Pudiera ser atrevido tratar de buscar puntos de coincidencia entre el héroe de la patria norteamericana General George Washington con el venezolano Manuel Antonio Carreño, pero es que en efecto ambos escribieron “Reglas de Urbanidad”.
En el caso del General George Washington ya lo reseñamos en el artículo titulado “Reglas De Civismo Y Conducta Decente En Compañía Y Conversación”, ver el artículo en este enlace: https://aldeaeducativamagazine.com/reglas-de-civismo-y-conducta-decente-en-compania-y-conversacion-de-george-washington/.
En el caso del Sr Carreño, debemos comenzar por destacar que los nacidos en Venezuela les ha sido común escuchar de sus padres “te voy a regalar el Manual de Carreño” sino tienes una buena conducta, no tienes buenas maneras en la mesa o si has cometido algún acto de mala educación.
Y es que el venezolano Manuel Antonio Carreño escribió en 1853 un libro que el llamó “Manual de Urbanidad y Buenas Maneras”, en el cual recogió numerosos principios de educación y de buen comportamiento que fue muy divulgado en ese país y en el mundo.
El Sr. Carreño fue una persona de amplia cultura, quien ocupó importantes cargos en Venezuela, tales como Ministro de Relaciones Exteriores y Ministro de Hacienda. Fue un reconocido pedagogo, tradujo diversos libros a otros idiomas y vivió muchos años en el extranjero, hasta su fallecimiento.
Se le conoce también por haber sido el padre de Teresa Carreño, destacada pianista venezolana, cuya obra debe ser objeto de una reseña especial.
Su libro de casi 300 páginas recopiló numerosas normas de diversa índole que han sido reconocidas mundialmente, y las cuales clasificó bajo distintas categorías. Cada una de ellas, a su vez, tiene numerosas reglas, con separaciones de acuerdo con distintas situaciones. Su obra tuvo varias reimpresiones.
Cada categoría comienza con ciertos principios algunas de las cuales recogemos a continuación:
- Los deberes con Dios.
“Basta dirigir una mirada al firmamento, o a cualquiera de las maravillas de la creación y contemplar instante los infinitos bienes y comodidades que ofrece la tierra, para concebir desde luego la sabiduría y grandeza de Dios, y todo lo que debemos amor, a su bondad y a su misericordia.”
- Los deberes con los padres.
“Los autores de nuestros días, los que recogieron y enjugaron nuestras primeras lágrimas, los que sobrellevaron. las miserias e incomodidades de nuestra infancia, los que consagraron todos sus desvelos a la difícil tarea de nuestra educación y a labrar nuestra felicidad, son para nosotros los seres más privilegiados y venerables que existen sobre la tierra. “
- Los deberes con la Patria.
“Nuestra patria, generalmente hablando, es toda aquella extensión de territorio gobernada por las mismas leyes que rigen en el lugar en que hemos nacido, donde formamos con nuestros conciudadanos una gran sociedad de intereses y sentimientos nacionales.”
- Los deberes para con nuestros semejantes.
No podríamos llenar cumplidamente el suprema deber de amar a Dios, sin amar también a los demás hombres, que son como nosotros criaturas suyas, descendientes de unos mismos padres y redimidos todos en una misma cruz; y este amor sublime, que toma el divino sentimiento de la caridad cristiana, es el fundamento de todos los deberes que tenemos para con nuestros semejantes, así como es la base de las más eminentes virtudes sociales. L
- Los deberes para con nosotros mismos.
Si hemos nacido para amar y adorar a Dios, y para aspirar a más altos destinos que los que nos ofrece esta vida precaria y calamitosa: si obedeciendo los impulsos que recibimos de aquel Ser infinitamente sabio, origen primitivo de todos los grandes sentimientos, nos debemos también a nuestros semejantes y en especial a nuestros padres, a nuestra familia y a nuestra patria; y si tan graves e imprescindibles son las funciones que nuestro corazón y nuestro espíritu tienen que ejercer para corresponder dignamente a las miras del Creador, es una consecuencia necesaria y evidente que nos encontramos constituidos en el deber de instruirnos, de conservarnos y de moderar nuestras pasiones. La importancia de estos deberes está implícitamente reconocida en el
- El aseo (Personal y áreas como la habitación y hacia los demás)
El aseo es una gran base de estimación social, porque comunica a todo nuestro exterior un atractivo irresistible, y porque anuncia en nosotros una multitud de buenas cualidades de que la pulcritud es un signo casi siempre infalible.
- Acerca cómo debemos conducirnos dentro y fuera de la casa.
Así como el método es necesario a nuestro espíritu, para disponer las ideas, los juicios y los razonamientos, de la misma manera nos es indispensable para arreglar todos los actos de la vida social, de modo que en ellos haya orden y exactitud, que podamos aprovechar el tiempo, y que no nos hagamos molestos a los demás con las continuas faltas e informalidades que ofrece la conducta del hombre desordenado. Y como nuestros hábitos en sociedad no serán otros que los que contraigamos en el seno de la vida doméstica, que es el teatro de todos nuestros ensayos, imposible será que consigamos llegar a ser metódicos y exactos, si no cuidamos de poner
- El modo de conducirnos en sociedad.
La conversación es el alma y el alimento de toda sociedad, por cuanto sin ella careceríamos del medio más pronto y eficaz de transmitir nuestras ideas, y de hacer más agradable y útil el trato con nuestros semejantes. Pero pensemos que ella puede conducirnos a cada paso a situaciones difíciles y deslucidas, cuando no esté presidida por la dignidad y la discreción, y que no basta el deseo y la facilidad de comunicar nuestros pensamientos, para hacerlo de manera que nos atraigamos el aprecio y la consideración de las personas que nos oyen.
Para aquellos que deseen conocer su obra completa les anexamos un enlace en el cual pueden leerla: