Por Luis Eduardo Cortés Riera. cronistadecarora@gmail.com

El semiárido de Venezuela es asiento de una de las más prodigiosas manifestaciones culturales, que se expresan fundamentalmente en música y literatura. Conformando una minúscula parcela, sin embargo, presenta el semiárido portentosa calidad musical. La geografía es un dato para comprender tan inusual excelencia. Es tierra seca que requiere de cooperación para proveerse del recurso agua. La constante irradiación solar nos ha hecho personas alegres, entusiastas y extrovertidas. Es el “calor seco” que exaltó Picón Salas llamándolo “cultura del calor”. El permanente calor le da a nuestros instrumentos musicales una afinación excepcional. Las noches estrelladas invitan a la comunión popular.

Fue por Lara donde se inicia la conquista y colonización, conformando el “triángulo colonial barroco”: El Tocuyo, Barquisimeto y Carora, desde donde se irrigará la cultura dominante peninsular. “En Lara nace lo nacional venezolano”, afirma Francisco Tamayo, pues tenemos variedad de geografías en donde y desde tal diversidad, se ha ido gestando un tipo humano medio y equilibrado, una completa fusión genética y cultural de los elementos aborigen, español y africano, de piel morena, una mestización casi completa, proclive a actividades grupales, portador de agudísimos sentidos para lo estético. La musicalidad larense es fenómeno colectivo: el tamunangue lo evidencia.

Sentido musical caroreño barrionovense. Ya en el siglo XVIII contaba Carora con “maestros de horganos”. En la actualidad es asiento de los mejores músicos y lutieres. Más allá de su núcleo urbano colonial y desde entonces se desarrolla el más extraordinario sentido musical en Barrio Nuevo, como expresión de lo mestizo, popular y de calle. Chío Zubillaga decía que: “El pentagrama, selecto nervio de nuestro espíritu, es el nervio de nuestra raza”. Otros dirán que “Carora sin Barrio nuevo es una guitarra sin cuerdas”. Es en esta barriada popular, del pardaje y bohemia, inclinada al tango, donde nacen Tino Carrasco, Juancho Querales, Los Hermanos Gómez, Min Suárez, y Rodrigo Riera.

Contrapunteo entre Rodrigo Riera y Alirio Díaz. Alirio es niño campesino, Rodrigo lo será de la ciudad. Ambos son extremadamente humildes, llegaran a la cumbre venciendo dificultades. Siendo limpiabotas conoce Riera al guitarrista Barrios Mangoré de visita a Carora, hecho que lo marcará. En 1939 ambos se conocerán, dando comienzo a una amistad perdurable. Se separan. Riera irá al estado Zulia y Díaz a Trujillo, donde tendrán experiencias académicas y radiales. Se rencuentran en Caracas en 1945 en la Escuela Superior de Música con Raúl Borges e impresionan a Vicente Emilio Sojo. Salen a comienzos de 1950 para España, luego de finalizar brillantemente sus estudios. Los recibe Regino Sainz de la Maza. En Madrid, dan su primer concierto, en París grabarán el disco El uno y el otro. Serán de igual modo alumnos sobresalientes de Andrés Segovia en Siena, Italia. Riera parte a New York y Díaz se queda en Europa como asistente favorito de Segovia.

Lo dionisíaco y lo apolíneo en Rodrigo y Alirio conforman una tensa armonía, pero también se complementan. Apolíneo será Alirio Díaz en lo racional y elevado. Rodrigo encarna lo terrenal dionisíaco, la sensualidad desatada. El tango, lo báquico y la bohemia, la improvisación creativa gravitarán en torno de Riera, en tanto que Alirio será la serenidad metódica distante de lo ruidoso y mundano, una presencia física como escultórica que emite cordura, íntima contemplación que lo hace fino escritor y ejecutante guitarrístico. Los une el sentido de lo popular en esta dicotomía planteada por Nietzstche. Alirio y Rodrigo representan la cultura popular y la cultura académica. Son en este sentido unos “intermediarios culturales”, según lo entiende Michel Vovelle, que conectan lo popular a lo elitesco y lo académico al común. Estos humildes hombres lograron escalar la cima guitarrística, lo que en modo alguno se produce en otros estratos sociales de Carora. La cultura popular, que entonces se abría paso, tiene en ellos reconocidos gigantes.

Luis Eduardo Cortés Riera
Venezolano, nacido en Cubiro, Estado Lara. Doctor en Historia por la Universidad Santa María de Caracas, 2003. Docente del Doctorado en Cultura Latinoamericana y Caribeña, Universidad Pedagógica Experimental Libertador, Barquisimeto. Cronista Oficial de Municipio Torres, Carora. Miembro de la Fundación Buría. Ganador de la Segunda Bienal Nacional de Literatura Antonio Crespo Meléndez, 2014, con el ensayo: Rafael Domingo Silva Uzcátegui, más allá de la Enciclopedia Larense, Psiquiatría y literatura modernista. Colaborador de las revistas literarias: Archipiélago, de México; Letralia; Carohana; Mayéutica, CISCUVE; Columnista del diario El Impulso de Barquisimeto. Autor: Del Colegio La Esperanza al Colegio Federal Carora, 1890-1937, La gallarda serpentina de El Negro Tino Carrasco; Ocho pecados capitales del historiador; Enciclopedia Temática del Estado Lara; Iglesia Católica, cofradías y mentalidad religiosa en Carora.