En días pasados el Dr. Luis Eduardo Cortés Riera, Cronista Oficial de Carora y permanente colaborador de esta revista nos solicitó que lo ayudáramos a precisar ciertos aspectos de la historia del Tamunangue.
Gustosamente accedimos a su petición y no podemos menos que agradecerle porque ello nos permitió encontrar un artículo desconocido por nosotros.
Gracias a ese hecho, a la tecnología y a que la Universidad Central de Venezuela difundió en la web el artículo “Raíces Hispánicas del Tamunangue” escrito por Rafael Domingo Silva Uzcátegui el 27 de noviembre de 1954, el cual fue publicado en la revista Elite en Caracas, es que hemos podido leer ese artículo que tanto su autor, como muchos estudiosos del tema lo citan, pero el cual nunca habíamos tenido la posibilidad de leerlo.
Nos complace publicarlo textualmente, en el cual el autor expone su teoría respecto al origen del Tamunangue.
La Expresión de la danza
RAICES HISPANICAS DEL TAMUNANGUE
Por Rafael Domingo Silva Uzcátegui
«En dos poblaciones de origen español, El Tocuyo y Curarigua, en sus alrededores y en la región entre ellas comprendida, pertenecientes al Estado Lara, antigua Provincia de Barquisimeto, ha conservado la tradición un rito llamado El Tamunangue, que el pueblo celebra en honor de San Antonio.
Es un rito compuesto de partes muy diversas, que se efectúa ante un altar donde colocan la imagen. del Santo. Principia invariablemente con una Salve cantada por los músicos. Luego sigue una danza guerrera de garrotes y puñales, y después otras partes absolutamente distintas entre sí, tanto en la letra como en el género de música.
En las presentaciones teatrales que aquí han hecho del Tamunangue, lo han deformado, porque ni lo realizan metódicamente en el mismo orden que tienen las partes entre sí, ni se ha tomado en cuenta que folklóricamente es un rito y ese carácter debe conservársele, si se quiere darlo a conocer tal como es.
Todos los que hemos escrito sobre el Tamunangue, estamos de acuerdo en que su estudio es por varios respectos, de un interés excepcional. El musicólogo chileno, Eduardo Lira Espejo, que lo conoció en el Estado Lara, dijo que es «uno de los bailes más originales que he visto en América». Y Francisco Tamayo, larense, y quien entre sus disciplinas ha cultivado el folklore, afirma que es «la más rica y hermosa danza de Venezuela, si ya no lo es de la América toda».
Así mismo los que conocemos el genuino Tamunangue tal como se ha conservado en la citada región larense, estamos de acuerdo en que ha sido lamentablemente deformado aquí en escenarios e institutos de educación. Esto lo censuraron recientemente Julio Ramos y Faustino Henríquez Moreno. Y hace algunos años, escribimos sobre el mismo asunto, el citado Lira Espejo y yo, a propósito de otras exhibiciones de entonces.
En la Televisara Nacional, ·Canal 5, se hizo también, en días pasados otra demostración del Tamunangue, o mejor dicho, de una parte, realizada por un grupo «folklórico», así decía el programa, que fue presentado por la señora Isabel Aretz, musicóloga argentina y asesora del Instituto Nacional de Folklore. Pero debo decir que los danzantes no hicieron la debida caracterización del famoso rito larense, porque algunas de las partes que exhibieron, las bailaban vertiginosamente, como estilan ahora en Caracas el joropo; y las mujeres al par qué danzaban, reían alegremente, saltaban, inclinando el cuerpo a uno y otro lado, como en el neo-joropo. Es decir, bailaban al són de la música y a su manera, pero sin darle ni por asomo la expresión de danza religiosa, de rito, que es precisamente lo que caracteriza y da una sobria elegancia al Tamunangue.
Una de las mayores autoridades en música que existen hoy en nuestra lengua, Adolfo Salazar, observa en su obra La Danza y el Ballet: «El hombre que danza o que contempla la danza, lo hace sumergido en el estado anímico que se entiende como sensación estética o sensación de belleza. La danza es una creación de bileza y es valedera por sí misma, como obra bella; o es utilizada por el hombre que danza, o por los demás hombres que delegan en él, con el propósito de exaltar el trance del espíritu, anegado por la emoción religiosa, y por la exaltación de potencias vitales como el amor, la alegría, el entusiasmo, que es, el frenesí de· las vacantes en las fiestas de Dionysós».
Esta es la razón y el origen de las danzas guerreras o religiosas que desde tiempo inmemorial han usado todos los pueblos del Viejo Mundo y de las cuales es una reminiscencia nuestro Tamunangue. Bailarlo simplemente sin darle la expresión de rito que lo caracteriza, es un adefesio anti-artístico y anti-folklórico. Por eso dijo en otra ocasión Espejo y Lira, que debiera presentársele aquí, «con interés folklórico y artístico». Porque de otro modo, es como si se bailara la música de un ballet como si fuese una guaracha. Para interpretar debidamente cierto género de danzas, hay que saberlas sentir, es necesario previamente sumergirse en ese estado anímico, de que habla Salazar. Y esto es lo que ha faltado aquí a los intérpretes del Tamunangue.
Faustino Henriquez Moreno dice en su citado artículo, que por más de veinte años ha podido admirar el auténtico Tamunangue en las haciendas que rodean El Tocuyo, y por eso critica: «Una de estas mañanas dominicales, en compañía de los gratos amigos Lino Iribarren Celis y Rafael Elías Rodríguez (larenses), –entente cordiale- asistimos a un acto «folklórico» en el Teatro Municipal, donde se mutiló con ciencia y paciencia uno de los bailes más pintorescos del interior del país: El Tamunangue.
Esta danza, que es un rito, a pesar del correr de los tiempos, ha conservado inconfundible el carácter de rito religioso que le dió origen en los cañamelares de El Tocuyo, bajo el ambiente sombrío de la Colonia».
Paso ahora al tema que sirve de título al presente articulo: Raíces hispánicas del Tamunangue.
Me han interesado siempre los estudios folklóricos, porque residí largo tiempo en campos del Estado Lara, y he podido observar las costumbres primitivas y la genuina música del pueblo. Por eso cuando en 1952 y 53 pasé varios meses en España, adquirí varias obras de folklore español, lo mismo que en Santo Domingo, para investigar las relaciones que pudiese tener el folklore de esos países con el nuestro. Me sorprendió hallar que el Tamunangue tiene por varios respectos, una ascendencia hispánica mucho mayor de lo que por acá imaginábamos. Voy a referirme, no a las partes en que fácilmente se nota esa influencia, sino a las más disimiles en apariencia, y que por contener voces extrañas a nuestra lengua, habíamos supuesto de origen africano.
Presentaré primeramente como ejemplos, algunos datos tomados de la magnífica obra Manual del Folklore, publicada en Madrid hace años, por Luis y Nieves Hoyos.
Hablando de los bailes y danzas folklóricas, dicen que los hay «de oficios, guerreros, amorosos y tienen diferente expresión».
De las danzas de espadas, escriben que desde remotos tiempos se han generalizado en Europa, y tocante a España, citan especialmente a Burgos y los espatadanzaris vascos. Recuerdan que estas danzas de espadas impresionaron a Don Quijote en las bodas de Camacho. No es aventurado suponer que la danza de garrotes y puñales del Tamunangue, con su música rítmica descriptiva, un tanto deformada ya, tuvo su origen en esas danzas de espadas.
Añaden más adelante los mismos folkloristas: «En la provincia de Santander encontramos también danzas guerreras y religiosas». Los danzantes «llevan varas por las que unen de extremo a extremo y siempre figura un ataque y defensa… marca el ritmo de su movimiento el monótono sonido del tambor y eI bígaro o carocala marina».
Describiendo la Muñeira danza representativa de Galicia, dicen: «Empieza entonces el baile, ella con la vista baja, los brazos caídos y siempre con movimientos lentos y parsimoniosos, que contrastan con los diferentes puntos que realiza su compañero de rápidos movimientos, envolviendo a su pareja».
Esta misma expresión se encuentra en una danza popular de las Islas Canarias.
Copio textualmente a los citados autores: «El mismo sentimiento expresa el Serinoque canario. Comienza el baile con grandes saltos del hombre. alrededor de su pareja, mientras ella, con la vista baja en el suelo y con recogimiento que parece que está orando, baila con tardío movimiento».
Todo el que haya presenciado el auténtico Tamunangue, habrá notado que exactamente así es éste: el hombre baila como tratando de envolver a la pareja, mientras que ésta, con los brazos caídos y la vista fija siempre en el suelo, danza lentamente, en actitud de quien está orando.
Esto puede verse en las fotografías que ilustran este trabajo. Todas son instantáneas tomadas por mí, mientras la mujer danzaba el Tamunangue. Unas, las tome en un campo cercano a Barquisimeto; realizaban la ceremonia gentes de El Tocuyo. Y otras fueron tomadas en la hacienda Campo Alegre, de Curarigua. Nótese también la manera correcta de llevar las varas, tendidas sobre el brazo, y no como han aparecido por ahí en algunos dibujos, en los cuales se ve a la mujer con la vara echada hacia abajo, en la actitud de quien espanta una gallina.
De manera, pues, que la tradición ha conservado en «la más rica y hermosa danza de Venezuela» las características de ciertas danzas regionales de España.
Hay otra circunstancia que quiero destacar aquí. En una de las partes del Tamunangue, un individuo a quien llaman el primo, va cantando frases sueltas y entre cada una de éstas, un coro intercala el estribillo: Tumbirá.
En la parte que sigue, el primo canta coplas de versos octosílabos como las del joropo, y entre verso y verso, el mismo coro interpone este otro estribillo: Ay tomé, ay tó!
El hecho de que esos estribillos contuviesen palabras que no tienen significación conocida en nuestra lengua, había dado motivo a la creencia general de que la costumbre de intercalarlos se debía a los negros esclavos traídos de Africa. Pero en una obra publicada en Santo Domingo por la notable musicóloga y folklorista dominicana doctora Flérida de Nolasco, titulada Vibraciones del Tiempo, he hallado que hablando ella de un canto tradicional allí, describe: «El estribillo coreado es indefectible en el Canto de Plena dominicano:
Yo bajé al arroyo
Tolelá
Y vi un cascaron
Tolelá
Voló una paloma
Tolelá».
Y a continuación escribe: «En nuestra copla de versos octosílabos, – cantada en rústica faena de tala y desyerba, suele aparecer:
Amore tuve contigo
¡Ay lelaé!
Y amore vuelvo a tené
¡Ay lelaé!
Porque en mi casa se usa
¡Ay lelaé!
Que lo que ha sío vuelve a sé».
Es original que en ambos cantos dominicanos, un coro va interponiendo estribillos sumamente parecidos a los del Tamunangue: En éste, el coro canta Tumbirá, y en Santo Domingo, Tolelá. En el segundo ejemplo, los del Tamunangue corean: ¡Ay tomé!, y en dicha isla: ¡Ay lelaé!.
No menos interesante es el origen que la docta folklorista dominicana, apoyándose en otros autores, atribuye a esos estribillos de su tierra: «En el Cancionero de Abencuzmán, (estudio crítico de J. Ribera) las estrofas no aparecen estrechamente eslabonadas por el motivo, dando lugar a la intercalación del estribillo, repetido por el coro…»
Que existiera la estructura rítmica de estrofa con estribillo en la España musulmana, no significa que fuera invención árabe. En Andalucía nació una lira autóctona y con ella el estribillo. De carácter popular, tiene en su género la primacía ya que la lírica europea en lenguas vulgares aparece con posterioridad a la romanceada de los árabe-andaluces. A éstos hay que remitir la invención, en habla vulgar del estribillo intercalado como lo usaban en el zéjel: canción bailable con estrofa y estribillo, para ser cantada a plena voz. De ahí el nominativo de zéjel».
Añade más adelante, que Alfonso el Sabio, siguiendo el modelo pautado por los árabe-andaluces, continúa la tradición que todavía subsiste en la poesía popular, y aún en la erudita, «de intercalar el estribillo entre las estrofas».
He ahí, pues, otra modalidad del Tamunangue, que según lo que acaba de leerse, es una tradición popular española que procede de los árabe-andaluces. Esto, con referencia a las partes más raras de aquél. Porque tiene otras, como por ejemplo, el seis final, cuya música y las figuras tan elegantes del baile, están diciendo claramente que proceden de una cultura muy, superior a la de los indios nuestros y los esclavos africanos. Es también muy singular la coincidencia de que el Tamunangue se haya conservado en dos poblaciones de origen español.
El espacio de que dispongo no me permite tratar otro punto muy interesante relacionado con esta materia: la antigua costumbre del pueblo español, de consagrar bailes a un determinado Santo, como sucede con el Tamunangue.»
Nota: Es bueno destacar que el autor de dicho artículo es uno de mis antepasados, con quien tuve una muy estrecha relación y conversamos mucho sobre muchos temas, sin embargo, debo indicar que esta es su opinión respecto de este tema y nosotros, como en muchos otros artículos que hemos publicado en Aldea Educativa Magazine no tomamos posición alguna al respecto. Respetamos las opiniones de las personas cuyos artículos se han publicado, pero nunca tomamos posición sobre las opiniones expresadas.