alrededor de la casa paterna o comunal. De esa manera el bosque que circundada a Tucacas se llenó de Peteticos de todos los tamaños y colores. En cada finca o granja de la zona conquistó una mujer para que le diera hijos que fomentaran la población de la futura ciudad. ¡Y lo peor es que todas lo quisieron ¡ Aunque usted no lo crea, tuvo un chorrerón de hijos  sin reconocer a ninguno, con el pretexto de que los genios no deben tener hijos. Las mujeres de mi abuelo comenzaron a pelear entre ellas por ganarse el título de primera dama de la comarca, y una, tirándosela de avispada, construyó un banquito frente al busto disque para cuidarlo y otras tres, para no quedarse atrás, la imitaron colocando banquitos a los otros lados del pedestal. Como ninguna estaba casada ninguna podía usar el apellido Petete y como ninguno de sus hijos estaba reconocido  todos tenían únicamente el apellido materno, aunque optaron por agregarse de hecho el apellido paterno como segundo apellido. Lo cierto es que media Tucacas es familia mía. – Me sirvió otro café y siguió contando- Como su proyectada ciudad no crecía, y nadie lo contrataba como constructor, mi abuelo comenzó a prestar sus servicios de diseño y construcción de casas y ciudades por todo el país. Y fue así como en todas partes fue dejando ranchos exóticos e hijos bien parecidos. Todos bonitos y bonitas ¡Si usted supiera¡ por todo el país tengo tíos regados; En San Antonio de los Altos  tengo uno que es médico y estrella de rock, y como dice que su papá era más fértil que la lluvia compuso una canción con ese nombre. Por Bailadores, en Mérida tuve otro tío médico y abogado que fue campeón de esgrima. En la población de Tacuato, en Paraguaná, tuve un tío fundador de cooperativas, y pare usted de contar, ¡porque eso si¡ aunque no reconoció a ninguno sabía dónde estaban todos y que hacían. Aquí en Barquisimeto construyó un galpón para árabes en la carrera 21 y allí conoció a mi mamá. Puede imaginarse que por eso nació aquí Ali Zaa Petete, mi papá. Un día mi abuela se enteró del cuento de la plaza y ciudad Petete en Tucacas y se fue a conocerla. Cuando vio a cuatro mujeres sentadas en sus respectivos banquitos cuidando el busto de mi abuelo, cada una mirando con odio y desconfianza a la otra, se las ingenió para traerse el busto a escondidas y acabar con esa locura. – Permítame servirle otro cafecito para terminar de contarle –  Nadie sabe dónde ni cuándo murió mi abuelo. Cada cierto tiempo decían que, “murió construyendo un rancho en Sanare”, y al tiempo volvió a aparecer;  “lo mató un tiburón cerca de Chichiriviche”,  y al año volvió paseando por la zona. “Se metió a guerrillero y lo mataron en la Sierra de Coro” y cinco años después salió en una foto en el periódico construyéndole uno de sus ranchos exóticos a una Miss Venezuela en Margarita. Es por esa razón que a cada rato le tachan el año de la defunción en la placa de su plaza. –Meditó un poco y sentenció-  Lo que si estamos seguros es que ya debe estar muerto. Él sabía todo de sus hijos pero sus hijos sabían muy poco de él.”

Después de escuchar tan escabrosa historia no me quedó más que preguntar  ¿Y por qué está vendiendo el busto?

-“Ese busto me lo dejo de herencia mi abuela y durante muchos años lo tuve en un pequeño pedestal en el jardín de mi casa, pero a mi marido se le metió en la cabeza que espanta y no lo quiere volver a ver. Por supuesto que eso es mentira, al contrario, atrae a las mujeres.” Terminó diciéndome con una sonrisa divertida.

Como lo prometido es deuda, tuve que sacrificar mi estreno de navidad de ese año para comprar con 10% de descuento el busto de Godfried Petete. En consolación la amable vendedora me regaló una vieja franela negra de rockero con una leyenda que dice La Misma Gente y el dibujo de un avión estrellándose contra un arcoíris.

Voy a tener el busto a prueba un año, si atrae mujeres lo conservo; si espanta lo regreso a su pedestal en Tucacas.

El autor publicò este ensayo en su blog.

Foto cortesía del autor