Por: Luis Eduardo Cortés Riera. cronistadecarora@gmail.com

Es necesario e ineludible destacar una curiosa e interesante situación del bronce del Héroe de las decisivas batallas de San Félix y de Bomboná, Colombia. Sucedió que el busto del General Pedro León Torres ocupó desde 1888 hasta 1930, es decir 42 años, el sitial que le correspondía por ley al Padre de la Patria, Simón Bolívar, esto es la Plaza Mayor o Bolívar de Carora, pero cuando se conmemora el Primer Centenario de la muerte del Libertador en 1930, el busto del General Torres tendrá otro destino en una plaza distinta construida para homenajear al General Torres, situada a dos cuadras al Este de la Plaza Bolívar, esto es, calle Monagas, cruce de la calle Bolívar. Ello revela el enorme sentimiento que los caroreños profesan hacia el desgraciado General Torres, muerto en la primavera de la vida muy lejos de su amada ciudad del tórrido semiárido occidental venezolano.

Fueron los munícipes caroreños de 1887, miembros del patriciado caroreño, de tal forma nominados por Ambrosio Perera, en ocasión del Centenario del Natalicio del desgraciado General Pedro León Torres (1887-1822), los que decidieron colocar el busto del Héroe caroreño en el lugar que le correspondía al Padre de la Patria, Libertador Simón Bolívar. Y lo hicieron desatendiendo la normativa legal que existía al respecto, emitida por el gobierno del General Antonio Guzmán Blanco, uno de los creadores del universo simbólico nacionalista de Venezuela alrededor de la figura del Padre de la Patria. Durante el llamado Septenio guzmancista, en 1874, la Plaza Bolívar de Caracas se le denominaba ya con ese nombre, se acuña la moneda nacional, el bolívar y se celebra apoteósicamente el Centenario del nacimiento del más ilustre venezolano, Simón Bolívar, el 24 de julio de 1883.

Pero en la antigua ciudad del Portillo de Carora se produjo, como dijimos, una curiosa situación con la nombradía de la antigua Plaza Mayor. Veamos lo que al respecto nos dice Luis Eduardo Mora Santana: “Sin embargo, aquella plaza sólo le cambio el nombre, seguía siendo un espacio con alguna que otra vieja ceiba en sus alrededores y seguramente algún viejo cují (Prosopis juliflora) en sus inmediaciones. No poseía estructura edificada. Así la muestra una gráfica publicada en el periódico “El Cojo Ilustrado” hacia 1892. Ya en 1888 se había colocado allí un busto del General Pedro León Torres, que ocuparía el lugar del Padre de la Patria hasta 1930, fecha del centenario de la muerte del padre Libertador. Hubo de esperar hasta 1912 cuando por disposición del General Juan de Jesús Blanco – Jefe civil y militar de Carora -, se comenzó la construcción de una estructura arquitectónica. Era la Plaza Bolívar de Carora en ese momento y hasta 1930, un lugar cedido al héroe de Bomboná. Una especie de comodato en la que la gente fundía la valoración del gesto patriótico local con una presencia espiritual de Bolívar.”

Los patricios caroreños atrevidamente realizan la colocación del busto del General Pedro León Torres en la Plaza Bolívar de Carora entre 1887 y 1888, años en que, como ya sabemos, prestigio y nombradía del presidente Antonio Guzmán Blanco fue colocado en entredicho, reprobación y se produce su exilio en París. Aprovecharon tan precisa y oportuna ocasión para colocar el busto del Héroe de las batallas de San Félix Bomboná en la Plaza Bolívar, lo cual nos revela que son los patricios caroreños los constructores del imaginario simbólico patriótico en esta remota y antigua ciudad del semiárido venezolano. Y tal audacia fue posible gracias a que esa Venezuela era un país desconyuntado y desarticulado, un País Archipiélago, como acertadamente lo ha llamado Elías Pino Iturrieta, y que ello hizo posible que lo del busto del General Torres colocado intrépidamente en la Plaza Bolívar se conociese tardíamente en la capital de la República en momentos muy turbulentos, cuando caía defenestrado el Ilustre Americano, General Antonio Guzmán Blanco. Era, a su vez, una forma de reclamo más o menos velado de que los restos mortales del General Pedro León Torres no habían sido traídos a Venezuela en aquellos ya lejanos años.

Es de hacer notar que esta antigua plaza de la cuadrícula colonial de Carora ha sido lugar generador de un potente imaginario colectivo que nos alcanza en el tercer milenio, cuando allí fueron sumariamente pasados por las armas, en 1736, unos contrabandistas apellidados Hernández Pavón, trágico acontecimiento que da lugar a la muy conocida Leyenda del Diablo de Carora, tradición recogida por Agustín Oropeza en 1919 que le da firme identidad a los caroreños. Y en el siglo XIX, para ser más precisos, en cuatro de abril, Jueves Santo de 1890, fue al pie del busto del General Pedro León Torres ¡colocado en la Plaza Bolívar de Carora!, donde nacerá el Colegio La Esperanza o Federal Carora unos pocos días después, el 1° de mayo, cuando un grupo de notables del patriciado le comunican la idea al joven abogado Doctor Ramón Pompilio Oropeza para que dirigiese tal plantel educacionista, conocido en el presente como Liceo Egidio Montesinos.

Para finalizar esta breve crónica, debemos destacar que el otro eminente Héroe de la Independencia Suramericana, el General Jacinto Lara (Carora,1778-Barquisimeto,1859), careció de una plaza conmemorativa en su ciudad natal hasta hace unas pocas décadas, cuando en los años 1960 se construye una plaza en su honor frente al Concejo Municipal, avenida Francisco de Miranda, colocándose allí una estatua de cuerpo completo del Héroe de la Campaña del Sur, quien, a diferencia del General Pedro León Torres, sus restos mortuorios reposan en el Panteón Nacional desde el 24 de julio de 1911, honor que se le ha negado al desgraciado Héroe de San Félix y Bomboná, General de División Pedro León Torres. Pero sería injusto omitir que una placa conmemorativa en honor al General Torres fue colocada en el Panteón Nacional el 16 de agosto de 1889, como afirma Héctor Bencomo Barrios, en tiempos de la presidencia del Dr. Juan Pablo Rojas Paúl, quien había decretado la fundación de la Academia Nacional de la Historia un año antes, en 1888.

Luis Eduardo Cortés Riera
Venezolano, nacido en Cubiro, Estado Lara. Doctor en Historia por la Universidad Santa María de Caracas, 2003. Docente del Doctorado en Cultura Latinoamericana y Caribeña, Universidad Pedagógica Experimental Libertador, Barquisimeto. Cronista Oficial de Municipio Torres, Carora. Miembro de la Fundación Buría. Ganador de la Segunda Bienal Nacional de Literatura Antonio Crespo Meléndez, 2014, con el ensayo: Rafael Domingo Silva Uzcátegui, más allá de la Enciclopedia Larense, Psiquiatría y literatura modernista. Colaborador de las revistas literarias: Archipiélago, de México; Letralia; Carohana; Mayéutica, CISCUVE; Columnista del diario El Impulso de Barquisimeto. Autor: Del Colegio La Esperanza al Colegio Federal Carora, 1890-1937, La gallarda serpentina de El Negro Tino Carrasco; Ocho pecados capitales del historiador; Enciclopedia Temática del Estado Lara; Iglesia Católica, cofradías y mentalidad religiosa en Carora.