Siguiendo con la tarea de promover la categoría de «cuentos», publicamos para ustedes varios cuentos tomados del segundo tomo de la «Enciclopedia Larense», del autor venezolano Rafael Domingo Silva Uzcátegui, de su tercera edición, publicada en el año 1986.
Dichos cuentos nos hizo recordar etapas de nuestros primeros años en lugares que el menciona en su libro, y además de las múltiples veces que lo escuchamos a él contando los cuentos de los duendecitos, que ahora les publicamos. El decía que esos duendecitos vivían en ciertos países europeos y también en su ciudad natal «Curarigua» en el Estado Lara, en Venezuela
Los Duendes.
En la imaginación de nuestro pueblo son unos hombrecitos del tamaño de un niño de cinco años, que usan siempre unos «sombrerotes”. A veces, le dan por perseguir a una muchacha. No dejan entonces tranquila a ésta: le tiran piedras, terrones, la escupen, etc. En una ocasión una joven era víctima de uno de ellos, hasta que la aconsejaron que se pusiera en el pecho un escapulario del Corazón de Jesús. Así lo hizo y al ella entrar después en su cuarto, le tiraron una pelota de barro que le cayó en el pecho, precisamente sobre el escapulario. Pero desde entonces el duende la dejó en paz.
Esto lo oí referir como cosa muy cierta en Curarigua, un pueblo muy pequeño, pero tan rico en leyendas, que no he conocido otro que en ello le iguale. Allí, casi no hay sitio que no sea objeto de alguna historia de ese género. En La Aguadita salen de noche, vendiendo empanadas, debajo de una enorme ceiba. En el camino de la antigua hacienda El Cepito, llamada después San José, hace años espantaban a los transeúntes que se atrevían a pasar de noche cerca de un gran cotoperiz que allí existía. En San Pedro hay un estanque donde sale una serpiente que se transforma en mujer.
Las dos leyendas que siguen me las refirieron en un campo del mismo pueblo.
Los Encantos.
Son lugares habitados por seres misteriosos y donde no se puede entrar impunemente. Sólo pueden hacerlo sin peligro los individuos que tengan el nombre de Juan y eso únicamente el Jueves Santo. El encanto es regularmente una cueva o gruta enclavada en una montaña, en parajes solitarios.
En jurisdicción de Curarigua hay varios. Uno de éstos, en el sitio llamado Cacheo. Una vez se metieron en él dos individuos, uno llamado Juan y el otro Pedro.
Juan vio un gran cambural plantado en un sitio delicioso, por donde corría una gran fuente. A orillas de ésta, había unas niñas muy bonitas con el cabello muy largo.
Pedro no percibió nada de eso. Pero cuando venía de regreso hacia fuera, tuvo la curiosidad de asomarse por un hueco que había en una de las paredes del encanto y que antes no había apercibido; cuando salió le preguntaron qué había visto, y se privó, y cada vez que le interrogaban qué era lo que allí había, perdía el conocimiento.
Es de observar un hecho curioso que no deja de tener importancia para la Psicología. En las leyendas árabes figura casi siempre un mercader y los lugares encantados son regularmente subterráneos o grutas llenos de oro, piedras preciosas, telas riquísimas, fuentes de oro, etc., es decir, cosas que corresponden a la mentalidad de un pueblo de mercaderes. En Curarigúa, por lo contrario, lugar donde la principal ocupación es la agricultura y se padecen fuertes veranos bajo un sol abrasador, la imaginación popular no sueña con oro ni pedrerías; para ella, un encanto es la frescura de un cambural, con una fuente abundosa y mujeres bonitas de cabellos largos. Quizá esta longitud de los cabellos no sea tampoco inmotivada, puesto que así protegen mejor de los rayos del sol. Sin embargo, es curioso que en otras visiones leyendarias, aparezcan asimismo sujetos con la barba larga.
El Pozo del Viejo.
En El Tíber, campo cercano a Curarigua, donde hay una hacienda de cañas, existe un pozo que llaman El algibe o El pozo del viejo, porque una noche un peón que estaba regando vio un viejo con una barba que le llegaba hasta las rodillas. Este se le apareció junto al pozo y le preguntó por un tal José María. El regador le contestó que estaba paileando en Cacheo. Entonces el viejo desapareció.
Dicen las gentes del lugar, que el pozo es misterioso. Tiene muchos peces, añaden; en verano se seca completamente, y aunque entonces le echan basuras, vástagos de cambur, cepas de caña, etc., para borrarlo, en el invierno vuelve a aparecer como antes y con sus peces.
Relato de otro regador.
En la montaña de La Providencia, del mismo lugar, estaba un día domingo un peón regando. Apareciósele un hombre extraño y le preguntó que por qué estaba trabajando en día de fiesta.
El le contestó que tenía necesidad. Entonces el desconocido le dijo que fuera con él, para darle dinero. El peón le obedeció y siguió hasta la puerta de una cueva que habia al pie de un cerro. Allí el aparecido le dijo que lo esperara mientras iba a buscarle plata. Diciendo esto, penetró en la gruta, pero al peón le dio miedo quedarse aguardando y se fue.
Existe la creencia de que en las quebradas hay siempre duendes que son los dueños del agua. En las cercanías de Yaritagua, hay una cadena de montañas donde es fama que está un encanto, en el Cerro de María Leonza. Los cazadores aseguran que allí no se puede no solamente cazar, ni siquiera entrar.