Written by  Mercedes Moresco

Los institutos de idiomas coinciden en que para que un niño aprenda a hablar, leer y escribir fluidamente en una segunda lengua y asimismo aprenda algo sobre la historia y las costumbres correspondientes, se necesitan por lo menos seis horas semanales de estudio, a lo largo de seis años. Así, al cabo de ese tiempo, ese joven podrá decir que tiene un verdadero dominio del idioma.

Ahora bien, parece que en la realidad del estudio del español en la Florida, los objetivos perseguidos por los padres, no siempre corresponden al tiempo disponible para la adquisición de un verdadero aprendizaje.

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En los años transcurridos en este país, y fundamentalmente a raíz de mi trabajo en Educando a América, palpo esta realidad de los hispanos que no son conscientes de la importancia que tiene la cultura y el idioma en la vida integral de una persona. Y no sólo eso, también veo que si bien algunos reconocen la importancia de hablar y escribir el idioma, no están dispuestos a sacrificarle horas de estudio, o cierto dinero que pague la instrucción.

Hay quienes quieren que sus hijos aprendan español, sí, pero estudiando sólo una hora a la semana, y pretenden que en esa hora se los instruya en lectura, escritura y cultura hispana. Magos, no maestros, necesitan esos niños. Hay otros que se consuelan porque en la casa hablan en español, y confían en que algún día sus niños también lo leerán y lo escribirán, sí, también por arte de magia.

Volviendo a nuestros números, si para aprender bien el idioma hacen falta seis horas semanales durante seis años, un total de mil ciento ochenta y ocho horas de estudio, estudiando una hora por semana le llevaría al niño treinta y seis años completar su aprendizaje. Demasiado,¿no? Nadie piensa que con ese nivel mínimo de instrucción que pretenden dedicarle, sus hijos podrán, sí, contestar un mensaje de texto o un email, pero jamás leerán a Gabriel García Márquez en su idioma, a Juan Rulfo, o a Jorge Luis Borges.

Nuestra cultura misma está en peligro. Seamos entonces conscientes de nuestra realidad como hispanos viviendo en Estados Unidos, seamos líderes de nuestra cultura y de nuestro idioma. Sin trucos ni atajos en el camino. De verdad.