María Dolores Ara

Cómo evitar, que bajo la influencia de seres desorientados y carentes de valores, nuestros hijos cometan errores irreversibles que les estropeen la vida sin remedio.

Uno de los peligros que más angustia a los padres durante la adolescencia, es que sus hijos caigan bajo la influencia negativa de amigos y compañeros indeseables.  Las malas compañías han sido y seguirán siendo un dolor de cabeza para los progenitores que observan impotentes y desesperados cómo sus hijos se van separando de los consejos largamente argumentados, del “buen vivir” y que, de pronto, salen volando explosivamente por la ventana, sin comprender qué ha pasado, ni cuándo, ni cómo, ni dónde.

El cigarrillo, las drogas, los actos delictivos, la violencia gratuita, el ocio, el repudio a los estudios o cualquier actividad productiva, suponen conductas claramente dañinas que se oponen a las conductas vitales afirmativas del hombre y de la sociedad. Pero hay que pasar por ahí, y la cuestión que nos importa es cómo evitar, que bajo la influencia de seres desorientados y carentes de valores, nuestros hijos cometan errores irreversibles que les estropeen la vida sin remedio.

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Si bien no existen fórmulas mágicas que liberen de esta situación, hay algunas cosas que resultan bastante útiles para contrarrestar las influencias perniciosas.

  • Hablemos mucho y hablemos de todo. La prevención es la mejor medida. Conocer a los amigos de los hijos, vigilar con prudencia lo que hacen y con quién.
  • Modelar conductas para luego exigir. Ser firmes, ser disciplinados, da pie a pedir disciplina, razonar las normas de obligatorio cumplimiento, contribuye a que los hijos razonen sus peticiones y deseos. Los padres son eso, padres. No amigos cómplices que lo permiten todo para evitar enfrentamientos.
  • Canalizar constructivamente la energía. Los deportes, la música, el arte, los hobbies, las actividades extra-escolares reclaman mucha fuerza, dedicación y entusiasmo, que colocados en ellas, dispersan las posibilidades de meterse en líos o de acompañar a quienes se meten en ellos.

La libertad mal entendida, puede conducir a los individuos a su propia destrucción con argumentos muy llamativos, donde la ansiada independencia tiene su sitio de honor. La elección del camino correcto no es fácil pero de ella depende lo único que importa: la felicidad.  Los padres debemos trabajar duro por mostrarnos nosotros mismos, contentos con lo que somos y con lo que hemos conseguido siendo correctos, justos, bondadosos y verdaderos. Es la única forma de que, pasado el período más difícil de estos años adolescentes, los jóvenes ya maduros, tomen el buen ejemplo sin dudar.

Fuente: Edición 7 Aldea Magazine