Por Maria Dolores Ara

Un hombre, el General, recibe después de 41 años de no verlo, a su antiguo amigo y compañero, Konrad, con quien tiene algo crucial que aclarar. Se prepara para recibirlo como si el tiempo no hubiera pasado, al punto de recrear la escena de la última reunión  tal cual como quedó hace años y así propiciar la confidencia que necesita. Para este momento se ha preparado toda la vida;   se han cumplido las tres etapas  que todo conflicto requiere para cuajar y llegar a su fin: la rabia, el diseño de  la venganza y la espera….Ha llegado el fin de la espera y se va a consumar la venganza.

El repaso de su antigua amistad data desde los 10 años, cuando se conocen. Se describe a  Konrad como alguien que no expresa emociones, que depende demasiado de las demostraciones de afecto, cuya  clase social y económica  lo distancian del General, así como su pasión por la música, que  es lo único a través de lo cual muestra un mundo oscuro que no se manifiesta en la vida ordinaria, y que hábilmente sabe ocultar. Va de segundo en el artículo

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En este presente amargo, donde vuelven a encontrarse, el General quiere una sola cosa: la verdad. Porque la verdad no es la realidad. Y a esto va a dedicarse la historia: a desentrañar y diferenciar los hechos, de los motivos de los hechos;  lo que pasa, de lo que está oculto bajo lo que pasa; lo que parece, de lo que es. El último día que se vieron, Konrad intentó asesinar al General, y éste supo que su mujer, Kristina,  lo traicionaba con Konrad.  A la mañana siguiente del atentado criminal fallido, Konrad ha huido sin dejar rastro, el General se marcha de su residencia  a vivir en una cabaña de sus posesiones, y Kristina se queda sola en el  castillo hasta que muere 8 años después sin saber nada de ninguno de los dos.

Este encuentro marca el final de sus vidas, el final del sufrimiento y de lo único que todavía los une: la revelación de verdades que el tiempo, la distancia y la muerte han sepultado hasta ahora. Y que constituyen la venganza del General contra la cobardía, la evasión y la perfidia de Konrad.

La realidad se puede enmascarar, disfrazar y ocultar. Se la puede explicar y justificar. Se puede modificar nuestra relación con la realidad: olvidar, perdonar y esperar. La verdad, en cambio,  es inmutable y solo queda conocerla. No hacerlo es fuente de lo más indigno. Y a ello se ha dedicado el General con pasión. Más de 40 años entregados a desenmascarar la verdad para ponérsela delante a aquel hombre que lo engañó, lo traicionó y quiso matarlo. A los 70 y pico de años es un lujo que puede permitirse.

“Los corazones humanos también tienen sus noches”. Y en algunos nunca llega la luz del día.

maria_ara@hotmail.com

Fuente: Edición 15 Aldea Magazine