Copete: En el mes de la Hispanidad, una reflexión sobre las variedades lexicales de nuestro idioma español.

Muchas veces en la escuela de español las maestras me han preguntado cómo debían dirigirse a los niños, preocupadas por los acentos propios de sus países latinos, sus giros dialectales, y su vocabulario en general. Mi respuesta ha sido siempre la misma: “Habla con el acento y el vocabulario de tu país de origen, no lo modifiques, es muy importante que los chicos aprendan también el español con sus diferencias lexicales, y cuanto más tiempo estén en la escuela de español, más oportunidades tendrán de aprehenderlo con el color local de cada región.”

Otras veces han sido los padres quienes, sorprendidos, me han contado que su hijo les había dicho Vení, en vez del más tradicional Ven, o que en la tarea de las palabras con M había un “tetero” que en otros países se dice “mamadera”, o el ananá por la piña, medias por calcetines y muchos ejemplos más.

Se trata en definitiva, de las variedades léxicas de nuestra querida Latinoamérica, tan amplias como amplio es su territorio, tan diferentes como su propia gente.

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El español en Latinoamérica tiene matices maravillosos en cada región, y una riqueza propia de su gente, sus costumbres, sus comidas. La forma de hablar de cada uno es como un espejo de su pueblo, como si oyéndonos hablar nos viéramos también bailar, estudiar, y hasta rezar. No se habla mejor español en Colombia que en Argentina, o en Perú o hasta en Cuba, ni siquiera en España. Cada país tiene su historia, sus mares, su clima, su idioma. Es el deber de cada ciudadano el conservarlo, como conservamos algunas comidas típicas, un baile, un recuerdo familiar.

Mantener nuestro idioma viviendo en un país extranjero es mantener nuestra identidad, es seguir siendo quienes somos, más allá del país que nos aloje y del idioma oficial. Ese idioma es quien nos ayuda a preservar algo de esa tierra de la que partimos: el idioma español, con sus diferencias y sus características singulares, donde las cosas se nombran con un sello único, donde violeta no es morado, donde el tú no es el vos.

Así, exiliados por voluntad propia o no, tendremos siempre un lugar de reunión, un espacio donde el español nos convoca, donde el español mismo es una patria.

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