Por Maria Dolores Ara

Ser maduro, reflexivo y crítico es el proyecto más anhelado por cada ser humano. Esta meta, nada fácil de lograr, tiene su origen en el desarrollo de la capacidad de ejercer la auto-crítica de forma objetiva y firme. Mirar hacia dentro de sí mismo y reconocer debilidades, errores y carencias para saber cómo superarlas y llegar a convertirse en el ser íntegro y confiable que queremos ser.

No se puede confiar en quien no se conoce. Hace muchos años conocí a un compañero de trabajo que repetía constantemente una frase donde aseguraba que él era un hombre “sin pelos en la lengua”. Tristemente, en realidad, era una persona pusilánime, con dificultades para la confrontación sana, que huía de los enfrentamientos por muy positivos  que fueran. Era una buena persona, que creía que era lo que no era. Eso hizo, que nadie lo tomara en serio, y en el fondo, muy a nuestro pesar, lo rechazábamos por la incongruencia entre lo que él quería ser y pensaba que era, y lo que en realidad era.

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Lo que ocurre es que es fácil decir que queremos ser congruentes,  pero muy difícil lograrlo. No sabemos por dónde empezar. Podríamos hacerlo por la consideración de que somos una obra en permanente construcción. Somos evolución constante, cambio permanente y ése es el signo de la vida. El cambio y la transformación deben tener una dirección, y es aquélla que nos conduce a lo que queremos ser verdaderamente y para ello, el punto de partida es saber muy bien quiénes somos, explorándonos continuamente y colocándonos por encima de la auto-complacencia y  la auto-compasión.

¿Cuántas veces hemos dicho : “Lo siento, eso no fue lo que quise decir”, o “ perdóname, no quise lastimarte? Pero “alguien” dijo” , alguien “quiso” porque si no,  no hubieran salido las palabras inconvenientes  o no se hubiera actuado  de forma incorrecta. ¿Quén dijo, entonces, lo que no quiso decir? ¿Quién hizo lo que no quiso hacer? Hay “otro” dentro de nosotros, que quiere y hace cosas a nuestras espaldas porque no lo conocemos, lo negamos y de esa forma nos juega muy malas pasadas.

Estar atentos a lo que hacemos, seguirnos la pista a nosotros mismos, analizar a fondo y pausadamente cada problema , cada error para conocer de dónde provino y obtener el aprendizaje necesario para ir quitándole la máscara al “otro” que es uno, y que nos confunde al llevarnos por un camino que no deseamos, pero que tampoco  controlamos, es una tarea ardua pero de la que se obtiene lo más importante de la vida: su significado.

Y además, hacerlo sin trampas, sin mentirnos, sin echarle la culpa a otros de nuestra responsabilidad: con el valor y el coraje necesario para asumir que somos lo que somos y estamos comprometidos con ser cada día mejores.

Fuente: Edición 6 Aldea Magazine