Por Nicomedes Febres Luces
Mi madre fue una patriota de verdad pues siendo formada cuando joven en el Instituto Smithsonian de Washington, la mejor institución científica de Norteamérica en su especialidad, fue tentada por ellos para permanecer allá, pero nunca dudo de regresar a Venezuela pues creía que aquí estaba su deber. Incluso le ofrecieron la nacionalidad de ese país para toda su familia, pero nunca lo acepto. Regresó veinteañera y trabajó hasta cumplir los 78 años siendo directora del Instituto Botánico de Caracas y del Jardín Botánico por muchos años negándose a continuar bajo este régimen y luego de más de cincuenta años de trayectoria profesional. Era también una demócrata a carta cabal. Siendo además profesora de la Facultad de Ciencias de la UCV recibiendo un salario ínfimo por su dedicación a tiempo convencional y porque era la única persona que tenía esa experticia en Venezuela. Además vicepresidenta honoraria de la Sociedad Venezolana de Ciencias Naturales por muchas décadas y miembro del Consejo de la Facultad de Ciencias de la UCV, ambos cargos por los que nunca devengó salario alguno. Fue además una mujer cálida y devota con su familia manteniendo siempre una conversación fluida con todos. A ella debo mi inclinación y respeto por los libros. Quizás le debo también la costumbre de sistematizar siempre todo el conocimiento y a registrar mis lecturas, escritos y mis objetos coleccionables que usualmente muestro aquí.
En la foto mi madre en el Smithsonian de Washington en su juventud.
Publicado por el autor en Facebook, donde el publica muchos artículos.
Foto cortesía del autor.
Su madre fué una persona excepcional y muy querida por todos los integrantes de esta empresa. Para nosotros ella fué la Tia Zoraida.