Por Raul Jimenez y Jose Acosta

En las Navidades de 1958 los habaneros todavía disfrutaban de celebraciones, bailes, y misas, tal y como siempre se celebraban en Cuba y en todos los países católicos de nuestro planeta. Pero había un místico aire de preocupación que empañaba las fiestas. El cuchicheo era evidente, pues todavía en Cuba los cubanos de las provincias podían viajar a La Habana. Los que venían de las provincias orientales traían los rumores y las observaciones de que la Revolución de los Castros y del Che Guevara avanzaba hacia el oeste. Mientras los habaneros todavía bailaban y tenían la libertad de persignarse e ir a Misa de Gallo, en Las Villas los rebeldes tomaban pueblo tras pueblo, ciudad tras ciudad: Yaguajay y sus alrededores, Caibarien, Remedios, Camajuani, y Santa Clara, esta ultima la capital de la provincia. Los soldados de Batista no celebraban fiestas navideñas sino que eran enviados a luchar contra los rebeldes. Luchar sin deseos de hacerlo solo lleva a una derrota rotunda, Y el Primero de Ano de 1959 cayo La Habana. En 1960 ya las Navidades pasaban a la historia.

Antes de la debacle comunista en Cuba la anticipación a las celebraciones se venía sintiendo en la Perla de las Antillas ya desde finales de Noviembre. Los saludos en las calles eran más calurosos y sonrientes. Las visitas de vecinos y amistades se hacían más frecuentes y los brindis con coñac, usualmente españoles, o con ron y cocteles mezclados se hacían más alegres. Los regalos se preparaban para homenajear a algunos en Navidades y a otros, tradicionalmente, durante La Epifanía y la celebración de los Reyes Magos. Los jovencitos comenzaban a pensar en las jovencitas a quien invitarían a los bailes. El calor del verano ya había amainado. La época de la Sequía en Cuba ya llegaba. Los frentes frescos y a veces fríos del Norte traían más bajas temperaturas en las mañanas. La gente sacaba a relucir su ropa de invierno.

En algunos pueblos provincianos las Navidades se celebraban con Parrandas, las cuales eran organizadas para la noche del 24 a la madrugada del 25 de diciembre. Los bailes alrededor de los parques centrales de esos pueblos daban la oportunidad de comenzar las celebraciones antes de las doce, mientras que en las calles ya se veían las colas de “voladores” y cohetes en su viaje fútil hacia los pequeños cúmulos que pasaban como dirigibles a 3000 o 4000 pies sobre el nivel del mar. La trayectoria de esos cohetes invariablemente terminaba en una explosión sonora. En los salones de las sociedades alrededor de los parques las orquestas sonaban sus guarachas y boleros con más dedicación y amor, y hasta los fox trots del Norte se escuchaban para dar a los enamorados la oportunidad de acercarse un poco más.

Después de la Misa Del Gallo a las doce de la noche, los creyentes regresaban a las sociedades para continuar sus bailes y celebrar con más tragos alcohólicos. Los no-creyentes habían continuado la fiesta mientras los católicos estaban en la Iglesia principal del pueblo.

A las cuatro de la mañana comenzaban las carrozas, remolcadas a un viaje de aproximadamente una hora alrededor del Parque. Detrás de las carrozas venían los tradicionales faroles. Ya los voladores no eran esporádicos sino continuos, una sinfonía de explosiones que al estallar iluminaban el cielo y horrorizaban a los que marchaban alrededor o detrás de las carrozas. Las bellas niñas adornando las carrozas sonreían y contenían el miedo de ser quemadas. Los borrachos de la calle comenzaban a dejar que los voladores viajaran en forma horizontal y explotaran entre las multitudes y grupos resultando en quemados que necesitaban inmediato cuidado médico, Las Parrandas eran pandemonio organizado que eventualmente terminaba en un caos fuera de control. En ellas competían normalmente dos barrios. La competencia se juzgaba por el mayor número y duración de los voladores, un Trabajo de Plaza construido de un lado del Parque (el otro barrio lo construía del lado opuesto) y consistía de una estructura de madera, tablas y cartones pintados y adornados en lo que se convertía en una especie de Castillo de fantasía, que debía ser juzgado por su belleza artística. Los mismos juicios se hacían por las carrozas. Al final de la noche, ya amaneciendo, comenzaban a aquietarse los disparos de voladores. Las carrozas descansaban en sus respectivos lados del Parque. Las chicas abordo habían ido a sus casas. Algunas parejas todavía bailaban o tomaban licores. Las orquestas ya no podían con su alma de tantos ritmos y melodía durante una noche que para ellos parecía no terminar. Las calles amanecían llenas de los guines que atados a las cabezas explosivas permitían a los voladores aspiraban llegar a doscientos pies de altura.

Algunos sensatos paraban en los cafés a ordenar pastelitos y desayunar antes de regresar a sus casas, Algunos otros se quejaban del frio que en realidad no era severo. Y los borrachos se retiraban a sus casuchas de barrios donde a veces la pobreza era más que evidente,

Durante todo el día del 25, después de “dormir la mona” los habitantes del pueblo comenzaban las disputas acerca de que barrio había prevalecido en la competencia caótica de la pasada noche. Nunca se ha sabido, en décadas sino siglos de celebraciones, que barrio fue el que prevaleció.

El Día de los Reyes Magos, los niños de familias pudientes recibían toda clase de regalos que habían sido pedidos a los Reyes, no a Santa Claus en Navidades. El 6 de Enero era clásico: los niños cuyos padres podían comprar los regalos sonreían y jugaban con sus nuevos juguetes. Donde la pobreza mandaba esas sonrisas dependían de obras de Caridad.

Esas costumbres, celebraciones, bailes, brindis, juguetes, Navidades, Epifanía, se perdieron bajo el yugo del sistema comunista implantado en Cuba después del triunfo de la Revolución de las Mentiras. El yugo comunista, la opresión, eliminaron todo lo relacionado al Catolicismo, la Cristiandad, o las costumbres derivadas de la mezcla de inmigrantes españoles y africanos. En La Habana, después del Primero de Año de 1959, el caos no provenía de las Parrandas, sino del abandono y opresión de un régimen comunista para quien esas celebraciones tradicionales deberían ser erradicadas y las conexiones al Pasado deberían ser olvidadas. Patria o Muerte, el frio y calculador logo de los comunistas, remplazo al Padre Nuestro, el Ave Maria, los bailes y las orquestas.

Como después se cantara en el Exilio Cubano: El Sol Se Fue de Cuba; Cuando Salí de Cuba, Deje mi Vida Deje mi Amor. Las Navidades en Cuba, hoy en día, nunca existieron, ni son, ni serán. Excepto en las almas de los todavía creyentes, los todavía practicantes, y suplicantes que permanecen fieles a lo que no se puede borrar ni siquiera con asesinatos y amenazas.