Como los ríos que corren por tu piel
no hay en el mundo;
pudieran ser de aguas cristalinas o de siete colores,
pudieran contar historias con cascadas y espumas,
pudieran sus aguas surcar el paisaje en cause interminable,
sus peces pudieran semejar cristales o diamantes al sol,
sus orillas
de un lado y otro
tal vez serian anchuras mitológicas
que harían naufragar cualquier mirada,
subterráneas corrientes fluyeran paralelas a las superficiales,
cálida o fría llegaría al mar su travesía…
azul, azul profundo serían sus espejismos.
Pero eres tú
mujer de piel morena
la única que convierte mi lluvia de poemas
en besos
en estrellas
en gotas de sueños florecidos
rodando por el valle entre tus senos,
deslizando su dulzura en tu erizado abdomen
remolinándose en tu ombligo
y desde allí mi torrente de amor iría a tu vientre
encontrándose con subterráneas fuentes
donde confluyen turbulentas cascadas
en frenesí de entrega…
Más allá
del delta de tus pies
entre las prendas íntimas de tu silueta fluvial
el océano es un lecho destendido
de olas extraviadas
donde me habrás regalado tus suspiros
tu débil aleteo de sirena
tu ondulada canción de agua y de horizonte
de brisa oceánica
en retorno al origen
de llovizna en tu pelo,
y así,
retomar el camino hacia tu frente
saborear tu húmeda boca
donde la palabra amor
es trueno y es murmullo
es altura del agua
que en brillo de tus ojos
es relámpago anunciando una nueva tormenta
allá
en la naciente de vida
en la niebla dormida en tus mejillas
en el palpitar del agua hecha semilla
en tu respiración de hembra bendecida.