Por Raúl Briceño

Cerré los ojos y me puse a recordar mis navidades de niño y varios destellos de mi pasado cruzaron mi mente.
El primero de ellos fue ver a mi madre, como a la mayoría de las madres venezolanas prepararse para la navidad. Ella comenzaba cierto tiempo antes de diciembre adquiriendo regalos y haciendo preparativos como macerar las frutas de ponsigué y la torta navideña. Luego adornaba la casa con árbol navideño, en algún caso, recuerdo una rama sin hojas, pintada de blanco y adornadas con bolas de navidad. Nunca faltó un nacimiento que se decoraba de distintas formas, el cual incluía las figuras tradicionales y pasajes adornados incluso con espejos simulando lagos, Pero lo más trabajoso era hacer la comida tradicional, en especial las hallacas, que exigía hasta 3 días de trabajo de varios miembros de la familia. Nunca faltó ensalada de gallina y pernil. Pero el trabajo no importaba si se tenía el deseo de agrupar a la familia y amigos alrededor de la mesa.

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El otro recuerdo imborrable es el de las tradicionales patinatas, con patines de cuatro ruedas. Recuerdo como si fuera ayer, esperar todo el año por la época navideñas para disfrutar de las concentraciones en ciertas áreas de las ciudades, en especial del interior del país, para patinar en grupo hasta altas horas de la noche.
Ha sido una reiterada costumbre venezolana que la familia se reúna en una casa a intercambiar regalos y abrazos en navidad. En mi caso, era tradición que la familia se reunía en casa de un tío que era el “Pater Familia” tanto el 25 de diciembre en la tarde como el 31 de diciembre a media noche para recibir el año. En esas reuniones acudían abuelos, tíos, primos y amigos. Recuerdo que al recibir el año se comían las doce uvas y se brindaba con champagne, y algunos salían con maletas alrededor de la cuadra con la creencia que así viajarían más el año que recién se iniciaba.
En la medida que las familias fueron creciendo cada una acogió sus propias tradiciones, a nosotros nos encantaba, y aun nos encanta, acoger en nuestro hogar a los hijos, la familia y amigos. Cada año tratábamos de hacer algo novedoso, incluyendo un nacimiento viviente, con todo un programa organizada por una de las hijas.
La vida me dio la suerte que mi esposa y nuestra hija menor tiene los mismos deseos de disfrutar la navidad de mi madre, y aunque estamos lejos de nuestra patria originaria, mantenemos muchas de las tradiciones, y a partir del 1 de noviembre de cada año celebramos la navidad, hasta más allá del 6 de enero. Nunca falta la cena de navidad con hallaca, pan de jamón, ensalada de gallina y la torta navideña. Y la oportunidad de compartirla con amigos.

Raul Briceno Silva
Miembro fundador de la revista Aldea Educativa Maazine, orientada a proporcionar información a la comunidad hispana y norteamericana , con el fin de guiar a los padres y personas en general sobre el sistema educativo en los Estados Unidos, su funcionamiento, sus ventajas, y a los recursos que se ofrecen en todos los niveles de la educación. Ademas de ofrecer informacion educativa y cultural en general.