Autor: Edecio R. Riera M.

Carlos Alberto Santeliz, un joven caroreño que nació en la Maternidad “Juana Francisca Arriechi  de Carora, un cinco de abril de 1948, natural del barrio El Trasandino, del centro de la ciudad y que realizó sus estudios primarios en el Grupo Escolar “Ramón Pompilio Oropeza y  la educación secundaria en el “Liceo Egidio Montesinos”. Desde niño mostró un gran interés por la Educación Física, en algunas oportunidades llegó a comentar; que esa era su asignatura favorita, ya que, con esa materia tenía la oportunidad de hacer algunos ejercicios y a la vez, practicar cualquier deporte, y en especial el beisbol, su gran pasión; aunque en las instituciones educativas, estas prácticas eran muy insignificantes.

Carlos Alberto, fue el tercero de nueve hermanos, tres varones y seis hembras. Su padre un  gran trabajador, comerciante, especializado en el ramo de la Marquetería y en la venta de artículos de ferretería. Este joven, como todo muchacho preadolescente mostraba una inquietud muy singular: muy despierto,  muy  atento a cualquier manifestación que implicara la práctica   o la realización de un juego de beisbol, sin importarle que fuese de una caimanera. Entre los doce o trece años, Carlos Alberto, se inicia en los entrenamientos del beisbol, casi por intuición, pues bien, para esa época no existían Escuelas de Beisbol.

Él conoció a un grupo de muchachos, también de su edad, organizados  en  un pequeño equipo denominado “Aspirantes de Pueblo Aparte” y que más adelante se reorganizan con otro nombre. ”Las Estrellas Rojas”. Este grupo de deportistas, que con su propio esfuerzo construyeron un campo deportivo en el barrio “Manzanares”, a este campo deportivo denominado la playa de Chico Barco, se trasladaba todas las tardes este joven conocido por el remoquete de Pajarito. De esa manera se dio a conocer, con el fin de participar en las prácticas y los fines de semana en los juegos que ahí se efectuaban. Se puede destacar que Carlos Alberto, según la opinión de los jugadores del equipo Estrellas Rojas, solían comentar con estos  argumentos: Es muy “maluco, maloso”, pero tenemos que darle un chance, porque es el único que poseía un guante usado, pero en muy buenas condiciones, un bate y se le hacía fácil conseguir las pelotas. Sin embargo, siempre participaba con ese equipo, que estaba constituido por muchachos de Pueblo Aparte, muy humildes y cadentes de recursos económicos, construían sus propios guantes y mascotines, los mismos eran hechos  con retazos de cuero, goma y fardo. De igual modo a  los bates se les notaba lo rustico. Posiblemente los entrenamientos y los juegos que realizó con este equipo, pudo haber sido su primera experiencia o incursión en el ámbito beisbolero.

También se puede comentar que el aprendizaje logrado por este grupo de jóvenes fue el producto del interés que cada quien le dedicaba a su formación para estar siempre en forma. No existía un manager con los conocimientos necesarios e imprescindibles o un entrenador con ese mismo propósito, cada quien actuaba por su cuenta. ¿Por qué se decía que Carlos Alberto era muy maluco? Tal vez porque se ponchaba y no atrapaba las pelotas, cometía muchos errores. Esa característica de errático y de poncharse constantemente, es posible que se debiera a su gran estatura, y no tenía la flexibilización necesaria en su cuerpo para doblarse  o inclinarse para tomar las pelotas o batear. Su cuerpo en la actuación, significaba, una postura muy rígida y todo es posible que se  debiera  a  esa forma, que  le impedía  actuar de una mejor manera, más flexible en  todos los aspectos. Como se dijo antes, se incluía en el roster del equipo por sus implementos deportivos, debía aportarlos mientras se efectuaba un  juego. Todos los del equipo contrario se peleaban por colocarse el guante, y cuando se realizaban los entrenamientos de bateo, todos querían obtener por un momento ese guante en sus manos, era una satisfacción personal.

Estando en segundo  año, llegó un nuevo profesor de Educación Física, este profesor le quedó “como anillo al dedo“,  por cuanto organizó a un grupo de estudiantes para darles las prácticas de beisbol y al mismo tiempo constituyó un equipo donde participaría en un campeonato de estudiantes inter liceístas, por supuesto, el mayor entusiasmado fue “El Pajarito. Tenía una gran obsesión, un gran interés por convertirse en pelotero.

A los quince años tenía una estatura envidiable, aproximadamente media 1.80 cm y con una contextura fuerte, pesaba más de 85 kilos. Una figura especial para el deporte, en este caso, el beisbol.

Es de la mano de Cesarito  Castillo. Quien se propuso organizar un equipo de beisbol  con estudiantes del Liceo Egidio Montesinos, que por cierto logró constituir un poderoso equipo, tanto en la defensa como en la ofensiva. En este equipo, se puede destacar a un grupo de compañeros de estudios de Carlos Alberto, que se destacaron por una magnífica actuación, entre ellos: Manuel Campos, Gaudí Crespo, Freddy Lameda, Asdrúbal Figueroa, Manuel Herrera y Emerson Corobo. En el año 1965, lo seleccionan para formar parte del Equipo Juvenil del Estado Lara, que nos representaría en la capital de la República en el Octavo Campeonato  Nacional Juvenil. En dicho certamen ganó el Campeón Bate con promedio de 483, se fue de 29-14 y conectó 4 jonrones e impulsó 12 carreras. El mejor pelotero de ese campeonato. En esta etapa la fanaticada lo empezó a reconocer, a valorar, a respetarlo, se les fue olvidando El Pajarito  mal bateador y errático. Con esta acción se había convertido en un ídolo. Con esta organización, fue incluido  por segunda vez con la sección juvenil de Lara, en el IX Campeonato a disputarse esta vez en Barquisimeto, año 1966, de nuevo obtiene una excelente actuación, quien terminó entre los mejores jonroneros e impulsadores de ese campeonato. Se cuenta que su participación como amateur  la realizó con el equipo “Expresos Maracaibo” y normalmente debía que trasladarse a la ciudad  de Barquisimeto y esta empresa de transporte le financiaba con los viáticos.

Varios scouts hicieron todo lo posible por firmarlo. El Pajarito estaba  casi listo y estuvo a punto de ser firmado para la división de Los Tigres de Aragua. Sin embargo, es Don Antonio Herrera Gutiérrez, quien logra  firmarlo para “Los Cardenales” por cinco mil bolívares y luego lo firma el scouts Napoleón Reyes, para Los Bravos de Atlanta.

El señor Don Ricardo Santeliz, padre de Carlos Alberto, se convirtió en un excelente y peculiar imitador de los pájaros. Muchas personas  que lo conocieron y le oyeron silbar con tal maestría  llegaron a comentar que poseía un oído musical de gran calidad, podía lograr  con una excepcional cualidad de excelencia; tonos tan agudos y profundos y al mismo tiempo, sin ninguna dificultad producía los más  graves y se paseaba por los intermedios, alcanzando con ellos, articular una serie de notas musicales, compases en perfecta armonía. Un verdadero  artista en la formación de los acordes musicales, más con el ritmo que él le proporcionaba, daba la impresión al oír esos sonidos onomatopéyicos que podían constituir una especie de opereta, una sinfonía o una  suite.

De otro modo, otros pensaron que pudo haber sido un excelente músico o cantante; por esas condiciones innatas que él poseía. Se podía afirmar que actuaba como una flauta humana o mejor dicho un singular “Pìcolo natural”, capaz de reproducir notas musicales en cualquiera de las escalas, con una impresionante armonía; que no le quedaba dudas a quien  lo oyera.

Entre los pájaros a los cuales imitaba se pueden mencionar: El Turpial, El Gonzalito, La Paraulata, El Cristo Fue, Juan Gil, El Azulejo, El Arrendajo, Las Palomitas, El Cucarachero, El Canario, El Cardenalito, Los Binguitos, Congós, San  Antonio, Loros,  Chemecos, El Colibrí, entre muchísimos otros. En fin todos estos sonidos componían una gran sonata muy particular que la  operacionalizaba con una magnifica exactitud y precisión, que otros llegaron a opinar que superaba el trinar de los pájaros y cuando el actuaba  imitándolos era sinónimo  de llamado, de convocatoria, porque inmediatamente comenzaban a aparecer muchísimos pajaritos y se constituía una excepcional orquesta de instrumentos de la familia “Viento-Boca y Pico. Una gran parte  se posaban en las ramas de un hermoso y frondoso Cují, cuyo verdor hacía resaltar el colorido de dichas aves. Por otra parte una gran Vera con sus flores amarillas y  un Yabo que todo el tiempo estaba lleno de abejas  y dos de Semerucos, todos tenían garantizado su alimentación. Incluso a los Colibríes los atendía de una manera muy singular.  Otros amigos que también lo conocieron muy bien, comentaban, que Don Ricardo pudo ser un magnifico director; por esas cualidades musicales que él poseía.  Con su actitud placentera conminaba a percibir una magistral obra artística, propia del mejor pintor paisajista-realista; que con la gama de colores del plumaje de las avecillas volátil  y por otra parte el audio de los distintos sonidos onomatopéyicos, prácticamente, ese espacio se transformaba en un estampa o mejor en una tarjeta cual árbol de navidad y con el agregado del  audio tan  especial se  lograba  mediante esa  articulación, un  ejercicio de un estímulo condicionado. Familiares y amigos que lo conocieron desde su infancia llegaron a afirmar que nunca se molestó, no se sentía ofendido, y  bien, aceptaba sin recelos que lo llamaran así, de esa manera.

Por lógica ese apodo, Carlos Alberto lo heredó  de su padre y se puede concluir, que el origen de ese epíteto  se debió a esa forma de imitar con su silbido y su voz  a un sin número de pájaros, para  invitarlos a su casa donde les proporcionaba comida y de  la misma manera les construía  casitas a objeto de que se hospedaran, empero, sin tenerlos enjaulados. A los colibríes les colocaba unas botellas de esas que se usan para suministrarle un suero a un paciente recluido (Cuenta gotas). Esas botellas las llenaba con agua azucarada y en el recipiente donde se depositaban las  gotitas, del líquido,  estas pequeñas aves lo tomaban sin ninguna dificultad. Toda esta pajarería interactuaba de la mejor manera,  “libre como el viento” y de esa forma podían convivir en su residencia y los que no lograban hacer sus nidos en las  casitas, no tenían ningún inconveniente en visitarlo en el momento en que él los convocaba con su silbido; con un propósito muy especial: compartir la comida,  el agua y  con el trinar, convertir esa escena, en un paisaje musical, en un espectáculo lleno de armonía y de emotividad; el cual significaba para él  un disfrute personal muy  hermoso, en el que podía experimentar una sensación de satisfacción y extasiado en  su logro, se adhiere por instantes,  cerrando sus ojos en la contemplación   panorámica del  horizonte, como un sueño que alguna vez tuvo y  que ahora lo concreta, lo hace posible y lo convierte en realidad, al poder  percibir  visual, auditivamente su creación mágica. ¿Qué pensaba? ¿Por qué lo hacía? ¿En esa concentración  podía visualizar imágenes afectivas?  ¿La contemplación le traía algún recuerdo especial? No se obtuvo  ninguna respuesta a estas interrogantes. Solamente él  podía decodificar el significado  de su accionar.

No se sabe si Don Ricardo, estudió  la teoría de Pavloc, sobre los “Reflejos Condicionados”, empero, pudo corroborarla, ya que,  les  suministraba alimentación: maíz, arroz,  cascaras del maíz, y otros alimentos, además del  agua y con los silbidos que emitía  lograba reunir multitudes de pajaritos que  constituidos en forma efectiva en los músicos de una excepcional y extraordinaria orquesta,  interpretaban: Operetas, sonatas o quizá suites. Esa panorámica era todo un espectáculo  caracterizado  por toda una combinación  de tantos y diferentes trinos al mismo tiempo, y que no  era  imposible  inferir en  considerar como una gama  policromàtica la ejecución de agradables sonidos al oído humano. (Un acontecimiento musical sin precedentes).

La realidad  de estas escenas significaba un concierto que ofrecían la multitud de pájaros que gorjeaban con su canto al producir algunos quiebres. Son articulaciones emitidas de forma imperfectas, otras escenas  las lograba convocando, reuniendo y estimulando a ese gran conglomerado de pequeñas aves silvestre, y  creando  con ello un símbolo  o  adorno  figurativo que consistía  en la repetición o sucesión rápida y alternada de dos o más notas que se repiten con más o menos regularidad  y de   igual duración.

Un acto casi increíble, épico inédito, único y maravilloso, que a lo mejor, con la tecnología  que existe hoy día, se hubiese  logrado dar esa demostración de musicalidad intuida por un reflejo condicionado.

Una experiencia similar a esta, fue lograda por un profesor de música, de origen ruso pero con pájaros encerrados en diferentes jaulas y de forma vertical, una sobre la otra. Se les proporcionaba alimentación y al mismo tiempo se les colocaba piezas musicales de grandes compositores de música clásica y los pajaritos lograban reproducir notas en ese orden de cómo habían sido organizadas,  tanto en el orden ascendente como descendente. (Publicación de la Revista SPUTNIK)

Según Ricardo Santeliz el segundo de sus hermanos, mayor que él, que también incursionó  en el beisbol, en datos suministrados al profesor Emerson Corobo, compañero de estudios y del equipo que se conformó en el liceo. En  una entrevista concedida con motivo de los cincuenta años de la horrible tragedia de Maracaibo.

Cuenta que su hermano debutó en el beisbol profesional venezolano con Los Cardenales, en la temporada (1966-1967). Ese mismo año participa en varios juegos de la temporada 67-68, juega en 42 encuentros. Por su estatura, lo convierten en primera base y batea para 293 puntos, este promedio le da el Título de “Novato del año”.

Esa denominación fue otorgada por la Liga Venezolana de Beisbol, por unanimidad del Círculo de Periodistas Deportivos de Venezuela y bateó 413 para Cardenales. (1968-1969) En ese mismo año viaja a los Estados Unidos para jugar en Las Ligas Menores Clase “A” con el West Palm Beach y en esta liga batea un promedio de 280 y luego fue ascendido a “A A A”. Comenta, que en tres temporadas como profesional; consigue 277 turnos en 99 partidos, anotó  16  carreras, conectó 78 hits,  14 dobles y 4 jonrones. Impulsó 29 carreras y se robó una base. Estos datos estadísticos fueron de su última temporada.

En su primera temporada en EE UU, tuvo un promedio de 315 con 100 carreras impulsadas y 28 vuela cercas. El 23 de julio fue seleccionado como Primera base, en el Juego de Las Estrellas, debutando  de esa manera como el Novato de Los  Bravos de Atlanta, en el Estadium Robert F. Kennedy, en Washington D.C.

Continúa aportando otros datos muy significativos su hermano Ricardo, con motivo del accidente aéreo. Don Antonio Herrera G., su hijo Alberto Beto Herrera, el nuevo gerente de la organización, el señor Alì  Hernández  y Carlos Alberto, llegaron retrasados al aeropuerto Grano de Oro de Maracaibo y no tenían el  cupo  para abordar el vuelo 742 de Avensa en un avión D C-9, que cubría   la ruta Maiquetía- Maracaibo Grano de Oro- Miami. Es por la gestión del Premier Arturo Celestino Álvarez, quien el día anterior había dejado la gerencia de esa divisa caroreña, consigue que la empresa accediera y los ciudadanos antes nombrados, lograran adquirir los boletos para poder viajar en dicho aeroplano. Estos últimos datos los aporta la Licenciada Sonia Venezuela, en su Blog  Venezuela e Historia

El accidente sucedió el día 16 de marzo de 1969, al despegar la nave del Aeropuerto Grano de Oro de Maracaibo con destino a Miami,  EE UU  en donde fallecieron 155 personas, entre los tripulantes, pasajeros y habitantes del barrio Ziruma y la Urbanización La Trinidad. Más de 100 personas resultaron heridas y muchísimas viviendas fueron destruidas  por los efectos del impacto y el desastre causado  que se produjo por el impresionante,  horrible y conmovedor accidente.

Como consecuencia de ese accidente, fallecen el señor Alì Hernández, Don Antonio Herrera Gutiérrez, su hijo Alberto Beto Herrera y Carlos Alberto Santeliz “El Pajarito” Además de estos cuatro caroreños dedicados al beisbol organizado, también se contabiliza a “Isaías  Látigo  Chávez, “Un gran prospecto”, un excelente pitcher, a pesar del poco tiempo interactuando en el beisbol profesional, una gran pérdida para el equipo Magallanes, para toda esa gran fanaticada de dicho equipo,  para el beisbol en general.

Carlos Alberto Santeliz, El Pajarito, apenas descollaba en esta disciplina deportiva, deja un gran vacío en este ámbito deportivo, en donde se perfilaba como todo un gran profesional, una gran esperanza de poder ver a un gigante por su estatura en la gran carpa, a un caroreño vestido  con la etiqueta de Grandes Ligas y como el primer tórrense en conquistar y escalar la cúspide de una pirámide, que muchos desean, anhelan y luchan por lograr esa meta.

El Pajarito, la  mejor selección que había hecho   Don Antonio, su gran esperanza para la causa del Cardenales. Un distinguido y excelente gladiador por edificar su futuro personal, como un objetivo a lograr, se lo llevó  consigo en ese viaje fatídico, que le truncó  una gran oportunidad de coronarse como uno de los grandes, como una estrella de esa disciplina deportiva. Se fue y no dio chance de adquirir el boleto de regreso. El Pajarito, quien el destino le truncó  esa  gran posibilidad de emprender un vuelo muy alto. Sus alas fueron cortadas y no pudo más volar y su trino se silenció, se apagó, se extinguió y no fue posible oír otro sonido,  que el rugido desgarrador  que emitió el aparato  con  forma de pajarraco  al arremeter con furia y violencia para estrellarse   en ese conglomerado humano,  llevándose por delante todo lo que estuvo a su alcance, causando un gran desastre, y una gran tragedia lamentable.

Carlos Alberto, contrae matrimonio el 24  de  diciembre de 1968, con Milagros Salazar, nativa de esta ciudad, en quien deja   una niña y en estado de gravidez de  Carlos Alberto Junior, su primogénito que no conoció debido a ese terrible accidente aéreo que causó una gran pérdida y enlutó a muchas familias venezolanas y en particular, el hondo vacío que dejan estos caroreños,  emprendedores, empecinados y amantes distinguidos  de esta disciplina  deportiva.

Esta tragedia conmovió las fibras humanas de los caroreños y torrenses, fue una gran manifestación de solidaridad, de aprecio, de afecto, de cariño, de amor, de dolor, de valoración, a estos seres que de alguna manera se habían  empeñado en hacer de la Divisa del Cardenales, un equipo que fuera reconocido por su constancia y dedicación, como una organización prestigiosa que pudiera influir en las nuevas generaciones, en la formación deportiva con  la certeza de evitar el ocio dañino y en su lugar crear escuelas deportivas.

Es entonces  su hermano Ricardo, quien toma la palabra e inicia en  organizar un buen grupo nutrido de niños, a fin de constituir una escuela de beisbol infantil y en poco tiempo, esta pequeña Liga Deportiva denominada “Carlos Alberto Santeliz”, es reconocida por otras instancias y pasan a formar parte de Los Criollitos de Venezuela.

Como homenaje a su trayectoria deportiva y como reconocimiento a esa labor tan significativa. En su ciudad natal han denominado algunos espacios públicos con su nombre, tal es el Campo Deportivo” Carlos Alberto Santeliz”, calles, avenidas, clubes de beisbol. Ligas Deportivas, campeonatos entre otros.

De igual modo en varias Parroquias se han denominado también espacios públicos que llevan su nombre.  Es propicio esta ocasión para solicitar al ciudadano Alcalde del municipio G/D. Pedro León Torres, y a los señores Concejales, la posibilidad de crear una orden  con  ese nombre  con el fin de reconocer los  méritos y  labor deportiva que ejecutan varios compatriotas que se han destacado en ese deporte y merecen un reconocimiento y nada mejor y significativo que se distinga con el nombre de Carlos Alberto Santeliz, “El Pajarito”.

De CUENTOS  PARA  LA  HISTORIA Nro. 8.-

Imagen Destacada Obra Los Pájaros de Carlos Rivero, suministrada por el autor

 

Edecio R. Riera M.
Nació en San Francisco Parroquia Montes de Oca, del municipio G/D. Pedro León Torres del estado Lara Venezuela. Luego de obtener el título de Maestro de Educación Primaria, y posteriormente de Título de Profesor de Educación Integral ejerció la docencia por más de 30 años en el municipio Torres. En el año 2019, la Editorial “El Perro y la Rana del Ministerio de la Cultura, editó su Libro “Se Soltó el Diablo en Carora”, Versión Digital. Creador del “Método Activo de Lectura” para enseñar a leer y escribir a los niños a temprana edad a través de la estrategia metodología ludodidáctica. Aprender jugando. Primera versión (Manual Artesanal) ahora Tecnológica Digital), año 1983. Trabajo Lúdico. Pintor, Caricaturista, Publicista, Artesano de la Técnica “Repujado sobre Metal” Músico, Compositor. Autor de 55 Artículos narrativos (hasta ahora) de Historiografía Local, de personajes, hechos, sucesos, vivencias, de este municipio, los cuales están en espera; a objeto de que puedan ser editados en un nuevo libro. Desde el año 2008, fue contratado por el Ministerio del Poder Popular para la Cultura, como Operador Cultural en el municipio Torres, hasta la fecha.