Por Francisco Zambrano Gómez

      Revisando en la vieja caja de los recuerdos que guardo celosamente debajo de mi cama de Carora, encuentro un sobrecito con una tarjeta plastificada de las que vendía la marca Hallmark. La vieja tarjeta me trajo a la memoria un antiguo amor de quien más nunca supe nada. Intrigado por saber de la vida de aquella hermosa compañera busco y rebusco por las redes sociales de internet sin encontrar información de ella. Temeroso de que haya muerto y desaparecido del mapa terrenal decido recurrir a las redes sociales de antaño, específicamente al brujo delator.

Indagando sobre algún buen espiritista que me resuelva mi nostálgica inquietud, me entero de la historia del Centro de Orientación Corporal y Espiritual de Pablo Ovalles, históricamente conocido como La Mansión Negra de la carretera vieja Carora-Barquisimeto. Ahora, doblemente intrigado por el viejo amor y por la Mansión Negra, convenzo dos amigos ociosos para que me acompañen en mi búsqueda (al brujo siempre se va acompañado); nos armamos con sendas cantimploras repletas de bebidas espirituosas, y emprendemos la odisea de búsqueda igualmente espirituosa.

Un viernes en la tarde tomamos el vehículo rustico de uno de los amigo y emprendimos el viaje por la carretera Carora-Rio Tocuyo. Al llegar al caserío Palo de Olor nos desviamos a mano derecha y recorremos  una carretera escabrosa de aproximadamente un kilómetro. Dejamos el vehículo debajo de un cují y completamos el trayecto a pie. Al llegar al sitio nos llevamos las dos primeras decepciones; la mansión no es ninguna mansión y tampoco es negra.

En los años 60 del siglo pasado, un espiritista, brujo y esotérico de Carora de nombre Pablo Ovalles levantó al borde de una quebrada y junto al barranco de un cerro, una extraña edificación de cuatro niveles, en piedra, cemento, ladrillo y madera, con capilla esotérica, altares, salones, pinturas murales de contenido satánico con la Trinidad invertida, pentagramas invertidos dentro de un círculo en pólvora quemada, vivienda, escalinatas místicas,  y gran cantidad de tanques para la recolección y almacenamiento de agua. Todo bajo un lema: “Tened fe en Dios y en los Espíritus”. Lo apartado y escabroso del sitio permitió la realización de extrañas y prolongadas sesiones de brujería, espiritismo y algunos que otros excesos sexuales. Fueron precisamente los excesos sexuales (algunos hablan de pedofilia) lo que ocasionó el cierre del lugar y el enjuiciamiento de su propietario.

Cuando ese viernes llegué a la mansión negra con mis amigos lo que encontré fue un letrero, sobre lo que antes fue el umbral de la capilla, que decía: “Indio Amazónico. Se leen cartas, españolas y en inglés. Si acaba de recibir una antigua carta extraviada por IPOSTEL, tráigala que nosotros se la leemos”. Al entrar al recinto nos recibió un hombre moreno, barrigón, de unos 50 años de edad, un vestido largo y gastado de algodón y una corona de plumas, con dos nuevas decepciones; ni era indio ni era amazónico.

Luego de las presentaciones y saludos entramos en materia. Saqué mi tarjeta Hallmark de la cartera y se la entregué, diciéndole que quería conocer noticias de la mujer que me había regalado ese recuerdo. El brujo cerró los ojos y comenzó a manosear la tarjeta. Estuvo como un minuto manoseando el pedazo de plástico con una mano y con la otra, hasta que sorpresivamente abrió aterrado los ojos y me dijo tembloroso: “Maestro”, cayendo arrodillado frente a mí. Obnubilado comenzó a narrar el cuento más asombroso que brujo alguno hubiera visionado o inventado.

“- Los negros llegaron a América antes que Colón. Hacia el año 1310 llegaron a las costas de República Dominicana y Haití, expedicionarios mandingas del reino de Mali, a bordo de 200 naves maestras y 200 de suministros. Pero muchos siglos antes, egipcios negros llegaron al continente americano con grandes ideas sobre la arquitectura. Los espíritus amazónicos me han dicho que desde hace miles de años algunos reinos africanos fabricaron barcos que navegaron el océano Atlántico, como la barca solar de Keops, descubierta en 1954 con 43 metros de eslora y 2500 años de antigüedad. Esos egipcios pertenecían a los reinos de los faraones nubios Shabaka, Shabakata, Taharal y Tanutamón, todos pertenecientes a la dinastía XXV de Egipto, la cual fue llamada por los griegos Aithiopia o “país de negros”. Esa es la razón por la que las pirámides del tipo ziggurat orientadas hacia el sol y de forma escalonada se repiten en Egipto y en Mesoamérica, al igual que las esculturas en relieve sobre bloques de piedra. La técnica de elaboración de joyas por los zapotecas era igual a la usada antiguamente por los egipcios. El caracol purpura en la pintura, ligado a los poderes del inframundo, se utilizó tanto en Egipto como en México. Los gobernantes y sacerdotes en ambas culturas usaban barbas. Tanto en Egipto como en Mesoamérica el año se media por 12 meses de 360 días, al que se le agregaban 5 días. En ambas culturas el año iniciaba el 26 de febrero y tenían 12 dioses protectores, uno para cada mes. –El indio amazónico hizo una pausa para respirar profundo y prosiguió- Por esa razón la pirámide que está dentro del cerro La Cruz es escalonada y dirigida al sol. Y esa es la razón por la cual en el solsticio de verano austral, que por estar en el hemisferio sur ocurre entre el 21 y 22 de diciembre, al salir el Sol los primeros rayos que pasan por la puerta de las ruinas de la iglesia de la Pastora, impactan directamente sobre la cruz que está en la cima del cerro que lleva esa cruz.

Uno de esos africanos egipcios navegantes trasatlánticos, cacique de una tribu del semiárido africano, partió con un grupo de su tribu a explorar los mares del Caribe. Desembarcó en Coro, y como no encontró nada allí empezó a bajar hacia el sur cruzando la sierra en busca de tierras fértiles para asentarse. Al llegar a las riberas de lo que hoy se llama rio Morere, le gustó el sitio y se quedó. Aquel explorador se llamaba Chuito y fundó el primer imperio africano en América del Sur. Como el sitio era muy asoleado pensó que era un regalo del dios del sol (Ra) por lo que lo bautizó con el nombre de Ca-Rho-Ra, que en lengua antigua egipcia quería decir “Tierra amada por Ra”, y proclamándose él cómo su primer emperador, con el nombre de Chuito I.

Ca-Rho-Ra prosperó tanto que Chuito I decidió erigir una pirámide como las que había visto en su Egipto natal para pasar a la nueva vida una vez que muriera y honrar a su dios Ra. Fue así como en el sitio donde hoy existe el cerro La Cruz comenzó a levantar su pirámide escalonada. En esa pirámide quedaron enterrados Chuito I, la reina Chencha I y el príncipe Chuito II. El reino duró aproximadamente medio siglo, hasta que un gran diluvio cubrió de arena y sedimentos la pequeña pirámide y todo el pueblo murió ahogado. La pirámide quedó cubierta totalmente de tierra y el pueblo se volvió polvo con los años. Como todos los adoradores del dios sol, fueron bendecidos por dicho dios en exceso petrificando las arenas y quemando todo lo que antes fue fértil”. El indio amazónico levantó sus ojos al cielo, suspiró profundo y pronunció la frase más lapidaria de todas:”

“Tú eres el sexagésimo octavo descendiente del rey Chuito I”.

Impactado por tan insólito descubrimiento no pude más que preguntar: ¿Y todo eso lo viste o lo leíste en mi tarjeta Hallmark? A lo que el extraño personaje respondió con una leve inclinación de su cara varias veces a manera afirmativa.

Contrariado pagué la consulta y me fui con dos nuevas decepciones: No logré averiguar nada de la mujer que me regaló la tarjeta y soy un rey egipcio encerrado en el cuerpo de un venezolano limpio y dueño de toda esta comarca.

Por el camino de regreso los compañeros no pararon de burlarse de mí; tanto que uno de ellos llegó a descubrir que: “…si eres el sexagésimo octavo descendiente del rey Chuito I, entonces tú debes ser el rey Chuito 69, jajaja”. Y desde entonces, siendo mayor de edad y en contra de mi voluntad, los muérganos que me acompañaban rectificaron de por vida mi partida de nacimiento para empezar a llamarme, hasta el sol de hoy, Chuito 69. El resto del viaje fue burla total.

Dos días después fue a visitarme uno de los amigos que me acompañó al descubrimiento de mi pasado, presente y futuro, y al encontrarme todo triste y meditabundo me consoló con estas sabias palabras:

“Tranquilo Chuito, olvídate de ese brujo. Aquí hay locos para todos los gustos. Esta tierra es tan mágica, que la iglesia San José de Calasanz está construida sobre los planos de un hangar de dirigibles en Alemania. No te pongas a escarbar en el interior de ese cerro enano, porque lo que puedes descubrir es que en realidad es un taller de reparación de platillos voladores. Algún espíritu burlón, escapado de uno de esos aquelarres de Pablo Ovalles, debe haberse quedado rondando por esos parajes. No le hagas caso”.

https://edicionesimposibles.blogspot.com/2023/08/la-mansion-negra.html

Foto cortesìa del autor