De: Alberto Castillo Dervis

Quizás muchos dirán que exageró con este relato, pero hay muchísimos, si acaso no, es la mayoría, saben que es cierto, lo que les voy a contar, es más fui parte de ello indirectamente, aquí voy!

Un año o un poco más antes de declararse la pandemia del COVID, El valle de Curarigua estaba quebrado, nadie estaba sembrando, pululaban las invasiones, la falta de transporte, ya el combustible era un lujo, largas colas de personas a pie a Carora para comprar alimentos, la comunicación telefónica, no existía se habían dañado los equipos de la antena, la bodegas ya habían cerrado la mayoría, y las que se resistían a cerrar no tenía nada más que estantes solitarios llenos de mas soledad, y para colmo no había llovido en muchos meses Calgabamos agua de la Laguna, y de un pozo que abrieron unos muchachos por la calle del río ( los hijos de Marañon), y que ellos regalaban el preciado líquido a todos que podía buscarlo (nos salvaron de la sed a muchos).Pero en esa misma sed, ese sol intenso, llamó la atención de alguien, llegó al valle un personaje,  Juan Rodríguez  … El pueblo de inmediato lo bautizo con un sobrenombre…….. Cosa que, no me agrada, El Sr Juan vio en las tierras de Curarigua una oportunidad para sembrar y le gusto la zona, solo había un problema, no había dinero circulante entonces, intento hacer contacto con las bodegas hasta que ,acordó con una de ella para que lo trabajadores cobrarse alli, alquilo unas tierras en las playas y en la Rinconada, y se empezó a sembrar, y entró el año de la pandemia se cerró el país por todos lados, muchos familiares y amigos cayeron y no se levantaron más, pero las siembras no se detuvieron Curarigua se cubrió con una burbuja de fe y esperanza , y en horas muy de mañana antes de salir el sol un pequeño río de personas salía a las siembras de Juan Rodríguez a trabajar familias completas, profesores, maestros, obreros, campesinos, niños, jóvenes, los veía yo,pasar y después de regreso en las tardes agotados, pero los viernes y Sábados en las colas en la Bodega para cobrar su nómina en comida  era muy grande y eran de personas contentas porque era el fruto de su trabajo, a  mitad de año se empieza a abrir el país de nuevo y sin embargo el pueblo seguía en su burbuja y las cosechas de tomate fueron abundante tanto así que los trabajadores pasaban con bolsa y nos regalaban, en las tardes la gente se acercaban a la Hacienda y le regalaban los que no cumplían con el tamaño  o peso requerido. En mi caso personal no había comido tanto tomate en sus distintas formas fue increíble, pero Curarigua sobrevivió al tiempo más duro de la pandemia con relativa tranquilidad, gracias el esfuerzo, el sudor de su gente, y a el Tomate . …ya eso es parte de la historia que no se debe olvidar….. Y después….sigue la historia..Porque Después llegó la ” DIOSIDENCIA»  Pero eso es otra parte del cuento….

Foto cortesía del autor

 

Alberto Castillo Dervis
Nació en la Antigua Angostura, hoy Ciudad Bolívar un 1 de Septiembre de 1957 estudió primaria y secundaria en Ciudad Bolívar, de allí en adelante puros estudios técnicos muchos de electricidad automotriz, radio televisión en la Academia Fénix, fotografía en el Ateneo de Caracas, taller fotografía patrimonial, CENAF, pero su modo de vida siempre ha sido el de técnico, pero en el principio de los años 2000 sentado leyendo una novela, en la plaza Bolívar de Curarigua, mirando a la gente ir y venir en sus quehaceres, se imaginaba como fue el pasado allí en el pueblo, si sería un pequeño Macondo , y se preguntó cómo podría ayudar y quien sabría más de su historia, y comenzó a hacerse amigo del actual Cronista Profesor Bernardo Yepez, luego descubrió las redes sociales y desde ese momento se empeñó en divulgar, dar a conocer la vida, historias, leyendas, personajes, folklore, costumbres, geografía, sueños y alegría de los Curarigueños. En la medida que ha ido avanzando ha descubierto una gran historia, en cada una de las personas que allí tienen sus raíces, hoy día pasado el tiempo, también ha encontrado una faceta suya la cual ignoraba que es la de contar pequeñas historias de otras personas y darles un toque personal y adornarlas y porque no, hacerlas divertidas, y también escribir sus propias vivencias quizás más novelesca. Ha escrito unos cuantos pequeños ensayos tal vez algún día si el padre tiempo se extiende, culmine en un pequeño libro aunque sea Digital. Hoy día agradece a Dios y a Curarigua la oportunidad de poder conocer la vida de sus habitantes, así como el santo de la ciudad, San Antonio y por supuesto a los Curarigueños qué le han hecho sentir ser parte de ellos mostrándole un gran respaldo y respeto.