Por Nelson Ures Villegas. (En mi texto inédito: SANARE, SANARÉ)
Sanare ciudad novia
de amplio corazón y de paisajes
enamoras con tus tonos de verdes al poeta
y con tu brisa montañera inspiras mis cantares.
Me enamoré de ti siendo tan niño
como quien se enamora de su maestra de primaria
con su vestido de doncella
y sus manos de paloma en la pizarra.
En tus días de vegetal festividad exhibes
los verdes de tu lienzo en acontecer e historia;
verdes de un maíz ancestral
resistiendo junto el amparo laborioso de manos campesinas.
Monte Carmelo, Bojó, Palo Verde, y más allá,
donde guerreros Jirajaras
regaron con su sangre la semilla
y donde el agua de ríos y manantiales
extienden su dulzura y e infinita maravilla.
Verde de lejanía
que con el cielo dan ganas de ser el vuelo de colibríes y neblina,
verde de las lagunas
queriendo ser espejos de lomas y de cerros,
tributos de frescura y promesas de fortuna
Verdes de los helechos
temblando por el frío del rocío mañanero
coqueando en los caminos, prestos para alguna conquista,
de una jovial rosa o de una recién bañaba margarita.
Verde que si es verano se esconde en la esperanza
de volver con la lluvia portando el estandarte de la madre natura,
verde claro, oscuro, tenue o a veces transparente
al asomarse al claro de la noche
a ver la luna llena
y disfrutar galante los piropos de un cielo y sus estrellas.
Yo, solo tengo ojos de amante para verte,
verte reverdecer en mis recuerdos.
«Verde que te quiero verde» como dijo el poeta,
también te quiero así; comarca altiva en tu paisaje:
libre, sana, valiente y resistente
como bendición esmeralda de dioses
en mi humilde paleta de pintor y poeta.
Fotografía: Luis Cortés Riera. Barquisimeto-Venezuela.