Por Luis Eduardo Cortes Riera. cronistadecarora@gmail.com
Al enterarme de estas escuelas de rígida y metódica disciplina en la Pérfida Albión, no pude menos que recordar el muy famoso filme británico La naranja mecánica (1971) de Stanley Kubrick. La ciencia colocada al servicio de la justicia para corregir conductas anómicas, antisociales. Fracasa rotunda y estrepitosamente el castigo draconiano en este memorable film.
Suena mucho últimamente el experimento escolar de la Secundaria Michaela, dirigida por la maestra “outsider” Katherine Birbalsingh, ubicada en una zona marginal de Londres, donde la disciplina escolar llega a extremos alucinantes que nosotros, acá en el trópico, apenas toleraríamos. El silencio es altamente valorado, tanto en clases como en los pasillos de este instituto de carácter público que atiende a sectores deprimidos y pobres, hijos y nietos de inmigrantes venidos de cualquier parte del otrora arrogante Imperio Británico: Guayana, India, Suráfrica. Los niños pobres londinenses tienen que trabajar mucho más duro que los de clases altas que ya tienen asegurada, competitivamente hablando, su escalada social.
El experimento escolar, que ha cumplido 10 años tiene defensores y detractores, como era de esperarse. Argumentan que los índices académicos se han disparado al alza, en tanto que los críticos dicen que los miedos a los severos castigos por nimiedades aterrorizan a los adolescentes. Hay muchachos que elogian los castigos recibidos en estas escuelas que priorizan el silencio que “hasta el zumbido de una mosca se puede oir.” Ciencia ficción distópica que nos recuerda a la orwelliana novela 1984.
Lo que me llama poderosamente la atención es que sea precisamente entre los sectores desfavorecidos donde crece la fama de la Secundaria Michael, modelo que no se aplica de manera alguna en los sectores de la alta clase social británica. ¿Serán acaso meros conejillos de Indias académicos los alumnos de Michaela?
De acuerdo con una política llamada “Slant”: sentarse, inclinarse hacia adelante, plantear y responder preguntas, asentir con la cabeza y poner atención al profesor, los estudiantes no tienen permitido apartar su mirada. La memorización, tan denostada en Venezuela donde se le llama peyorativamente “caletre”, tiene inmenso valor y los chamos deben recitar de memoria a su escritor nacional: Williams Shakespeare, tomado como el mejor escritor de todos los tiempos por Harold Bloom (El canon occidental)
Los aprendizajes no se detienen ni durante las meriendas en las cafeterías, el docente que los acompaña les dice de algún tema que debe ser discutido en el ínterin: cómo sobrevivir a un caracol asesino superinteligente.
El debate se impone sobre el tiempo libre que también se aprovecha no malgastándolo. Increíble, pero cierto.
Siendo escuela pública, financiada por el Estado, Secundaria Michaela tiene la potestad de flexibilizar a su manera, manejarse según el entorno, hacer modificaciones curriculares en un entorno de clase media baja, de inmigrantes,
muchachos con carencias económicas de ambos sexos que “anhelan la disciplina.”. Es un ambiente opresivo que garantiza rendimiento académico, método que se está haciendo cada vez más popular. Con sus rutinas estrictas, castigos, ¡prohibiciones de hablar con sus compañeros hasta en los pasillos!
Se trata, a mi modo de ver, de una reacción conservadora británica contra los movimientos emancipatorios y libertarios que conoció el mundo tras la gran revuelta estudiantil del llamado Mayo Francés de 1968”. Una secuela visible en educación tras el triunfo de Margaret Thatcher e imponer el modelo neoliberal, derrotar los sindicatos, al movimiento secesionista en Irlanda del Norte, recuperar a la fuerza las Islas Malvinas argentinas. Las conductas se relajaron entonces, el aprendizaje se hizo mediocre, la movilidad social se estancó en esas décadas de hipismo psicodélico y liberalísimo.
Lo que se propone el nuevo modelo educativo (que no es tan nuevo) es rescatar la individualidad burguesa y emancipar los muchachos del modelo social y estructural, que según alegan, no ha dado los resultados esperados. El lema de la escuela de secundaria lo dice todo: “Trabaja duro y sé amable”.
La directora e impulsora de tan polémica institución de enseñanza, dijimos, es la señora Katherine Birbalsingh, de raíces indoguyanesas y jamaicanas, nacida en Nueva Zelanda, quien anima a la comunidad educativa participar en el proceso de enseñanza aprendizaje de alumnos no blancos, minorías étnicas de sectores vulnerables. A ella se le ha afiliado a las políticas del Partido Conservador. Argumenta en sus libros que la educación debería consistir en enseñar a los niños conocimientos, no en aprender habilidades. Ha criticado acerbamente la cultura de la excusa, los bajos estándares, la burocracia, el caos en las aulas. Su opinión a la crisis que se vive en miles de colegios en el mundo: les estamos fallando a los niños porque somos demasiado indulgentes, los maestros han perdido el control, los padres se han dado por vencidos, los estándares están en picada.
Con firmeza dice que a los niños negros y de otras minorías étnicas no se les ha enseñado identidad británica, no conocen a Shakespeare o Dickens, por esa razón aparecen como excluidos culturales. Prohíbe en su escuela los teléfonos móviles, pues los niños no tienen autocontrol al usarlos, sentencia.
Combate lo que ha denominado “tarjeta de raza”, argumento que emplean los niños negros contra los docentes cuando son disciplinados. Los maestros tienen pavor a ser llamados racistas cuando castigan a los adolescentes de raíz indú o guyanesa. Ha enfrentado al movimiento Black Lives Matter que exacerba la violencia y el victimismo y se centra en la esclavitud moderna negando la de la antigüedad greco romana.
La llamada “cultura woke en educación” (alerta ante los prejuicios raciales) también ha recibido sus dardos letales al acusarla de tratar de formar revolucionarios. Es una política para los Estados Unidos que no aplica al flemático Reino Unido. Es esta, pues, la maestra más estricta del Reino Unido, que exhibe rasgos morenos y atezados, que se opone a la informática y enseña una lengua romance, el francés. Es la Margaret Thatcher en educación.
¿Cuándo van a aparecer en Latinoamérica y Venezuela tales institutos educativos basados en las ideas de hierro de Katherine Birbalsingh? ¿Permitirá el gobierno socialista de Nicolás Maduro la creación en Venezuela de escuelas basadas en la Secundaria Michaela londinense?
Amanecerá y veremos.
Foto cortesía del autor