Autor: Edecio R. Riera M.
El señor Agustín Almao, conversando con su asistente, le planteaba que sectorizarán el pueblo en tres zonas: la zona alta, la zona media y la zona baja; con el propósito de que la mayoría de los habitantes de San Francisco y en especial los niños que pudieran asistir a las funciones planificadas, para que les quedara equidistante.
Estoy de acuerdo dijo. _Dijo el asistente. Y preguntó. ¿Qué casas de familias se seleccionarían? _Para la zona alta creo que la casa del señor Adelis Leal, esa casa tienen un buen corredor y además está ubicada al frente de la Plaza Bolívar; en la zona media seleccionaremos la casa del señor Guillermo Rivero, esa casa es muy grande y es el centro de ese gran sector; por ahí habitan muchos niños. La última será en la casa de la familia del amigo Jonás Riera, también es una casa grande, con un enorme corredor. _Comentaba el señor Agustín._
Hoy en la tarde usted va a visitar a esas familias y les va a informar que mañana domingo por la tarde vamos a escenificar tres funciones de títeres. La primera, en la casa de Adelis Leal a las 3:00pm, hasta las 4:30pm., zona alta. La segunda será de 4:40 a 6:10.En la zona media, casa de Guillermo Rivero y la última en la zona baja en la casa del señor Jonás Riera, está se efectuará de 6.20 A 7:30pm. Infórmeles que inviten a todos los niños de cada sector, que lleven cotufas o galletas para compartir. La entrada es gratis. También dígales que coloquen una sábana o cobija, no estampada, preferiblemente blanca. Que la tela que se va a colocar en el rincón del corredor o de la sala forme un triángulo isósceles con las dos paredes, a una altura de 1,75cm de alto desde el piso; deben colocarle primero un mecate bien tenso y sobre él debe ir la tela.
Si me desocupo temprano lo acompaño, pero estoy preparando el guión, ya que esta obra es nueva. _Concluyó el titiritero
Tìn Almao, un campesino trabajador de las faenas del campo, analfabeta funcional; sólo había cursado segundo grado. Muy vinculado a las actividades culturales; ejecutaba el cuatro, solía dar serenatas, cantaba en las salves y rosarios a la Cruz de Mayo. También participaba los 28 de diciembre en la Fiesta de los Santos Inocentes. “Los Locos Endiablados”. De igual modo en el carnaval. Su participación era muy destacada, igual en Semana Santa con el Viacrucis Viviente, como actor principal. Un gran poeta innato. Es posible que el tiempo que estuvo en Mene grande Edo. Zulia, al principio llevando salones de chivo salado, queso de cabra, huevos, carne cerdo, cucas, cocuy entre otros productos, con el objeto de venderlos a los trabajadores de las petroleras. Luego se residenció un corto tiempo para trabajar en esas empresas, pero no le cuadró el calor.
Conoció a muchas personas de casi todo el país, aparte de ciudadanos de otros países que migraron para trabajar en el boom petrolero. Empresas exploradoras, exportadoras y comercializadoras del petróleo de nuestro país.
Nadie dijo nada, donde había adquirido esos conocimientos. Tampoco él lo mencionó. Lo más cercano es que haya sido en el estado Zulia.
Todo un actor genial. Usaba un pito construido con dos pedacitos cuadrados o rectangulares de totuma y le insertaba entre las partes una hojita de vera, se lo colocaba entre los dientes; para producir una voz chillona. Tenía la virtud de cambiar la voz y representar a varios personajes en su actuación.
Todo estaba listo, bien preparado el ambiente, los muchachos inquietos y entusiasmados preguntaban ¿Cuándo va a venir el señor de los títeres? ¿A qué hora es la función? Había una gran expectativa, era la primera vez que esos niños iban a ver una obra de títeres.
Cinco minutos antes de la última función llegó el señor Agustín Almao, Tìn Almao como se conocía. Un señor adulto mayor, de 1,70 cm de estatura aproximadamente, usaba un sombrero pelo é guama de color gris, bastante grande, de ala caída, con una ligera inclinación hacia la izquierda.
Su asistente pidió una mesa pequeña y se introdujo con ella al teatrino. Sobre la mesa había puesto un maletín de color marrón. Tìn Almao entra en escena, todos le dan un gran aplauso.
Ya dentro de él, el titiritero y su asistente dejan oír una corneta. La voz del presentador anuncia. ¡Muy buenas noches tengan todos los presentes! ¡Un aplauso para todos estos hermosos niños! Hoy tendremos una corrida de toros, contaremos con el mejor torero de Venezuela, el gran César Girón y tendremos un toro del encierro de la Hacienda Boraure, es un animal de lidia de aproximadamente 950 libras. Vamos a pedirle al público presente, que cuando el torero esté actuando y cada vez haga un pase o un lance con la capota, ustedes deben acompañar con la expresión. ¡Oleeeee!, ¡Oleeeee ¡…
Sueltan de los corrales al primer toro. Un banderillero aparece en escena y cuando éste lo invita para que lo ataque. El toro después de dar varias patadas sobre el piso, como sacando arena del suelo, emprende una estruendosa carrera hacia el banderillero, se va de bruces y cae, no se puede levantar. Los trabajadores del ruedo logran arrastrarlo y lo sacan.
Anuncian de nuevo que se va a dar la otra corrida con el segundo toro. A la vez informan que por motivos de una llamada de urgencia, con el torero César Girón, se modificará el programa. En esta oportunidad no tendremos al excelente novillero venezolano, ya que, tiene que partir, al terminar su faena a la ciudad de San Cristóbal. A través de un parlante se anuncia la presentación del torero y del toro del encierro de la Hacienda Boraure.
Aparece en escena un hermoso ejemplar muy grande de color ocre con manchas negras y blancas. En la frente lucía una mancha blanca muy similar a una estrella de cinco puntas.
Entra en el escenario el banderillero montado en un caballo blanco, con una enorme lanza, también conocida como garrocha. El animal realizó su primera embestida y cornea al caballo por la panza. No le hizo nada, pues esos caballos los preparan muy bien para protegerlos. En su lugar el banderillero consigue hundirle la lanza y le hace un hoyo en la cerviz, remueve la lanza para hacerla penetrar un poco más y logra colocar un par de banderillas, de múltiples colores.
De nuevo suena la corneta, aparece el torero vistiendo un elegantísimo traje negro con rojo, con una chaquetilla negra y rojo, bien ajustado a su cuerpo, con apliques, y faralaos de color dorado. Los botones también de ese mismo color, una montera negra con apliques dorados y rojo. En su mano derecha un capote rojo, tendido sobre un objeto parecido a una varilla. Se acerca cautelosamente al animal, le muestra el capote y lo reta. Se hinca en una sola rodilla y balancea el manto de tela. Se persigna, se levanta, se acerca un poco más. El novillo de Boraure se va contra el torero y con una embestida muy fuerte lo roza, cae al piso dando vueltas y la capota entre los cuernos sale volando por el aire.
El público al unísono expresa. ¡Oh Nooooo!… El novillero se repone, y recoge el manto y la varilla, se pasa la mano por la cara para quitarse la tierra. Vuelve a entrar en acción, lo invita apara que arremeta. El rumiante se le encima con mucha violencia, con las dos manos sostiene la tela roja y se da la primera verónica. ¡Oleeeee!, ¡Oleeeee! El público le tributa un gran aplauso. Continúa la faena, se coloca cual poste, imponente, erguido casi total, se le abalanza el gran toro y hace un lance espectacular. Todos. ¡Oleeeee¡ Oleeeee! Esta vez se coloca a la izquierda, induce al novillo para que lo ataque, él responde y logra otro pace muy bueno, como si hubiesen soplado y la capa roja por encima del lomo del animal que lo envolvió en forma total.
El gran artista del ruedo, el matador como también lo solían llamar; se planta de nuevo a la derecha, se acerca tanto que ya tenía la confianza suficiente. Lo estimula mostrándose de frente y ejecuta algunos movimientos de vaivén con la capa. Luego de escarbar con sus patas delanteras, echando arena hacia atrás, embiste con mucha fuerza. El gran matador asegura con sus dos manos el capote. Se ejecuta la segunda verónica. Da media vuelta, se coloca de frente al público, se quita la montera, hace una reverencia y le ofrece la corrida a la Reina de las Fiestas Patronales de San Francisco, en honor a San Isidro Labrador.
Se vuelve hacia el toro, lo estimula, se abalanza hacia él. Se apoya en su pie derecho; ligeramente inclinado hacia adelante, sostiene con fuerza la capa con las dos manos y produce la tercera verónica. Esta vez la más limpia, con una elegancia y estilo excepcional, eleva la capa sobre el lomo del indómito bravío. ¡Oleeeee!, ¡Oleeeee!, ¡Oleeeee!
Extrae del manto la espada oculta, se planta frente a ese gran ejemplar. Como un robot camina hasta acercársele lo más que puede. Con un poste de perfil apunta con un gesto espeluznante a la cerviz, que ya estaba bastante inclinada. El toro hace un movimiento y se le viene encima, produce un movimiento inadecuado al levantar la cabeza. El Rey del ruedo falla, y con el golpe con la espada, el novillo pierde un cuerno.
Tal vez un poco molesto seduce a ese hermoso cuadrúpedo para que arremeta. Logra entretenerlo y con una rodilla en el suelo, el novillo baja la cabeza y él se levanta, saca la espada, apunta, se aproxima más y más. De perfil y con el capote en la mano izquierda lo recibe, con mucha elegancia, con un estilo muy particular; sin moverse, el toro pasa de largo, y el torero gira como un trompo en la arena; dándole así un lance excepcional, un pase de pecho, maravilloso, impecable. Hace un desplante, se pone de espalda al animal, saca la espada, toma la tela con la izquierda, se sitúa al frente, produce algunos movimientos sobre los cuernos. Cada vez más, el pupilo de Boraure baja la cabeza. Al observar que la estrategia ha funcionado, apunta como si lo hiciera con un rifle, se concentra y se queda inmóvil. Mide el momento oportuno, sale corriendo y produce la estocada mortífera. Logra penetrarla hasta casi la empuñadura. El novillo dobla las patas delanteras y cae.
El objetivo se había logrado, ya el bravío indómito y feroz de la Hacienda Boraure yace en la arena de la plaza de toros. Los trabajadores le colocan unas sonajas, lo arrastran hasta sacarlo del ruedo.
Una enorme ovación del público que se ponen de pie, le solicitan al presidente de la corrida y por aclamación, que otorgara una oreja al famoso matador. El público continúa aplaudiendo ruidosamente, no paraba de aplaudir, el bullicio muy fuerte y mostrando un pañuelo blanco, y los movimientos con los mismos en forma circular y hacia arriba, abajo, hacia los lados, a la izquierda, a la derecha; las gradas eran un carnaval, una acrobacia de mariposas blancas. Después de unos largos minutos, el presidente accede y le otorga la oreja al excelente torero.
El hace una reverencia en agradecimiento al buen comportamiento del público asistente y a su excelente faena lograda en esa plaza de toros. Se retira saludando. Esta vez la ovación fue más contundente, lo despiden con aplausos, de pie, en forma constante, y sin cesar por lo menos en quince minutos.
CUENTOS DE MI COMARCA SAN FRANCISCO Nº 12.
Foto, cortesìa de la pelìcula La Novicia Rebelde