Autor: Edecio R. Riera M.
Conocimos a “La Meca” Ramos como pitcher estelar del equipo de beisbol del Barrio Torrellas, (“Torrellas B. B. C.”). Excelente pitcher por su gran velocidad y control. Posiblemente superaba las cien millas en cada lanzamiento. Esto se puede afirmar, a pesar de que para esa época en nuestra Liga de Beisbol “AA”, no se contaba con esos aparatos sofisticados para medir la velocidad de los lanzadores, sin embargo, eran muchísimos los ponchados y muy pocos los que lograban conectar; los que conseguían, hacer ese contacto con el bate, bueno, tenían ese privilegio: una vista clarísima, unos reflejos excelentes; para medir el tiempo oportuno y dar el batazo certero. Muchos faul se producían tal vez, por esa gran fuerza que le ponía al ejecutar los lanzamientos. ¡Qué lástima que un pitcher no pueda lanzar todos los días! La historia de los jugadores sería otra y por supuesto, la de los equipos y de los campeonatos en sí, solía comentar.
En varias entrevistas que les concedió a los periodistas afirmaba. “Que a lo mejor esa gran velocidad que había adquirido se debía a la caza de Conejos e Iguanas y que él constantemente realizaba al lanzarles las piedras”. Otro dato muy importante significaba el gran control que poseía, también, se lo atribuía a la magnífica puntería para cazar a esos animales característicos de esta zona del Semiárido. “Donde ponía el ojo ponía la piedra”.
Francisco Ramos afirmaba que esa era una gran oportunidad para salir a cazar a esos animalitos característicos de esta zona, ya que toda esta región contaba con muchos de ellos. La pobreza es una cosa tan seria, que muchas veces no se tenía nada en la casa para comer y así se fue haciendo una práctica, una constante salir a cazar. Por otra parte estos animales silvestres proporcionaban la proteína necesaria para vivir y llegó a pensar que toda esa fuerza que el poseía se la debía a ellos. De igual modo afirmaba que la infundía o manteca de la iguana es un excelente medicamento para las gripes, y el cuero magnifico para bajar una fiebre. Yo siempre me siento sano. _Solía afirmar_
Los cátcher normalmente usaban un soporte extra en la mascota, ya que, al final del juego resultaban con su mano izquierda bastante lastimada.
Se debe resaltar que cada vez que lanzaba La Meca Ramos se podía predecir que ese era “juego ganado”, por cuanto, los apostadores al equipo Torrellas sobraban, pues podían ganar un dinerito. Los ponchados eran muchos y muy pocos conseguían conectar la pelota.
Varios de los peloteros contrarios, en vista de esta circunstancia tan negativa para ellos, comenzaron a poner en práctica la estrategia de pegarse lo más que podían al home y así poder conseguir, mediante un pelotazo o un roce del uniforme con la esférica, un desbol, o la base por bolas y eso significaba para ellos que su promedio no fuera tan bajo, porque al embasarse, ese turno no se cuenta para su average. Esta acción nos recuerda al gran César Tovar, ya que él la utilizaba con mucha frecuencia, sobre todo cuando su equipo no bateaba o se hallaba perdiendo. Muchísimas veces hizo eso y nadie lo cuestionó y en varias oportunidades, su equipo ganó, gracias a esa astucia o artimaña usada por este gran deportista. (Viveza Caribe) o (Beisbol Caribeño”.
Francisco Ramos, un joven con muchos dones: inteligente, observador discreto, comedido y muy tímido. Solía asistir a los entrenamientos y las prácticas rutinarias en forma constante de los primeros equipos que se fundaron en esta ciudad, entre ellos: “El Sandino”, “Diablos Rojos” y “Cardenales”. (El Diario de Carora) Esa asistencia a las playas era con el propósito de ver las prácticas y esa observación a ellas con solo su presencia física le permitió adquirir los primeros conocimientos teóricos sobre el beisbol. Por supuesto que ese primer aprendizaje lo trasladaba a su ambiente en forma práctica, ya que lo realizaba en su barrio, en las calles o terrenos abiertos, con un grupo de muchachos, compañeros de estudio o vecinos que habían mostrado algún interés por este deporte. Se constituían en equipos y se denominaban “Caimaneras”. No contaban con los implementos mínimos necesarios para la realización de los juegos. No obstante, se las ingeniaban y ellos mismos construían sus guantes, mascotas y mascotines con retazos de lona, cueros, gomas entre otros materiales.
Las pelotas también las confeccionaban de una manera muy rústica; hacían una pequeña esfera con hilo y le colocaban retazos de telas y cada capa la cubrían con teipe y con adhesivo; hasta lograr la consistencia necesaria que al batearla con fuerza, por lo menos recorriera unos cuantos metros de distancia. Otras veces jugaban con pelotas de goma, ya que confeccionarlas significaba un trabajo muy minucioso y engorroso para el poco rendimiento de estas esféricas. Los bates los fabricaban con cualquier pedazo de madera, pero la más común que usaban en esa fabricación estaba el Yabo y el Caujaro, por ser estas maderas no muy pesadas. En realidad los labraban, le daban forma cónica y un tamaño muy similar a los bates que se usan en este deporte.
No existían escuelas de beisbol como ahora. Cada quien aprendía por sí mismo e iba acumulando su aprendizaje con el propósito de demostrar que sabían jugar beisbol y que conocían suficientemente las reglas del juego. La ejecución de los ejercicios físicos para estar en forma siempre fue una constante, por supuesto, era primordial realizarlos porque quien no los ejecutaba no participaba en los juegos y nadie quería quedar fuera.
Algunas de las personas que entrevistamos en el barrio Torrellas, entre ellos: a (Orlando Mogollón Tùa, El Chimbaco, Jesús Mogollón, Julio Gómez, Orlando Riera, Omar Lucena, entre otros. Gracias, muchísimas gracias a ellos que nos proporcionaron valiosa información para la realización de este modesto trabajo). También comentaron que esa primera experiencia de ese grupo de jóvenes, pudo haber sido el origen del equipo Torrellas y se le colocó ese nombre como un reconocimiento a ese terruño y por haberse generado con muchachos genuinos de ese sector caroreño. Podemos mencionar a: Pastor Franco, Luis Añez, Teodoro Mendoza, Eulogio Carucì, Jesús Montes, Antonio Álvarez, Floiran Mosquera, Luis Lozada, entre otros.
Posteriormente a la fundación de ese equipo de beisbol y con miras a organizar los campeonatos doble “A” con la participación de los equipos que tradicionalmente conocimos y que intervinieron en esos eventos deportivos y que naturalmente se mantuvieron durante muchos años en esta liga: “Liceo”, “Cardenales”, “Buenos Aires” y el equipo “Torrellas”. Esta etapa del beisbol organizado en nuestra ciudad, cambió bastante la forma organizativa de los clubes y con ello fueron contratados: Managers, Entrenadores, Coach de picheo, entre otros. En fin personal técnico, con el objetivo de mejorar la calidad y destrezas de los jugadores. Esta acción contribuyó muchísimo en la formación de esos atletas, por cuanto, los conocimientos que ellos poseían en cierto modo eran muy empíricos y este accionar condujo a una gran transformación, porque se logró darle a los equipos un nuevo rostro, pues bien, la asimilación por parte de los jugadores fue muy positiva, porque querían jugar de manera permanente. La disciplina adquirida era algo excepcional, una norma reglamentaria que no se podía violar. El trasnocho y los vicios estaban prohibidos.
Pasó un tiempo relativamente corto y ya estas organizaciones deportivas alcanzaron una nueva imagen muy distinta a la de los años anteriores a su fundación y así se fueron superando en forma constante hasta el punto, en que muchos críticos y conocedores de este deporte, llegaron a afirmar que estos grupos deportivos se podían comparar con las Ligas Menores de los EE UU, en la clase triple “A”, a un paso de las Grandes Ligas.
Se puede resaltar que por esta liga pasaron muchos peloteros que fueron denominados “Importados”, ya que no eran de este municipio. La mayor parte vino del estado Zulia: Luis Aparicio. Jugó un buen tiempo con Cardenales. Se cree que su pasantía con esta divisa y en esta ciudad le sirvió de una gran experiencia, porque adquirió un gran aprendizaje que acumuló para posteriormente dar el salto a las Grandes Ligas. Ramón Monzan. Fue uno de los pitcher estelares del Torrellas, junto a Francisco La Meca Ramos, también este excelente pelotero con su estadía en esta ciudad y con el equipo de la leña verde, posteriormente es llamado a incursionar en las ligas mayores de los EEUU, para solamente nombrar a ellos dos. Andrés Naranjo, Alirio Morillo, no alcanzaron conseguir ese privilegio, pero también participaron jugadores de otros estados. Igualmente de Barquisimeto y del Tocuyo vino otro grupo de importados, entre los que mencionaremos a: Blas Polanco, Mario Villavona, Diego Herrera, Orlando Herrera, José Torres. Todas estas figuras contribuyeron enormemente en darles mayor prestigio a los equipos de esa liga.
Francisco La Meca Ramos, estuvo muy activo en esos campeonatos. Fueron muchísimos los juegos que él ganó, como nos hemos referido anteriormente, por esa gran velocidad y excelente control, donde le pedía el cátcher, ponía el ojo y ahí la pelota. No lanzaba muchas curvas, casi solo rectas a las esquinas, al centro y a la altura de las letras del uniforme. Los lanzamientos eran certeros peñonazos. No tenía un estilo elegante, pero se balanceaba muy bien en el montículo.
Francisco Ramos nació en Carora el 30 de octubre de 1934, llegó a esa liga siendo un joven que había aprendido a jugar beisbol por sí mismo, ya contaba con más de 20 años de edad pudo disfrutar al cosechar muchos éxitos con la camiseta de su único equipo el Torrellas B.B.C., con una gran satisfacción de haber podido darle a su divisa varios campeonatos y satisfecho personalmente por ese logro.
El tiempo fue pasando y como dice el dicho “El tiempo no se detiene y no perdona”. Francisco Ramos, ya había cumplido su objetivo, había alcanzado la meta que una vez se propuso. Aprendió a jugar beisbol y se convirtió en un magnifico pelotero, un pitcher estelar de su equipo. Adquirió fama, prestigio y pasó a ser registrado en la historiografía del deporte del municipio Torres, del estado Lara y de Venezuela, como un atleta excepcional.
“Otra de las facetas de este singular atleta, fue incursionar como Profesor de deporte en el “Liceo Egidio Montesinos” Se hizo docente de esa prestigiosa institución educativa, gracias a un amante de la pelota y el tango argentino, el profesor Simón Villegas Lozada, siendo director de ese liceo. Este locuaz Tocuyano lo metió a fines de los años 1960, en lo que se llamaba “la organización”. Según el Prof. Luis Cortes Riera Cronista de la ciudad de Carora.
El propósito era ayudarlo económicamente y una forma de reconocerle su gran labor en el beisbol, con el fin de que esos conocimientos no se perdieran y los impartiera a un buen conglomerado de jóvenes pertenecientes al estudiantado de ese importante y principal liceo de esta ciudad.
“Desde allí comenzó a dictar verdaderas cátedras de pelota a quienes fueron sus destacados y brillantes beisbolistas. Carlos “El Pajarito”, Santeliz, Valmore Carrasco, los hermanos Ricardo y Alberto Díaz, José Mujica, entre otros.
Era una estrella del montículo, tanto en beisbol como en softbol. En su equipo de pelota B.B.C, hizo hazañas difíciles de repetir. En San Cristóbal, estado Táchira dejó a un equipo con apenas un hit conectado” Tomado de un artículo del cronista de la ciudad de Carora, Prof. Luis Cortes.
Como profesor de deporte fue nombrado padrino de la promoción de bachilleres en el año académico 1971-1972, debido a sus meritos y empatía con los estudiantes, los graduandos manifestaron siempre un enorme afecto, cariño, aprecio y consideración. Se cuenta que el día del acto académico, el 25/07/1972, no pudo hablar, se le atragantó la garganta, se le hizo un nudo con las palabras, sus cuerdas vocales no le respondieron. Dos minúsculas esféricas, de un líquido blanquecino y transparente, que con mucha cautela, discreción, sutileza y con una prudencia comedida, asomaban su rostro sigilosamente por los postigos de los lagrimales. Ellas anhelaban desprenderse con impetuosidad y abundancia, empero, una fuerza superior interna, luchaba y trataba por todos los medios de contenerlas; con el propósito de evitar una catástrofe de imprevisibles consecuencias; cual diluvio y con ello la inundación de un espacio prohibido por su gentileza; ante la mirada expectante, fija y directa de una gran multitud avasallante de rayos bifocales convergentes al objetivo parpadeante.
En ese preciso momento en que la primera manifestación de las cabañuelas anunciaba un temporal acuífero, dejó escapar y manaron mediante el proceso de la destilación; dos tímidas partículas con forma esferoidal, que se deslizaban muy lentamente por la superficie del semblante con un recorrido vertical en todo el trayecto desde el globo ocular hasta el maxilar inferior. Inclinó la cerviz y con esa acción, su mirada dejó de percibir a las multitudes. Estaba un poco inseguro, deseaba que ese acto terminara lo más pronto posible. Se sintió muy incómodo, tal vez por su humildad, su sencillez y por no estar acostumbrado a esos actos protocolares. Uno de los discípulos del grupo de los graduandos, termino leyendo un pequeño discurso que él supuestamente había preparado y que no pudo leer.
Sin equívocos se podía predecir que se iniciaba un invierno de espectacular proporciones, quizá una tempestad de pronósticos reservados, ante la mirada punzante, directa, fija y expectante de un público acucioso.
Se inicia así un forcejeo, una lucha desigual. Una de las partes deseaba superar el dique de contención que las mantenía represadas y la fuerza superior interna, quien se oponía para que no se produjera una avalancha y evitar de ese modo un invierno copioso con centellazos, ráfagas de truenos con estridencia inusitada, capaz de producir un ciclón huracanado con estruendos insoportables en un ambiente apacible y amigable. En ese instante subió al podio el graduando que estaba muy pendiente de este acontecimiento.
Se comentó que el graduando al subir le pasó el brazo por el hombro y le pidió que le diera el papelito que él se lo leería, la sorpresa estuvo, que cuando lo toma en sus manos, no había nada escrito o tal vez el texto estaba trazado con el zumo de un limón (letras invisibles). El joven graduando entendió la situación y comenzó a leer algo imaginario como si el padrino lo hubiese escrito o pensado. Simplemente fungió leer dando las gracias al estudiantado que lo había designado padrino de dicha promoción, que se sentía agradado, muy contento y que nunca pensó que sería padrino de alguna promoción. La Meca Ramos estaba muy emocionado, nervioso y a la vez feliz por ese acto de reconocimiento, el cual se lo ofrendaban sus discípulos, su mejor y más grande orgullo. Su más preciado trofeo que había logrado en toda su carrera como pelotero y deportista.
La Meca Ramos, fue hombre muy sencillo, simpático y echador de bromas, era su forma de ser y por esa actitud, es posible que se haya ganado el aprecio, el cariño de toda su fanaticada, que al decir de mucha gente eran millares.
Luego del acto académico, todos estaban convocados para un acto social, un compartir, ya que esta es una costumbre que se ha hecho tradicional y bastante arraigada en todos estos actos académicos. Es una forma de festejar, de brindar por el logro alcanzado. En este acto, Francisco Ramos La Meca, compartió normalmente con los graduandos, profesores, personal administrativo, obreros de la institución y con algunos de los familiares de los recién graduados.
El grupo de los profesores reunidos habían acordado designar la Sala de Profesores con el nombre de Francisco Ramos “La Meca” El director tomó la palabra y se lo comunicó al padrino de la promoción. Solamente informó eso, pensando que si daba un discurso para resaltar la figura del atleta, era posible que el invitado especial se pudiera sonrojar, al pensar que le iban a pedir que expresara algunas palabras, y no era el momento más apropiado.
Esta designación por parte del profesorado significaba un homenaje, un reconocimiento a su excelente labor académica-deportiva y por su forma de ser: humanista, su humildad, por su jovialidad, el compañerismo, la cordialidad, su sencillez, la sinceridad, su jocosidad, la empatía, en fin un ser humano henchido de virtudes y dado a cabalidad por su vocación de servicio para la enseñanza. En dicha sala se encuentra una placa que le otorgaron los Bachilleres de esa promoción como un homenaje y reconocimiento a su labor educativa
Se comenta que el apodo “La Meca”, lo heredó de su progenitora, porque ella cuando niña no fue amamantada por su madre, debido a un problema en las glándulas mamarias y en su lugar se le asignó una hermosa cabra denominada “La cachúa”, por sus enormes cuernos afilados y en forma de espiral.
Ese precioso animal había perdido la cría, se aprovechó, ya que daba bastante leche y ese rumiante de color negro con manchas blancas, que le proporcionó la alimentación necesaria e indispensable para estos casos, la niña pudo sobrevivir sanamente y de esa manera fue creciendo y desarrollándose hasta alcanzar el primer añito. Esta relación de la niña con la leche de la cabra y con el animal, hizo que sus familiares la llamaron “La Meca”. Bueno, así se quedó y ese apodo lo heredó su hijo.
Francisco “La Meca” Ramos, “cambió de paisaje” como se dice ahora, el 8 de mayo de 1998, a los 59 años de edad. Una gran manifestación de aprecio y solidaridad se pudo observar en los actos fúnebres que fue manifestada y dispensada por su gran fanaticada, los amantes del beisbol y el pueblo de Carora a su ídolo, a este excepcional pelotero, a este flamante pitcher, al singular y popular Meca como persona y como un gran humanista y que nunca se inmutó ante las distintas adversidades, porque tenía mucha fe en lo que hacía y esto lo conllevó a tener y mantener un carácter muy positivo.
Su sonrisa estará siempre presente y como tal será recordado.
Sus restos mortales yacen en el Cementerio Municipal de esta ciudad y en el panteón que los resguarda, está colocada sobre las lápidas: Un guante, una pelota y un bate de mármol.
DE CUENTOS DE LA PROVINCIA TORRENSE No. 5