Realidad moderna
Lissette De Nóbrega.
La realidad llega y te aterriza
de una sola sentada.
Te quita el espacio de confort
y te ofrece una espeluznante noticia local
en periódico extranjero.
Te trae a la punta de la lengua
que “todo tiempo pasado fue mejor.”
Te enseña que la modernidad
no es necesariamente progreso.
Unos se declaran
luchadores, optimistas o resignados
y permanecen…
Otros se declaran lo mismo,
pero se van…
Los bolsillos abandonados
traen hambre, angustia y dolor.
Ambos pronuncian:
“La cosa está difícil,”
frase cotidiana que
ya se dice sin pensar
y se asume sin escuchar.
Se establece una cadena de favores,
la bondad es incólume.
El viajero, espécimen extraño del presente,
es el encomendero.
Se queja,
pero cumple su cometido movido
por un sentimiento oculto de servicio,
con el cual fue criado.
Su maleta destina la mitad a los favores.
Tendrá sobrepeso.
No obstante, le reparte elementos
al equipaje de mano.
Lo líquido y lo pesado
entorpecen súbitamente el cometido,
se recurre a una caja que zarpa.
Demora más, pero cuesta menos.
Realmente no es un recipiente de cartón,
es una variante de baúl que guarda tesoros,
con alimentos que valen más que el oro
o jabones que valen más que un diamante.
Surge la interrogante del envío.
Un período de zozobra obligado
emerge durante la entrega,
hasta que finalmente un familiar
agradece la bolsa de granos recibidos
y las medicinas de la abuela vía WhatsApp.
Nos regocijamos del momento,
pero nos cuestionamos a la vez;
los corazones no simplemente se arrugan,
quedan estrujados, minimizados,
anulados de tanta realidad.
Supervivencia, “Fuga de cerebros,”
familias divididas, juventud silenciada.
Dentro de ese teatro del absurdo,
que nos pusieron a protagonizar,
hay que apuntar a otra representación,
examinando lo que somos
desde nuestros diversos “aquí y ahora”.
La modernidad
no es necesariamente progreso,
puede ser dictadura, hambre,
atraso, hambre, utopía, hambre,
burla, hambre, desdicha…HAMBRE.
En tiempos de “Derechos humanos,”
de análisis gubernamentales
donde la democracia resulta vencedora,
triunfa paradójicamente el abuso.
Aquí o allá, gritamos con palabras mudas
a oídos sordos.
La modernidad puede ser
estar obligado a ver una realidad
diferente a la antigua,
a la que nos arrulló suavemente
por mucho tiempo.
Me cuento dentro del grupo
de los que se fueron.
No me cuestiono mucho.
Lucho por hacer mi mejor parte,
en otro espacio, sin todos, en otro idioma…
Aunque no siempre lo logre.
Hago ejercicios de objetividad
Y agradezco profundamente.
Las dificultades
nos muestran un mundo aparte
(pero no imposible de habitar)
para valorar cada elemento
que forja la cotidianidad
y que antes se daba por sentado.
El chip de la inconformidad
lo traemos incrustado
y algunas veces se activa cuando
nos tropezamos con ciertas verdades.
Sin embargo, un Dios favorecedor
da confianza para asumir
el papel de apoyo, de puente,
de lo que sea necesario.
Surge la inevitable introspectiva
y evaluamos cada etapa de “modernidad”
que la historia ha mostrado,
entonces agradezco de nuevo profundamente
por la asignada.
La modernidad, en cualquier época o lugar,
es simplemente un presente de realidad,
sigue lanzar los dados
y avanzar hasta la casilla destinada
con nuestra fe en alto.
Lissette.
11 de marzo de 2018