Por Luis Eduardo Cortés Riera cronista oficial del municipio Torres

El 9 de diciembre de 1824, hace 200 años, Antonio José de Sucre, al frente de 6000 soldado vence al Virrey La Serna quien, con 9300 hombres en el campo inmortal de Ayacucho, que en lengua de los indígenas quechua, quiere decir Rincón de los muertos. Poco antes, Bolívar le había escrito Sucre, “exponga usted general Sucre a todas las contingencias de una batalla antes que a los peligros de una retirada”.

En el parte de la batalla, Sucre relata, “la aurora del dia, vio estos dos ejércitos disponerse para decidir los destinos de la nación”. Sucre, teniendo la vista al enemigo desde las alturas de Conducurca, no cesa de ir y venir de un lado a otro entusiasmando a todos los soldados. Viste según un testigo presencial llamado Manuel Álvarez, “levita azul, cerrada, con una simple hilera de botones sin bandas ni medalla, pantalón azul, charreteras de oro y espada al cinto”.

Comienzan las arengas al batallón número dos, a la división peruana, a los compatriotas Llaneras, “Estoy viendo las lanzas de diamante del Apure, la de Mucuritas, Queseras del medio y Calabozo, a los batallones Bogotá, Caracas y Rifles.” A cada batallón se arenga de forma apropiada, y luego, dirigiéndose a todo el ejército exclama Sucre, “soldados de los esfuerzos de hoy, pende la suerte del América del Sur. Otro día de gloria va a coronar vuestra admirable constancia”.

Y así cuando se inicia la batalla, los soldados estaban llenos del más profundo fervor patriótico, habían acompañado hasta allí a Bolívar y a Sucre sorteando todos los obstáculos en medio de los más duros sacrificios. Asistieron a Sucre en Ayacucho oficiales de la talla de Jacinto Lara, patriota Caroreño, La Mar, Córdoba, Miller y José Laurencio Silva.

Sucre ofreció a los vencidos una honrosa capitulación tan gloriosa como la misma batalla, por estimar que “es digno de la generosidad americana, conceder honores a soldados que han permanecido y vencido, 14 años en el Perú”.

Lo primero que hace Sucre inmediatamente después de la victoria es pensar en su jefe Simón Bolívar, apresuradamente desde el mismo campo de batalla le escribe muy entusiasmado “los últimos restos del poder español en América han expirado en este campo afortunado”, y le ofrece los trofeos obtenidos que son más de 1000 prisioneros entre ellos el propio Virrey La Serna y 70 jefes u oficiales realistas.

Al día siguiente, ya reposado, Sucre se dirige nuevamente a libertador en un tono más íntimo, indicador del afecto que le procesaba, “está concluida la guerra y completada la libertad del Perú, estoy más contento por haber llenado la comisión de usted que por nada”, y lo más admirable después de pedir ascensos y premios para sus oficiales y para el ejército, concluye Sucre “por premio para mí pido que usted me conserve su amistad”. Bolívar no olvidará este magnánimo gesto propio de un hijo suyo, inmediatamente le confiere el título de Gran Mariscal, con la denominación de General Libertador del Perú.

Poco después el congreso de Colombia lo asciende al General en jefe y el congreso del Perú le da el título del Gran Mariscal de Ayacucho.

La ciudad del Cusco le ofrendó, como trofeo el pendón de Pizarro, que hoy se encuentra en el despacho del alcalde de Caracas, pero Bolívar le rendirá un homenaje más significativo y eterno, al escribir la biografía de Sucre, “jamás”, dice el propio Bolívar, “un jefe ha tributado más gloria a un subalterno” el párrafo final de lo que es un modelo de biografía corta y sucinta es digno de una antología “el general Sucre es el padre de Ayacucho, es el redentor de los hijos del sol, es el que ha roto las cadenas con que envolvió Pizarro el imperio de los incas, la posteridad representará Sucre con un pie en el Pichincha y el otro en el Potosí, llevando en sus manos la cuna de Manco Capac, contemplando las cadenas del Perú rotas por su espalda”.

Con la batalla de Ayacucho, la América hispana quedaba libre del dominio español

Imagen destacada: Batalla de Ayacucho by Martín Tovar y Tovar
Luis Eduardo Cortés Riera
Venezolano, nacido en Cubiro, Estado Lara. Doctor en Historia por la Universidad Santa María de Caracas, 2003. Docente del Doctorado en Cultura Latinoamericana y Caribeña, Universidad Pedagógica Experimental Libertador, Barquisimeto. Cronista Oficial de Municipio Torres, Carora. Miembro de la Fundación Buría. Ganador de la Segunda Bienal Nacional de Literatura Antonio Crespo Meléndez, 2014, con el ensayo: Rafael Domingo Silva Uzcátegui, más allá de la Enciclopedia Larense, Psiquiatría y literatura modernista. Colaborador de las revistas literarias: Archipiélago, de México; Letralia; Carohana; Mayéutica, CISCUVE; Columnista del diario El Impulso de Barquisimeto. Autor: Del Colegio La Esperanza al Colegio Federal Carora, 1890-1937, La gallarda serpentina de El Negro Tino Carrasco; Ocho pecados capitales del historiador; Enciclopedia Temática del Estado Lara; Iglesia Católica, cofradías y mentalidad religiosa en Carora.