Por: Henry Vargas-Ávila hvargasavila@gmail.com
La Virgen del Rosario, es igualmente una devoción protectora. Existen en Carora dos vírgenes del Rosario, una ibérica y otra indígena -americana. La primera es la patrona de la ciudad de blancos que es Carora, en tanto que la segunda es una virgen india y morena que arraiga en un pueblo de doctrina de indios contiguo a Carora: la mariana población de Aregue. La patrona de Carora tiene su nicho y feligresía en la iglesia de San Juan Bautista, en tanto que los devotos aborígenes y mestizos de “La Chinca” la adoran en una iglesia construida a mediados del siglo XVIII. Los españoles ven a la virgen del Rosario como la responsable del triunfo ante el infiel turco en la batalla de Lepanto.
Ahora bien, existía igualmente la imagen femenina representada en la virgen del Rosario, defensora de los sometidos. Los ibéricos le otorgaban a su despejada apariencia su victoria sobre la desleal treta en la famosa Batalla de Lepanto, el día jueves, 27 de septiembre de 1571. Este trascendental hecho motiva que sea declarada patrona de Carora, ciudad fundada tres años antes de la batalla.
Esta patrona de los blancos de Carora contrasta con la Chiquinquirá de varios modos. Fue si no en el siglo XVII cuando se establece esta deidad femenina natural del Reino de Nueva Granada: la virgen del Rosario de la Chiquinquirá en la población de indios de Aregue, al norte de Carora.
Virgen aindiada y de claro aspecto de morena, que es como resultado de una conjunción mestiza. Luis Cortés Riera:
Es la Chiquinquirá, uno de nuestros mitos fundacionales. Epítome de lo aborigen y de lo hispánico será aquel lienzo espectacular y sus milagros, que por el mes de octubre y en la segunda temporada de lluvias, celebra, rutilante y esplendorosamente, sus multitudinarias, rumbosas y pirotécnicas festividades en su honor. Tenemos fiestas, dice el mexicano Octavio Paz, porque no tuvimos Ilustración.
Acá de hacer una distinción tajante. El precursor es el símbolo de una teología masculina que tiene como asiento a la ciudad de blancos de Carora. En tanto que La Chiquinquirá es la representación de una teología femenina con enorme poder de convocatoria que es venerada por los Otros, los que no tienen sus raíces afincadas en la península. Se trata entonces de dos arquetipos como enfrentados, el masculino de los blancos de Carora, y el femenino de los indios y mulatos de Aregue.
El fervor popular es lo que enaltece la devoción de la virgen india. Es la gente de los estratos más bajos de la población, analfabeta en muchos casos, los que la adoran. Agricultores, choferes, amas de casa, comerciantes, peones de hacienda engrosan los actos celebratorios de la virgen en el mes de octubre, ocasión que coincide con la segunda temporada de lluvias del semiárido larense venezolano.
El marinismo nuestro no es solo venezolano. Es, por el contrario, una devoción continental que va desde Canadá, pasando por los Estados Unidos hasta Argentina. La mariología en Latinoamérica es una religión que no se atreve a decir su nombre, dice Bolívar Echeverría. La salvación tiene entre nosotros nombre de mujer.
La importancia de la devoción mariana siempre ha sido clara en la vida de la Iglesia en América. Para ello citamos en resumen la Ira Conferencia General del Episcopado Latino Americano C.E.L.AM. (1955), cuando dice que, “No olviden nuestros sacerdotes y fieles que en el Santo Sacrificio de la Misa, en la Comunión frecuente y diaria, como en la devoción a María Santísima, Madre y Reina del continente americano, encontrarán el secreto de la fecundidad para la labor apostólica”.
Cortés Riera: Hace un interesante cotejo entre la virgen india de Aregue y los creyentes hispanos y criollos de esta devoción, basándose en la antropología estructural de Claude Leví-Strauss. Veamos:
Ayamanes, Ajaguas Jirajaras | Españoles, criollos |
Grupo | Individuo |
Seco | Húmedo |
Tierra | Mar |
Agricultura | Comercio |
Pueblo de Indios (Aregue) | Pueblo de Blancos (Carora) |
Tiempo circular | Tiempo Lineal |
Sociedad Matriarcal | Sociedad Patriarcal |
Teología Femenina | Teología Masculina |
La antropología estructural de Levi-Strauss aplicada al fenómeno mariano de Aregue de la virgen de la Chiquinquirá. .
La importancia en destacar que la Chiquinquirá fue en sus inicios veneración de los aborígenes de centroccidente, pueblos precolombinos del semiárido que viven de la agricultura. Agrupados de manera matriarcal, fueron fácilmente permeados por la advocación femenina neogranadina. Para los españoles y sus descendientes la mujer es de igual manera protectora. Se le presenta a un comerciante llamado Cristóbal de La Barreda luego de un naufragio en el mar Caribe. Agradecido porque cree que ella intercede en su salvación, manda a construir una iglesia en su honor en 1746. Este será el comienzo de la multitudinaria festividad de la Chiquinquirá que nos llega hasta el presente.
Tal es el arraigo popular de la virgen india que ella se ha convertido en la patrona del municipio Torres y como tal convoca sus devotos desde el vecino estado Falcón, el municipio Urdaneta del estado Lara, el estado Trujillo y hasta del vecino estado Zulia. De igual manera, es la patrona de la Diócesis de Carora, creada en 1992, Ese privilegio lo ha logrado la Virgen del Rosario de la Chiquinquirá de Aregue contando con el apoyo decidido del primer Obispo de la Diócesis, Mons. Eduardo Herrera Riera, su devoto fervoroso.
La virgen de Aregue representa para los torrenses una suerte de contrapeso a otro fervor marianista del semiárido larense, esto es, la Virgen de la Divina Pastora de Santa Rosa y Barquisimeto. La pastorcilla tiene un poder de convocatoria muy superior al de la virgen india, pero es la “Chinca” y no la pastorcilla la identidad de caroreños y torrenses. Son dos deidades femeninas ligadas a pueblos originarios, pero con la gran diferencia de que la Pastora es una virgen europea y caucásica, no así la virgen de Aregue, que es morena, de rostro ovalado, y el niño entre sus manos tiene un cardenalito, un ave endémica del semiárido en su mano derecha. La Pastora vino embalada desde Andalucía en España. La virgen morena fue pintada en territorio venezolano y salió de las manos de un anónimo artista de la escuela pictórica de El Tocuyo en el siglo XVIII. Fue en este siglo genésico de nuestra cultura- afirma Luis Cortés Riera- cuando comenzó en dar el nombre de Chiquinquirá a las niñas de la jurisdicción de Carora.
Esta fiesta a La Virgen del Rosario de la Chiquinquirá de Aregue ha tenido sus épocas de esplendor y declive. El obispo Martí la observó horrorizado por sus excesos mundanos en 1776. En la década de 1960 un verdadero río humano acompañaba sus festejos a pesar de las intensas lluvias. En el presente y desde hace 15 años se realiza una caravana desde Carora hasta Aregue en la que participan cada vez más personas. Los zulianos se sorprenden al constatar que esta virgen neogranadina es entre nosotros, los torrenses es devoción más antigua que la Chiquinquirá de Maracaibo, como ha quedado establecido por los trabajos del hermano Nectario María, fundador de los estudios marianos en Venezuela.
En el año que nos deja atrás, 2021, ha debido ser motivo para celebrar los 400 de la instalación de la virgen neogranadina entre nosotros los larenses en el sitio de Darihuaco o Dariguaco en 1621. Quizás haya sido la pandemia la que paralizó esta conmemoración mariana nuestra.
La devoción de la virgen india de Aregue es una muestra más del inmenso fervor mariano que vive el continente hispanoamericano. El culto a la mujer ha desplazado a los cultos patriarcales en todo el continente, sin excepción. Ningún santo masculino tiene entre nosotros la fuerza y el empuje de las vírgenes, desde la Guadalupe de México a la virgen de Luján argentina. El filósofo ecuatoriano Bolívar Echeverría se atreve a decir que estamos en presencia de una religión que no se atreve a decir su nombre. Vaticano guarda silencio y es posible que la Iglesia Latinoamericana se escinda de Roma al seguir el camino de la virgen María. El culto a la mujer es el rostro que define espiritualmente a América hispano-lusa. Es un fervor que no cesa de agigantarse día a día.
Cortés Riera, ha propuesto que la devoción de la virgen de la Chiquinquirá sea un factor de primer orden para lograr entendimientos espirituales duraderos entre la república neogranadina de Colombia y la República de Venezuela. Recordó que 5 millones de colombianos viven con nosotros y que recientemente han migrado a Colombia unos 4 millones de connacionales. La devoción de la virgen neogranadina es una base común de acuerdos entre estas dos naciones en el presente enemistadas.
DOS CONTEXTOS SOCIALES DISTINTOS PARA LA FE
Existe una situación que ha sido poco estudiada o no se le ha tomado en cuenta y es el hecho de que en el semiárido larense coexisten dos devociones contrapuestas femeninas y masculinas. Nos estamos refiriendo a los dominantes fervores muy a la virgen María que se expresan en tres escenarios distintos: la Divina Pastora de Santa Rosa-Barquisimeto, la virgen de Altagracia de Quíbor y la Chiquinquirá de Aregue. Pero por debajo de este fervor hacia lo femenino existe extendida en el estado Lara un fervor bastante extendido por un santo masculino, que no es otro que San Antonio de Padua, varón que está asociado estrechamente al baile negroide del tamunangue, riquísima expresión folclórica que es como resultado de nuestro bien logrado mestizaje ya hecho realidad desde el siglo XVIII.
Queremos decir que la adoración a la virgen María en sus distintas manifestaciones no ha logrado desplazar del imaginario de los larenses al santo de los pobres y de los negros. No tenemos en Lara núcleos de población negroide como en Yaracuy o Aragua, pero la muy popular danza negroide del tamunangue ha permitido que el santo portugués permanezca entre nosotros. Esta devoción masculina se origina en la Ciudad Madre de El Tocuyo y quizás ello explique la duradera implantación de lo masculino en el semiárido del occidente venezolano. La psicología junguiana de los arquetipos nos aclarará esta coexistencia del fervor femenino y masculino en nuestra geografía espiritual. San Antonio evoca quizás de manera inconsciente nuestro pasado colonial donde las negritudes y la gente humilde de piel morena. Es el espejo donde se observa el bien logrado mestizaje larense desde el mirador del siglo XXI.
En la ciudad de Carora, ciudad de blancos, san Antonio ha tenido cierto arraigo, el que debemos rastrear hasta los inicios del siglo pasado, cuando bajo su protección y amparo se lleva adelante una pasajera experiencia de iglesia para los pobres de la mano de los reverendos Lisímaco Arturo Gutiérrez Meléndez y Pbro. Dr. Carlos Zubillaga Perera. Desde este momento creemos que el santo portugués se implanta en la psiquis de los torrenses y caroreños. Una devoción masculina popular que no entra en conflicto con el fervor por una virgen india y morena firmemente posesionada entre las clases sociales más humildes. Creemos más bien que la Chiquinquirá de Aregue y san Antonio se complementan y hacen una coincidencia emotiva quizás poco percibida por los estudiosos. En los días que corren el Ministerio de la Cultura ha reactivado la fiesta a san Antonio que tiene lugar los 13 de junio de cada año, en tiempos de solsticio de verano. El fervor de las multitudes no se ha hecho esperar, como podemos observar en la fotografía de abajo.
La coexistencia de estos dos arquetipos, tanto el femenino como el masculino en festividades como es la Virgen del Santísimo Rosario de la Chiquinquirá de Aregue y san Antonio en el modelo junguiano de la señora y de lo femenil multiplicador de existencia, existe allí todopoderoso. No obstante, coexiste otra religiosidad muy desarrollada en el subdesértico del estado Lara, el de san Antonio de Padua, el santo de los negros y de los necesitados, que conducen y al que se le ofrece la creencia con la expresión didáctica de la unión de tres culturas; la indígena, la española y la africana. Es un baile de raza negra de tambores, con componentes ibéricos como los instrumentos sonoros de cuerdas, asimismo las autóctonas como las sonajeras. En varias poblaciones de la entidad larense se festejan las celebraciones patronales cada 13 de junio, inicio del solsticio de verano que ocurre cada 21 de junio, en honor a este santo lusitano.