Ensayo y foto cortesía de Luis Eduardo Cortés Riera. cronistadecarora@gmail.com
Lo primero que se nos ocurre pensar al dar inicio al presente ensayo, es que ha sido Inglaterra asiento de grandes innovaciones y técnicas científicas cruciales en la construcción de la modernidad. Fue la Pérfida Albión el escenario donde a mitad del siglo XVIII inicia la Revolución Industrial con la máquina de vapor y los telares de algodón, así como el gigantesco paso cognoscitivo de comprensión de nuestra propia especie que sale de las manos de Charles Darwin en 1859 con El origen de las especies, y finalmente la sinigual conmoción producto de la increíble y rápida creación de la informática de la mano del desgraciado matemático y filósofo Alan Turing (1912-1954).
A decir verdad, es posible que la Revolución Industrial que conocemos pudo bien desarrollarse y hacerse posible en China o bien en la India, civilizaciones que estuvieron en un tris de realizar tamaña transformación productiva, según sostiene Joseph Needham, científico británico. Otro tanto podemos decir de Darwin cuando se decide publicar sus investigaciones de 30 años, tras recibir una carta de un tal Alfred Russel Wallace, donde le informa que había llegado a semejantes conclusiones que las de él. Y finalmente es de verdad cosa sorprendente que se silencia que el padre de las ciencias de la información es un español nacido en la isla de Mallorca en el siglo XIII, Raimundo Lulio, quien inventa una máquina para traducir lenguas.
Como sabemos, y volviendo al Parque Bletchley, es que allí se logra acortar significativamente la desastrosa Segunda Guerra Mundial, cuando un equipo muy grande, mayoritariamente femenino, logra descifrar los códigos de guerra secretos de la gigantesca y brutal máquina de guerra que fueron los nazis alemanes y la todopoderosa Wehrmacht. Se trataba del Código Enigma que fue decodificado exitosamente por un joven matemático llamado Alan Turing. Tuvo muchos problemas con su equipo y con el gobierno británico, a tal punto que este genial proyecto y su enorme y primitiva máquina decodificadora llamada Colossus, estuvo a punto de ser torpemente cancelado en más de una oportunidad.
Turing la había creado 10 años antes en su mente y su realización material se produjo durante la guerra: la Máquina de Turing. Hogaño se ha determinado que la guerra fue acortada en casi dos años y que por consiguiente salva la vida de 14 millones de personas. El Reino Unido jamás reconoció decididamente este portento de Turing y hasta llega a condenarlo por su homosexualidad en 1956. Pidió disculpas por tamaña injusticia su graciosa majestad y el primer ministro británico en 2009.
Así como la Revolución Industrial atravesó el océano Atlántico y se instala con enorme éxito en los Estados Unidos, de manera parecida las ciencias computacionales encuentran mejor cobijo en Silicón Valley, Estado de California, convertido en el epicentro mundial de las altas tecnologías informáticas y sus nuevos barones: Elon Musk, Mark Zuckerberg, Steve Jobs, Jeff Bezos, Tim Cook, Susan Wojcicki. Ellos son los nuevos barones de la economía mundial que han creado el llamado Tecnofeudalismo, término creado por el economista griego Yanis Varoufakis, al que he llamado el McLuhan del siglo XXI.
Silicon Valley se ha desarrollado en relativos tiempos de paz con funcionarios que trabajan a cuerpo de rey, despidos masivos, quiebras bancarias, pandemias, a diferencia de Bletchley Park que debió hacerlo en los pavorosos días cuando la Alemania nazi trata de matar hambre al Reino Unido, rodeando estas islas de temibles submarinos que impedían la llegada de vitales suministros alimentarios y de armamentos a la Pérfida Albión.
Silicon Valley, como Hollywood, es idea que nace en el Este de los Estados Unidos, Nueva Jersey, para ser exactos, para luego instalarse en la bahía de San Francisco, California con gigantescos éxitos productos del ingenio y la innovación. Pero he aquí que aparece en el escenario un personaje no invitado: DeepSeek, que ha provocado una “convulsión tecnológica” y ha hecho temblar a la bolsa y a las grandes compañías como Meta y Nvidia. DeepSeek, dice The New York Times (31 de enero de 2025), es una empresa emergente china que puso a temblar las bolsas de valores y a la plácida existencia de Silicon Valley. Puso una Inteligencia Artificial más potente y a mucho menos costo al alcance de la mano del ser humano común.
Se trata de una de las variadas manifestaciones de la milenaria cultura Shanzhai de la copia y superación de los originales, que los chinos ven con respeto y reverencia, que se accionó para ocasionar en los días que corren un terremoto tecnológico y bursátil, que se produce de manera concomitante con otro movimiento telúrico que son las apresuradas e inveteradas decisiones que ha tomado el presidente Donald Trump en su primera semana de su segundo gobierno.
“Esta ha sido la semana en que los chinos han logrado avances increíbles en Inteligencia Artificial y los estadounidenses en estupidez humana. Lo siento, dice David Brooks (TNYT, 31-1-2025), pero observo el comportamiento del gobierno de Donald Trump durante la última semana y la única palabra que lo describe con precisión es: estúpido.”
Se produce una faceta inesperada del llamado Rompecabezas Needham, del que hemos hecho referencia antes: la revolución industrial no se produjo en China en el siglo XVIII, pero todo parece indicar que una enorme revolución digital tiene por escenario la gigantesca empresa humana que es la China contemporánea. Han logrado, dice El Confidencial, 17-6-2024, el primer comandante de Inteligencia Artificial militar del mundo, el primer Skinet de la historia. La ciudad china de Zhongguancun es ahora el nuevo Silicón Valley que los estadounidenses tratarán de frenar en esta inédita guerra de algoritmos. ¿Lo lograrán?
Carora. Estado Lara. República Bolivariana de Venezuela.
1 de febrero de 2025.