Por Nelson Ures Villegas.

Si, incontables veces, infinitamente, mis versos le cantan y le cantarán al amor. Se condensarán una y otra vez en la belleza que, afortunadamente, aun puedo descubrir en el universo que me corresponde respirar y se me desgranan con sencillez en palabras dichas, escritas o soñadas.

Ante el mudo hostil, la poesía es mi refugio. Tanto así, que un frasquito de su elixir aliviador, tengo también para las tristezas, para mitigar esos zarpazos de dolor que arrugan el alma. Pero es su maravilla la que mantiene el palpitar para anhelar cada amanecer. Compartir esos destellos me permite volar en el horizonte de la imaginación, donde sé que no estoy solo.

Refugio es la poesía para preservar lo que la barbarie quiere manchar con su paso antihumano. Oasis de palabras y sentir en el que pequeños detalles calman la sed del espíritu durante este transitar de adversidades. Plenitud de lo bueno, de lo hermoso habita en este, mi refugio fundado en la comarca de mi tiempo.

Trinchera también es la poesía. Ardiente espada para cortar el fuego de lo infame, para abrirse paso en la oscuridad. Aquí la rabia y la indignación tienen sus brillos y sus sonidos tajantes ante la injusticia, ante el llanto del prójimo y de mi propia tragedia. Es ala que se agita por sobre nubarrones para buscar las palabras forjadoras de un mundo de paz, de plena libertad. Algunos no perciben su espléndida belleza, pero su fluir viene del mismo manantial de la ternura.

En la brisa de estos días lanzo mi poesía como una moneda, y mi corazón señalará el desafío que corresponda a mi voz de humano en incesante hermandad de vida y lucha. Refugio y trinchera, un solo lugar para mis versos.

Barquisimeto, Venezuela.

13 de noviembre de 2023.

Foto cortesía del autor