Por PROFESOR ALIRIO MARTIN ALVAREZ DIAZ – Coordinador de Proyectos Especiales de la Fundación Alirio Díaz
Delfines son tus dedos en el mar del sonido,
Colibríes vehementes en seis flores de magia.
Las antiguas tonadas de los madrigalistas,
Las fugas, las gavotas, las danzas paraguayas,
América y Europa renacen en tus dedos
Y es ya del universo tu luz venezolana.
Elisio Jiménez Sierra (1919-1995)
“…Yo soy Alirio Díaz, campesino…” así se identificaba el gran maestro uno de los venezolanos más celebres y eminentes, junto con la pianista Teresa Carreño, en la historia musical de nuestro país, nació un 12 de noviembre de 1923, en un apartado y remoto caserío del Distrito Torres (hoy Municipio), del estado Lara, al occidente de Venezuela en el sector denominado, desde la colonia, La Otra Banda, un amplio espacio geográfico semidesértico, sembrado por muchos caseríos rurales, casi aislados de las grandes ciudades del país. En el centro de este espacio esta La Candelaria, la tierra natal del maestro Alirio Díaz, esta aldea musical, enmarcada en la Intrahistoria, como decía el escritor y filosofo español Miguel de Unamuno, es de esas comunidades olvidadas, soterradas, con una historia oculta, la historia de los pueblos marginados en el tiempo, se formó, en un ámbito telúrico, lleno de magia y de características muy singulares. La Candelaria, es la región del calor implacable, de la aridez, del sol relumbrante que crea espejismos a la distancia, sin ríos ni fuentes de agua cercanos, unido esto a la escasez de lluvias en el año, se ve envuelta en una sequía y una sed ancestral. La erosión avanza furiosa modelando el ambiente y se han formado inmensos zanjones en un paisaje lunar, donde la vegetación xerófila resiste impasible el viento, a veces huracanado, y la radiación canicular en un espectáculo de soledad y de silencios, con una extraña energía que emana de sus profundidades y que es intensamente venerada por sus pobladores.
Alirio Díaz, fue un modelo a seguir, un ejemplo de juventudes, enfrentó múltiples problemas y obstáculos en su lucha intensa y a veces dramática por conquistar las metas planteadas, por alcanzar su realización personal en una Venezuela en proceso de lograr la modernidad, que atravesó diversos gobiernos en el convulsionado siglo XX, desde la dictadura gomecista en adelante y rodeado de una terrible crisis educativa y cultural, de analfabetismo, y atraso que superó con fe inquebrantable, y con un poderoso trabajo personal, fue un autodidacta, un luchador, que logró ascender a cumbres insospechadas.
El maestro permanece en la aldea de 1923 a 1939 y debemos mencionar su libro autobiográfico, “Al divisar el humo de la aldea nativa”, donde describe sus primeros 15 años de niñez rural, sus influencias y aprendizajes, sus inicios en la música, opina nuestro gran poeta e intelectual larense Luis Beltrán Guerrero: “Precioso libro, hermoso. Alirio Díaz además de investigador histórico es escritor… Artista de la palabra. Este libro debiera ser leído por los maestros de las escuelas, por los estudiantes de bachillerato y universidades para que sepan cómo se formó este gran ciudadano, artista y escritor, orgullo venezolano”. En esta tierra mágica va a ocurrir un hecho excepcional durante esta etapa, un milagro cultural, la formación de una Aldea Musical Rural, en aquel apartado rincón larense: “…Y la música era el alimento espiritual más inmediato que se poseía. No había casa -dice Alirio Díaz- donde no hubiese música, ahí estaba el cuatro, el bandolín, estaba la guitarra, todos los instrumentos de nuestro pueblo. Todo contribuyo a hacerme guitarrista. El ambiente, la tradición y la familia. No le habría pedido a mi infancia, a mi gente y a mis aldeas un mejor estrato espiritual, musical y humano…”
Cuando el joven Alirio Díaz, atravesaba el Puente Bolívar que une a La Otra Banda con la antigua ciudad del Portillo de Carora pensaba en la historia que estaba dejando atrás, corría el año de 1939, y confiesa: “…Tenía yo poco más de doce años cuando impresionado y azorado, conocí lo que era una ciudad de calles rectas y limpias, un río con su puente y una hermosa plaza urbana: la Carora de mis sueños, su Morere de dramáticas y líricas historias, y allá (Simón) Bolívar vestido en su peana con el más blanco de los mármoles. Poco más tarde vi, también no sin mucho susto, la luz eléctrica, una película cinematográfica y los primeros aparatos de radio…”. Esta escena tan alucinante y macondiana nos demuestra cuanto tuvo que luchar, el maestro, para llegar a ser el mejor guitarrista del mundo, cuando apenas a los 12 años conoce la primera de las muchas ciudades que va a conquistar y sus progresos, una escena digna de lo real maravilloso, el realismo mágico de nuestros personajes y nuestros pueblos latinoamericanos y que su amigo Gabriel García Márquez retrata en su monumental obra “Cien años de soledad”.
Una de las grandes preocupaciones del Maestro Alirio Díaz es lo que él denomina su “lucha por el tiempo perdido”, ya que afirmaba que llegó muy viejo al estudio formal de la guitarra como instrumento de concierto, que inicia cuando tenía 22 años en 1945, en Caracas, con el eminente maestro Raúl Borges, a partir de allí emprende una exitosa carrera contra el tiempo y comienza a quemar etapas en un intenso proceso de aprendizaje que complementa con el conocimiento de lo popular y lo aprendido en La Candelaria, primeramente, y luego en Carora y Trujillo, donde completa su educación primaria y desarrolla su amor por la lectura, las letras, el periodismo, la música y la planificación sobre el futuro de su vida profesional, siempre bajo las recomendaciones de su principal mecenas en este primera etapa de toma de decisiones y vital para su porvenir artístico, nos referimos al intelectual y periodista caroreño Don Cecilio Zubillaga Perera, quien lo va a conducir, por los caminos de la guitarra de concierto, una extrañísima profesión para la época ya que la guitarra era considerada un instrumento utilizado para las serenatas, para las parrandas y no para ocupar espacios en los grandes teatros y escenarios del mundo, afirmaba Alirio: “…Don Cecilio fue quien descubrió en mi la vocación musical. Yo era un analfabeto musical a los 19 años no sabía ni teoría ni leer música…”. Además lo provee de una importante preparación, antes de llegar a Caracas en 1945, con consejos, recomendaciones, libros, escritura en periódicos, inyección de valores nacionalistas y de vida, influencia musical ya que era un “melómano exquisito” y su relación epistolar que es fundamental, en una carta de 1946, Don Chío compromete a Díaz a “…poner a vibrar el nervio selecto de nuestro espíritu, la esencia de nuestra raza…” en las cuerdas de la guitarra y le inculcó en lo más profundo de su ser, divulgar el alma popular venezolana en los escenarios del mundo: “Sé que llegaras a la cumbre” profetiza su destino.
Los seres humanos normalmente tienen la capacidades para enfrentar y reponerse de situaciones difíciles, adversas, esa fuerza interior que motiva a las personas a no caer o si cae levantarse y analizar, hacer una introspección de las amenazas que lo afectan y convertirlas en fortalezas, en enseñanzas que refuercen la conducta positiva que conduce al éxito y a la autorrealización, cuando los problemas son monumentales y si no tenemos la disposición de luchar, de enfrentarlos, si no hemos desarrollado la resiliencia que nos permite creer y luchar por la superación de todos los obstáculos, entonces sucede el desastre y muchas de esas personalidades se quedan en el camino, se frustran, se doblegan y se pierden en el caos personal y social. El maestro Alirio Díaz poseía esa capacidad muy desarrollada de vencer los grandes problemas que se le fueron presentando, sin haberse creado aun el término de resiliencia que se comenzó a emplear en 1972, y cuando los momentos de debilidad se presentaban allí estaban sus mecenas, sus maestros, que lo apoyaron y le permitieron continuar en su dura lucha por lograr sus sueños y su combate por doblegar las utopías.
El primer y más difícil contratiempo del gran maestro es la pobreza material familiar, la escases de recursos económicos que lo limitaban, pero poseía una poderosa riqueza mental, con sus insaciables anhelos de cultura y educación, sus sueños de ser alguien en la vida, muchas veces pensó que no los lograría, la vida rural siempre ha sido muy dura, son zonas de emigración, y cuando se escapa una fría madrugada de La Candelaria, en 1939, tiene que mentir al llegar a Carora, ya que había leído en periódico El Diario que la gobernación del estado Lara estaba otorgando becas de estudio a los jóvenes de escasos recurso, el joven Alirio que apenas conocía Carora, aprovechando que su padre tenía buenas relaciones comerciales en Carora, escribe una carta pidiendo un préstamo a un amigo de su padre, y viaja a Barquisimeto en busca de la ansiada beca, al llegar le dicen que esa información era vieja y que ya no estaban dando becas, Alirio se sintió como derribado por un rayo y piensa en ¿qué hacer?, se dijo que no iba a retornar derrotado a la aldea natal y regresa a Carora donde toma la decisión de ser guitarrista clásico. Esa estrechez y falta de recurso es un obstáculo que va a acompañar al futuro virtuoso por largo tiempo en su paso por Carora, Trujillo, Caracas y aun en España e Italia hasta ya avanzado en su maravillosa carrera de concertista internacional y va a obligar al maestro a desempeñar diversos trabajos para poder mantenerse.
Otro de los conflictos a superar era la timidez rural tan característica de nuestros niños campesinos y Alirio Díaz no escapaba a esa introversión y confiesa que mucho tuvo que esforzarse para superar esta limitación del desarrollo de la personalidad y quizá lo ayudo por una parte el ambiente cultural y musical de La Candelaria, en esa etapa era considerada una vergüenza no saber leer ni escribir y no saber tocar ningún instrumento, la vida en la aldea giraba en torno a la música, todos los habitantes de la aldea tocaban algún instrumento, bailaban, cantaban, daban las bellas serenatas a sus amadas, y participaban en unas simpáticas Veladas Culturales semanales donde se expresaban artísticamente y los pájaros, sus primeros maestros, que formaban al amanecer una orquesta natural de trinos y cantos espectacular. Por supuesto que su preparación cultural y educativa va a reforzar su autoestima y una recia personalidad que nunca se cargo de petulancia sino de una humildad, que lo hizo más universal, con su música logro unir la sencillez y la complejidad en un mensaje excelso que llegaba a todos los públicos y estratos, interpreto nuestra música a reyes, príncipes, a la realeza europea, a presidentes y grandes personajes que lo admiraban con pasión, y también con una modestia sublime que lo distinguía, llegaba con su música y su mensaje al pueblo venezolano más sencillo, a los jóvenes, a los campesinos, y eran memorables los conciertos en su terruño, cada vez que venía a Venezuela se trasladaba a La Candelaria a recargar fuerzas y energía como el dios Anteo, a tocarle a sus paisanos y desde esos tiempos de mediados del siglo XX se escucha en la Otra Banda la música clásica de guitarra de Tárrega, Albenis, Sor, Paganini, Bach, así como Lauro, Sojo, Borges y la música folklórica venezolana que el propio maestro recopiló y llevó a la guitarra de concierto, una retribución al pueblo que tanto le dio.
Hay muchos aspectos que nos indican el progreso intelectual del maestro, nos referimos a su labor como pedagogo, educador, como escritor y como ductor de las nuevas generaciones de artistas. Su labor educativa en la Academia Chigiana de Siena, Italia, es un ejemplo de la fortaleza de su personalidad que se desarrollo gracias a los tutores y guías que influyeron en su vida, y a su intenso trabajo, casi febril por el estudio y la preparación musical, y personal. Decimos esto ya que esta Academia era una de las mejores del planeta, donde impartían clases los mejores del mundo, con solo mencionar que la Cátedra de Guitarra Clásica la impartía el máximo exponente de la guitarra en el siglo XX el maestro Andrés Segovia. En 1954 Segovia lo nombra su asistente y sustituto, por una década, dice Alirio: “…Eso significo para mí el clímax, la consumación… estar bajo la sombra de tal maestro… Segovia me abrió las puertas del mundo…”, y como dice Oscar Ghiglia, guitarrista y alumno de ambos maestros, sobre impartir clases en la Chigiana: “…era lo máximo a que se podía aspirar en el mundo de la guitarra, considerando la trayectoria de la Academia, con su historia, los grandes maestros que habían enseñado ahí, los más grandes. Para Alirio era tocar el cielo con un dedo…”. De caminar descalzo en La Candelaria a la Academia más importante del mundo. La labor del maestro Díaz es apoteósica ya que contribuyó en la formación de excelentes guitarristas de diferentes países, futuros concertistas y profesores de conservatorios y por ende contribuyó en la formación y difusión de las escuelas de guitarra en Italia, Grecia, México, España, Holanda, Estados Unidos, Inglaterra, Turquía y por supuesto Venezuela y Latinoamérica. Por su prestigio era reclamado por las más prestigiosas escuelas, academias y conservatorios guitarristicos del mundo, y ayudo a rescatar la guitarra como instrumento clásico motivando a muchos jóvenes a dedicarse al estudio de este fantástico instrumento.
El maestro Alirio Díaz, aparte de virtuoso guitarrista desarrollo las más variadas facetas, que fueron creciendo a medida que sus lecturas, su preparación, sus visitas a los grandes museos y bibliotecas del mundo desarrollado, sus innumerables viajes y conocimientos de distintas realidades, sus relaciones de amistad con fulgurantes figuras del mundo cultural nacional e internacional y su amor y pasión por las letras, y el aprendizaje de varios idiomas, lo hicieron un investigador, escritor y periodista destacadísimo, posee en la Fundación Alirio Díaz de Carora una biblioteca con más de 5000 volúmenes, libros en diferentes idiomas y temas variados: música, literatura, poesía, historia, geografía, arte, su colección hemerográfica es extraordinaria, las Partituras que coleccionó a lo largo de su carrera, y su música son impresionantes, entre otros importantes documentos están a la orden del público, músicos, historiadores y estudiantes interesados. Además las publicaciones del maestro Díaz quien escribió en los principales periódicos venezolanos como El Nacional, El Universal, El Impulso, El Diario de Carora así como en periódicos italianos entre otros, abarcando variedad de temas, fue un polígrafo, un adelantado a la etnomusicología, y en cuanto a sus publicaciones bibliográficas destacan, “La historieta de La Candelaria”, una crónica sobre su aldea natal escrita a los 15 años, su autobiografía “Al divisar el humo de la aldea nativa”, la Universidad del Zulia (LUZ) publicó un estupendo ensayo galardonado “Vestigios Artísticos del siglo XVI y XVII, vivos en nuestro Folklore” y el libro “Música en la Vida y Lucha del Pueblo Venezolano”, un conjunto de magníficos ensayos donde el maestro demuestra su vena de escritor, también publicó múltiples folletos, discursos, criticas discográficas y su vibrante epistolario, todas estas publicaciones, están agotadas y seria un bello homenaje al maestro en el centenario de su nacimiento, la publicación de alguna de estas obras que están agotadas y que son esenciales para que todos los venezolanos conozcan a este monumental ser humano, ejemplo de juventudes, su legado permanecerá por siempre.
Un 5 de julio de 2016 el gran maestro se fue físicamente, queda mucho por conocer de este insigne venezolano, su patrimonio es extraordinario, a veces más reconocido en el exterior que en Venezuela, fue un insigne nacionalista, son los verdaderos héroes de la patria que debemos rescatar para que nuestros niños y jóvenes los conozcan, aprendan y entiendan que si nos lo proponemos podemos lograr grandes cosas, y en un gesto grande de solidaridad dice: “…Mi arte no es mío, es de todo el mundo. Es una herencia que viene de atrás, de mis antepasados y yo lo disemino desinteresadamente, ayudando con mis brazos, con mi expresión…”
Fotos:
Imagen destacada, Alirio Díaz en concierto en su aldea natal. Autor Daniel González. La Candelaria, 1965.
La foto en el texto, Alirio Díaz en Concierto. Colección y cortesía de la Fundación Alirio Díaz.