El historiador José Luis Salcedo Bastardo realizó el Prólogo del libro de Paul Verna, «Las Minas del Libertador. Dice el historiador textualmente lo siguiente:
«Dentro del cuadro general de sus iniciativas para el Bicentenario de Simón Bolívar (1783-1983), abre la Presidencia de la República esta colección «Contorno Bolivariano».
Se busca ampliar la perspectiva histórica de la figura del Libertador, mediante la publicación de libros complementarios que no versan sobre su vida ni sobre su pensamiento ni tratan de sus guerras ni de su acción política, sino que estudiarán hechos, personajes y circunstancias relacionados íntimamente con aquella , integrados desde fuera y válidos en sentido de historia viva y plena.
Todo hombre excepcional irradia poderosamente entorno suyo y alumbra allí, con especial potencia, de modo que confiere a lo iluminado singular importancia. Así, todo cuanto atañe a Bolívar, por haber tocado con él, interesa para su mejor y más completo conocimiento, y merece estudios monográficos, ensayos y aún exhaustivas biografías, donde se perciba la relación con el Padre de América y se palpe el influjo general de éste. En todo ese abundante material bibliográfico debe advertirse, a la vez, la significación – mayor o menor-que los distintos elementos analizados tuvieron al penetrar en aquella constelación vital que a tantas personas y cosas recubrió. El hombre es el yo y su circunstancia –conforme al exacto decir de Ortega y Gasset –. Con esta colección, partiendo de Bolívar, procuramos esclarecer su ámbito, reconstruyéndolo con estudios calificados.
Excelente obra esta de «Las Minas de Libertador», debida a la admirable acuciosidad y constancia del renombrado investigador Paul Verna, a quien debe la América – y particularmente nuestro país- un apreciable conjunto de libros entre los cuales sobresalen su «Petión y Bolívar» – definitivo, denso y completo análisis, para fundar la amistad de nuestras naciones sobre las ejemplares relaciones de aquellos paladines -; «Vida y muerte de Leonardo Infante», para la justicia del malogrado teniente valeroso ejecutado en 1825; «Tres Franceses en la Independencia de Venezuela», aportes que ratifican en una trilogía de distintas facetas el papel desempeñado por aquellos héroes procedentes de ultramar.
Más de tres siglos y medio de historia desfilan para este libro del distinguido compatriota. En la primera parte, estudia Paul Verna, con criterio científico, agudeza y ameno estilo, la vida socioeconómica en las minas de cobre de Cocorote- Aroa, del territorio de Yaracuy, en la época colonial. Tierras y yacimientos cupríferos que fueron adquiridos en 1663 por Francisco Marín de Narváez, cuya hija será la bisabuela del Libertador. Verna enfoca con su proverbial competencia el descubrimiento de las minas, las primeras gestiones para beneficiarlas, la vida de los trabajadores y de los esclavos negros cuya raza ha contribuido tan esencialmente a nuestra personalidad nacional. Hace justicia al esfuerzo de conquistadores y colonizadores para sentar las bases de la economía nacional y cuenta cómo estas minas- en una especie de presagio trágico-se convirtieron en un «torrente de agravios» para los padres del Libertador.
La segunda parte de la obra de Verna estudia con esmero todo el drama de las largas gestiones y negociaciones de Bolívar, Fernández Madrid y Andrés Bello por la venta de las minas y tierras de Aroa y el desengaño y la «mortal agonía» del Libertador por tener algunos recursos y alejarse del poder y de Colombia. También inquiere a fondo en el litigio célebre de unos usurpadores de Aroa contra el Libertador y que arranca a éste palabras patéticas que traducen su desengaño, sus sinsabores y mortificaciones:»Esta es una conjuración contra
Mi honor -confiesa a J. A. Alamo, en diciembre de 1829-. Abondone Vd. Pues mi defense y que se apodere de mi propiedad el enemigo y el juez. Yo»moriré como nací: desnudo. Vd. Tiene dinero y me dará de qué comer cuando no tenga. Pronto llegará el momento».
La tercera parte de esta obra cuenta el accidentado e interesante curso de las minas cuando en 1832 pasaron a ser propiedad de la compañía inglesa que las explotaba desde 1824. Aciertos y decepciones, expectativas buenas y desgracias y más litigios acerca de denuncios y linderos acompañan a las minas de Aroa hasta las presentes postrimerías del siglo XX cuando ya puede hablarse -según Verna-de «una herencia cuprífera entre el mito y la realidad».
Estas minas, no se puede olvidar, fueron lo único que le quedaba al Libertador en su ocaso-1830-, como remanente de su inmensa y espléndida fortuna, gastada íntegra en la hazaña generosa de independizar a la América Hispana. Para la hora de ese triste y amargo fin del Héroe, el valor del arrendamiento de esas tierras había sido descontado por él en otras pruebas de su desprendimiento ejemplar: para costear la venida hasta América de un pedagogo británico (Joseph Lancaster) sobre cuyos métodos didácticos se cifraban las esperanzas de un por venir mejor; para auxiliar al célebre Abate de Pradt, defensor de la, libertad americana; para ayudar al Estado y a familiares y amigos.
Para el gran mosaico del «Contorno Bolivariano» esta pieza de Paul Verna es un buen comienzo.
J.L. Salcedo-Bastardo
Presidente del Comité Ejecutivo
Del Bicentenario de Simón Bolívar