Por  María Dolores Ara
La herencia hispana volcada en el idioma nos hace herederos de una visión del mundo profunda y vasta. Tantas palabras, tantas posibilidades de atrapar el mundo, darle la vuelta y explicarlo desde apenas 29 símbolos merecen un homenaje de parte de todos los que nos servimos de él para relacionarnos con la vida.

Así comienza un hermoso texto del poeta chileno Pablo Neruda, donde se rinde homenaje al legado más importante que nos dejó España: el idioma.

La lengua de cada comunidad es su carta de presentación. Pensamos en palabras, y según las características de cada idioma , se conforma el alma del pueblo que lo habla.

El español es un idioma rico, enorme, poderoso. Posee un vocabulario extensísimo con una gran cantidad de palabras para significar el mismo objeto, la misma idea, pero no exactamente la misma: la variedad de matices nos ofrece una gama de posibilidades de significación sorprendentes. Eso nos lleva a nombrar la realidad contemplando su multiplicidad: el español abarca lo posible y también lo imposible. Todo puede ser dicho de una forma…y de otra. Es un idioma generoso y complejo.

Se ha dicho que el español es uno de los idiomas más difíciles de aprender. Tenemos suerte en que sea nuestra lengua materna, porque así no tenemos que sufrir tanto al acercarnos al conocimiento de sus complicadas normas ortográficas y gramaticales. Su dificultad principal estriba en que tiene tantas reglas como excepciones. Por lo tanto no es un idioma rígido, mecánico, encasillado por la ley de la corrección. Es un idioma pícaro, que hace giros imprevistos, a veces difíciles de explicar. ¿Por qué la terminación en o / a es la norma para distinguir el género masculino / femenino, pero yerno / nuera son palabras distintas, o a veces el género lo marca el artículo como en la / el testigo? Porque la realidad tiene todas las formas y el idioma español ambiciona atrapar la totalidad y encerrarla en palabras que se mueven constantemente para servir de vehículo al mundo que vive dentro de ellas.

Es un idioma generoso que acepta hospitalario la convivencia de otras lenguas en su seno. Los galicismos y anglicismos, principalmente, han nutrido al español desde hace mucho y ya son palabras hermanas, mestizas, hijas de la apertura hacia otros mundos, otras tierras y otros hombres. E igualmente, el español formal ha aceptado de buen grado e incluido en sus diccionarios palabras autóctonas del continente americano que ocupan lugar similar al lado de las palabras de origen peninsular. ¡Quién hubiera pensado que “chévere” formaría parte del idioma oficial, del idioma “serio” que aparece registrado por la Academia en sus anales!

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La herencia hispana volcada en el idioma nos hace herederos de una visión del mundo profunda y vasta. Tantas palabras, tantas posibilidades de atrapar el mundo, darle la vuelta y explicarlo desde apenas 29 símbolos merecen un homenaje de parte de todos los que nos servimos de él para relacionarnos con la vida.

Celebrar el Día de la Hispanidad, incluye fundamentalmente, recordar el vínculo lingüístico que nos hermana con millones de hispanohablantes que habitan todos los rincones del mundo. Más que para recordar esta fraternidad idiomática , debe servir esta fecha para comprometernos con la defensa de nuestra lengua, que se traduce en conocerla mejor, manejarla con pulcritud y acierto, aumentar nuestra capacidad expresiva ; y sobre todo , honrar el patrimonio cultural que ella supone. En pocas palabras, amar nuestro idioma, sentirnos orgullosos de él y demostrarlo al hablarlo y escribirlo con conocimiento de causa y propiedad.

El tamaño del mundo de un hombre es del tamaño de su vocabulario. Escribir y hablar bien, es pensar bien. Dominar nuestro idioma supone conocer el mundo que nos rodea y conocernos a nosotros mismos. Un lenguaje reducido en sus posibilidades de expresión corresponde a un mínimo dominio de la realidad. La realidad del mundo que España fundó hace más de 500 años merece ser recordada cuidando lo más representativo y funcional de su legado: el idioma español como vehículo del espíritu de los pueblos que se unen para honrarlo.