(A José Antonio Ramos Sucre)

En este saco nocturnal
caben todas las preocupaciones del mundo
esa inevitable porción de vida
que se niega al sueño.

A la hora de los grillos y del jinetear de calores alisios
Morfeo será asesinado
por presumir de inmortal,
una flecha inequívoca lo persigue hasta su reinado en decadencia,
hasta una laberíntica cueva donde escasean las amapolas
hasta allí va el hostil flechazo
y le inyecta el elixir letal de los despiertos…
Al antiguo deparador de sueño y pesadillas se le trastoca su mística tarea,
sonámbulo merodea en el extravió,
sin saber
qué superior entidad creó ésta madrugada
que no es noche
ni día,
ni luz ni sombra
sin percatarse de mi
complicidad en su tragedia.
Inocentes ovejas se desbarrancan y rompen cristales de un pensamiento en blanco…
se transforman en robóticas arañas
garrapateando epístolas de ausentes
y epitafios
que sin ser para mí los he leído.

Un humo denso se desliza desde una oscurana sudorosa
sedimentándose en lastimas
al pretender ser versos,
flores,
estanque calmo,
pero es mejor sentirse ajeno a sus misterios
y dejarlos caer
como moneda al fondo de un pozo ciego y sordo.

 

Por allá está él;
José Antonio Ramos Sucre
íngrimo y solo
temblando en la tenue luz de su “Preludio”,
mas como yo también estoy solo,
lo saludo…
él llora y ríe a la vez
para someterme al azar de sus poemas,
se ha hecho su propia estatua de sal al verse para dentro,
asumo
que es lo dicho por su boca y por su pluma lo que cuenta
y noches como éstas lo conocen, lo contienen hermoso y limpio como un cisne.

Afortunadamente para ambos
los pájaros ya trinan
y una tregua plantea
ojos abiertos para otra batalla
de polvo, sol y gente…
llevo conmigo el eco de un desvelo
pudieran ser los versos los culpables,
ellos, despiertos, buscan
lo que la noche guarda en su vientre inmaculado.

 

 

 

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