Por  María Dolores Ara

En los últimos tiempos se viene usando la palabra demasiado, “demasiado mal”.

“Demasiado” es un adverbio de cantidad que se forma con la unión de la preposición “de” y el adverbio de cantidad “más”. Por lo tanto, su sentido inmediato y más exacto sería usarlo para describir lo que está “de más”: que sobra o excede límites aceptables.

De hecho, significa exceso. Para que algo “exceda” algún límite, debe tener límites; por lo tanto sólo puedo aplicarle el calificativo de “demasiado” a la materia, a lo tangible: una sopa puede estar “demasiado” caliente, y un café puede tener “demasiado” azúcar. Un  pantalón puede quedar “demasiado” grande, y una casa puede ser “demasiado” pequeña. En cualquiera de estos casos, el uso de la palabra indica una valoración negativa: si algo tiene o está “demasiado” así o asá; está mal. Nada en exceso es bueno: ya lo decían los filósofos.

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Pero, resulta que nos topamos en estos tiempos que vuelan, con el  uso de “demasiado” aplicado a nombres abstractos, intangibles y… ¡con valoración positiva! ¿Quién no ha oído: “él es demasiado bello”,  o  “esa película es demasiado buena”? No existe tal cosa como exceso de bondad o de belleza……., y en caso de que así fuera, estaría mal. Significaría que al sobrepasar los límites,  no se conserva ni lo bueno, ni lo bello; pasando a convertirse en feo y malo. Todo lo contrario de lo que se quiere decir. Porque ,suponemos, que el hablante tiene la intención de evaluar como muy positivo lo que considera “ demasiado” bueno y bello. El lenguaje posee una cantidad considerable de paradojas que, en casos como éste, pasan  a la categoría de pesadillas.

Para rematar el tema, también se aplica a lo que disgusta: “ese carro es demasiado malo”, “el examen estaba demasiado difícil” , “ lo hiciste demasiado mal”. ¿Qué quieren decir? ¿Qué si rebasa las fronteras de lo malo, pasa a ser bueno? Estamos seguros de que se trata de todo lo contrario: “demasiado malo, o difícil, o mal”  quiere decir “peor que malo”. Así como, lo que es “demasiado” bueno, pretende expresar “mejor que bueno”. Aquí entre nos, y medio en secreto,  es mejor dedicarse sencillamente ( no hay nada mejor que lo sencillo para expresarse) a usar los términos: muy, y el sufijo “ísimo”. Muy bueno, muy difícil, bellísimo, malísimo,  dan perfecta cuenta del grado de aprecio o rechazo con que valoramos las cosas. ¿Por qué hacerlo mal, si es más fácil y mejor hacerlo bien?

Y, por favor, no quieran  a nadie “demasiado”. Puede llegar a ser francamente inconveniente. Su pareja se lo agradecerá y el idioma más.  Quizás, demasiado.

Fuente: Edition 13 Aldea Magazine