Autor: Edecio R. Riera M.

Como toda familia venezolana bien constituida y caracterizada por su sencillez, humildad, honradez y los principios básicos y elementales que se les inculcan a los hijos de cualquier núcleo familiar como un aspecto fundamental en la formación de la moral y la ética.

Estos principios quizá eran mejor observados en las diversas familias campesinas por el sólo hecho; que en los campos venezolanos no habían llegado con tanta penetración los medios de comunicación y uno de ellos fue la radio: que informaba y entretenía. Muchos ni siquiera contaban con un aparato de radio y no se enteraban de muchas cosas que sucedían en el país, ni mucho menos de hechos y sucesos más allá de las fronteras de la Patria. Es por esa circunstancia que el campesino es menos frágil que el residente de las grandes ciudades; que tiende a ser presa más fácil de un proceso de alienación, porque tiene mayor posibilidad de accesar a los distintos medios de información y por supuesto a ese mayor contacto, con la diversidad cultural de los pobladores de esas ciudades: la moda, las costumbres, los argot lingüísticos y formas de actuación impuestos por la transculturización.

Una familia común y corriente, que su hija mayor quedó embarazada sin unirse por el vínculo del matrimonio, eso significaba una deshonra para la familia. ¿Qué vergüenza,  ¿qué pena?, ¿qué humillación? Un deshonor a la familia.

Carmencita una joven de diecisiete años de edad, salió embarazada de un joven de la misma comunidad del Majagual y de igual edad. Un adolescente campesino, que fue atraído y salpicado por el espíritu de Cupido, del amor, sin más que sus manos para trabajar y analfabeta funcional, nada más que ofrecer qué él, un ser humano enamorado, un hijo de Dios; una persona aparte de ser menor de edad, podía asumir un compromiso, una responsabilidad, con el mayor esfuerzo de constituir una familia. Ese era José Antonio.

El padre de Carmencita, un campesino humilde, criador de chivos y sembrador de los rubros básicos para la alimentación de su familia y de sus vecinos. Pedro Abrahán, honesto y trabajador y con una gran pasión hacia las cosas buenas. El se sintió herido en su dignidad, no era posible que su hija, los ojos de su cara; haya cometido ese error. No podía tolerar esa actitud que lo ofendía y hasta, que lo degradaba y hasta lo conminaba a cometer un hecho que podía ser muy dañino, grave para él, su familia y la sociedad.

Entró en conflicto con su esposa, la señora Carmen, con su familia y con una mayor fuerza con su propia hija. Muchos fueron los encontronazos, los inconvenientes surgidos a raíz de ese embarazo no deseado para él. Muchas veces su esposa le hacía ver la necesidad de que la perdonara, pero, él, ciego de rabia y rencor no podía entender ni comprender nada. Carmencita, luego de los insultos, vejámenes, los malos ratos pasados optó por radicarse en San francisco; después de saltar la empalizada de su casa en varias ocasiones, se fue a vivir en casa de un familiar muy cercano, pues, se padre el señor Pedro Abrahán, no quería verla más en su casa. Por su parte el joven José Antonio, prácticamente huyó hacia los caseríos de La Portería, La Cuesta, El Pozón, El Cerrón y otros. Esto tenía un sano propósito, no encontrarse con el padre de Carmencita, que había ofrecido hacerle pagar el daño causado a su hija y por esa razón se fue a esos lugares; como una escusa dizque a trabajar en esas fincas y haciendas.

La señora Carmen aprovechaba algunas oportunidades cuando su esposo salía a trabajar e iba a visitar a su hija, a objeto verla, de observarla, ver cómo evolucionaba su estado de gravidez, y como era debido apoyarla en todo lo que ella requería; para que su embarazo no fuera otro trauma. El señor Pedro, con el transcurrir de los meses había bajado en una gran proporción ese estado de ánimo, de presión, de agresividad. No preguntaba por su hija, ni la nombraba. Permanecía como imbécil, como un tonto, un idiota. Escéptico totalmente. La comunicación entre él y su esposa fue casi nula, solamente lo necesario, lo esencial; inclusive con sus dos hijos de menor edad.

La señora Carmen, preocupada por la salud de su hija, ya que estaba en los meses de alumbramiento. Cómo sorpresa oyó que la llamaban a la puerta de su casa. Un vecino que traía una noticia, una noticia agradable. _¡Carmencita dio a luz un hermoso y robusto niño! ¡Nació bien! Ella está bien, no tuvo problemas y la atendió la señora Juana Francisca, la Comadrona.

Dio gracias a Dios y al vecino que le trajo la noticia. Un gran suspiro salió de su pecho. Un susurro que salió de sus labios que el vecino no entendió lo que expresaba. Al día siguiente de haber dado a luz. Pensó como decirle a su esposo que Carmencita había tenido un niño.

Contra todos los pronósticos, arriesgando cualquier agresión física, insulto. No lo dudó y sin vacilar un instante le comunicó lo sucedido. El cabizbajo y con una melancolía recibió la información. No dijo nada, no hizo ningún comentario, permaneció en silencio. Un par de lágrimas se deslizaban por sus mejillas y con sus ojos desorbitantes. Solamente se le oyó decir: _Tráeme una taza de café que esté bien fuerte. Se tomó el café, se fue a acostar en su chinchorro. La esposa continuó diciendo: _Mañana voy a visitarla, para saber cómo está, que necesita y para apoyarla en todos los sentidos. Es nuestra hija, un error lo puede cometer cualquiera y máxime, ella es una menor de edad._ expresó la madre_ ¡Qué Dios la perdone!

A los pocos días de nacido el niño, fue bautizado en la Iglesia de San Francisco. En el momento en que el sacerdote solicita el nombre que se le va a colocar, la madre decide ponerle el nombre del abuelo. Pedro Abrahán, El párroco en la papeleta de registro, que quizá oyó mal, escribió: Pedro Adran. Posteriormente al ser presentado en el Registro Civil, el secretario al observar cómo, estaba escrito el nombre del niño, toma una decisión e infiere que al segundo nombre le falta una (i) Y lo registra con el nombre de Pedro Adrián.

El tiempo no detuvo su marcha. El niño se fue desarrollando y a los siete años comenzó a estudiar su educación primaria en la Escuela Nacional “Simón Planas” de San Francisco. Fue un niño muy inteligente, siempre obtenía las mejores calificaciones y se destacó como un estudiante sobresaliente, empero, mostró constantemente su espíritu de solidaridad con los demás niños: compartir su lápiz, la merienda y en todo caso explicarles cuando no entendían o comprendían algún ejercicio escolar.

En una conversa de la madre y la abuela del niño, ella le había comentado que Pedro Adrián le había dicho en varias oportunidades: Qué cuando fuera grande, el iba ser “Doctor” para ayudar a la gente de su pueblo. Es como una meta que se ha propuesto ¡Ojala! _comentó la abuela_ Qué se le puedan lograr sus sueños, sus propósitos. Es una excelente idea. Apóyelo en todo lo que requiera que yo lo ayudo en lo que pueda, a fin de que eche adelante._ Concluyó la señora Carmen_

Al obtener su sexto grado, su madre decide residenciarse en la ciudad de Carora y lo inscriben en el Liceo “Egidio Montesinos donde se gradúa de Bachiller en Ciencias y con las más altas calificaciones. Una vez bachiller de la República, un familiar que vivía en la capital del estado, Barquisimeto, le ofrece ayudarlo y Carmencita, como una forma de pagarle a ese familiar, se ofreció para trabajarle en su casa, como doméstica.

Mientras tanto el joven bachiller se inscribió en al U.C.V. para estudiar la carrera de medicina. Al igual o mejor que en los dos niveles de educación anteriormente nombrados, brilló con luz propia, fue un estudiante destacado, responsable y cumplidos del deber adquirido. El principio de solidaridad, siempre lo tuvo presente con sus compañeros de estudio. Se entregó con todas sus fuerzas, pasión y dedicación a su carrera seleccionada. También se destacó como líder social y por las luchas y conquistas de los beneficios de los estudiantes.

Al poco tiempo el joven estudiante que con su gran esfuerzo y sacrificio logró satisfactoriamente culminar su carrera, la cual fue coronada con honores y se graduó de Médico Cirujano. Cumplió cabalmente con la norma, de hacer las pasantías en un Ambulatorio Rural y en el Hospital Central “Antonio María Pineda” de Barquisimeto, en todos sus servicios y especialidades.

Al año siguiente se dispuso y se inscribió para estudiar un posgrado en la especialidad de: Oído, Nariz y Garganta. Dos años pasaron, no hubo ninguna interrupción y las dificultades encontradas fueron superadas con mucho ahínco y eficiencia.

Pedro Adrián, seguía escalando con mucho éxito todos los objetivos y metas propuestas. Una Tarde lluviosa y reunidos en la Escuela de Medicina, el Rector de la Universidad les informa que se preparen para el acto  acto académico del posgrado. Ya se había acordado la fecha y era indispensable realizarla, como estaba previsto, debido a la situación política y no podía ser de otra manera, ya que, si se posponía, la incertidumbre podía ser un inconveniente inadecuado.

El joven y excelente médico de la República, alcanzaba el Título de Otorrinolaringólogo. Comenzó a trabajar en el Hospital Antonio María Pineda y en su consultorio privado. Luego de haber adquirido una sólida experiencia en esa especialidad decide ir a Carora y en el Hospital San Antonio de esa ciudad, atiende a sus pacientes sin cobrarles nada, como una manera de hacer de su práctica médica, ese ideal de ayudar a sus semejantes. Muchos fueron las consultas y las operaciones realizadas en ese centro asistencial.

Nunca olvidó a su pueblo natal y con sus propios recursos y medios construyó una pista de aterrizaje en San Francisco, donde cada quince días iba en su avioneta a atender a sus paisanos y familiares. Les donaba los medicamentos y no les cobraba ni un céntimo. Esta práctica era constante, despegaba del Aeropuerto de Barquisimeto, hoy Aeropuerto Jacinto Lara y aterrizaba en el Aeropuerto “La greda” de Carora y luego en la Pista de Aterrizaje en San Francisco.

El Dr. Pedro Adrián también se destacó como un luchador social y político, fue concejal de Iribarren y Diputado al Congreso Nacional por el estado Lara. Actuó con mucha fuerza contra la dictadura de Marcos Pérez Giménez. Hizo muchos aportes a la cultura en el ámbito larense. Fue miembro fundador del Colegio Médico del Estado Lara, la Clínica Acosta Ortiz, El cuerpo de Bomberos, El Aeroclub y El Zoológico Municipal. También hay que destacar que fue Gobernador interino del Estado Lara, en el año 1948.

CUENTOS DE MI COMARCA SAN FRANCISCO No. 2 DOCTOR PEDRO ADRIAN SANTELIZ

Foto cortesía de Wikipedia

Edecio R. Riera M.
Nació en San Francisco Parroquia Montes de Oca, del municipio G/D. Pedro León Torres del estado Lara Venezuela. Luego de obtener el título de Maestro de Educación Primaria, y posteriormente de Título de Profesor de Educación Integral ejerció la docencia por más de 30 años en el municipio Torres. En el año 2019, la Editorial “El Perro y la Rana del Ministerio de la Cultura, editó su Libro “Se Soltó el Diablo en Carora”, Versión Digital. Creador del “Método Activo de Lectura” para enseñar a leer y escribir a los niños a temprana edad a través de la estrategia metodología ludodidáctica. Aprender jugando. Primera versión (Manual Artesanal) ahora Tecnológica Digital), año 1983. Trabajo Lúdico. Pintor, Caricaturista, Publicista, Artesano de la Técnica “Repujado sobre Metal” Músico, Compositor. Autor de 55 Artículos narrativos (hasta ahora) de Historiografía Local, de personajes, hechos, sucesos, vivencias, de este municipio, los cuales están en espera; a objeto de que puedan ser editados en un nuevo libro. Desde el año 2008, fue contratado por el Ministerio del Poder Popular para la Cultura, como Operador Cultural en el municipio Torres, hasta la fecha.