Ensayo y foto cortesía de Dr. Luis Eduardo Cortes Riera, cronistadecarora@gmail.com

Poca atención se le ha prestado a la presencia de los frailes capuchinos españoles en Centroccidente de Venezuela, religiosos de la orden de los franciscanos españoles que jugaron un papel de primer orden en la evangelización y en la estabilización poblacional en los siglos XVII y XVIII en lo que hoy es el Estado Lara. Destacan, sin embargo, los trabajos del padre Buenaventura Carrocera OFM, Misión de los capuchinos en los Llanos de Caracas, (1972) y más recientemente Reinaldo Rojas en 1995, donde nos advierte en su Historia social de la Región Barquisimeto en el tiempo histórico colonial, 1530-1810, de “las confusiones que ha generado el tema de los capuchinos en la crónica regional” (pp.115) Rojas nos aclara que “Desde la perspectiva de 1780, estas son las tres vicarías donde tuvieron participación de primer orden los capuchinos, como factores de fundación y organización del poblamiento regional:  Barquisimeto, Araure, San Felipe, aunque también debe señalarse una corta incursión en la vicaría de Carora entre 1692 y 1693, según señala el padre Carrocera”. (pp. 129.)

Rojas se refiere al intenso proceso de evangelización y cristalización del poblamiento hispánico en la Región Barquisimeto, que incluye a los actuales estados Lara, Portuguesa y Yaracuy, llevada a cabo por los misioneros capuchinos. Estos religiosos sevillanos y catalanes realizaron “un hito un fundamental en la historia regional”, dice Rojas, sobre un buen número de poblados indígenas que fueron fundados a principios del siglo XVII por el capitán Francisco de la Hoz Berrío. La obra más significativa de este funcionario ocurrirá en las jurisdicciones de Barquisimeto, Carora y El Tocuyo, en lo que a fines del siglo XX llamará Reinaldo Rojas Región Barquisimeto, unos 14 pueblos de doctrina de indios: San Miguel Arcángel de Acarigua, Chabasquén, Aguada Grande, San José de Siquisique, Curarigua de Leal, Nirgua, San Miguel de Cubiro, Nuestra Señora de Altagracia de Quíbor, San Francisco de la Otra Banda, organiza la explotación de las minas cupríferas de San Jerónimo del Valle de Cocorote, Santa Ana de Sanare, Santa Cruz de Guarico, San Juan Bautista de Urachiche, San Felipe de Barbacoas, San Juan Bautista del Valle de Duaca, Santa Catalina de Cuara, Nuestra Señora del Rosario de Humocaro Bajo, San Antonio de los Naranjos de Humocaro Alto, San José de Guama, Santo Tomás de la Calera, San Antonio de Berrio, en honor a su padre, Santa Rosa del Cerrito. Posteriormente serán los frailes capuchinos los responsables de la evangelización y organización de los pueblos fundados por de la Hoz Berrío, afirma Reinaldo Rojas, (pp. 115.)

A estos poblados mencionados debemos agregar otros dos que son centro de nuestro interés: la Virgen de la Chiquinquirá de Aregue y Santiago Apóstol de Río Tocuyo, pueblos de indios cercanos a la ciudad de blancos de Carora y donde los capuchinos estuvieron brevemente, pero que no son sus fundadores como equivocadamente se afirma. Ambrosio Perera dice que “carecemos de toda noticia al respecto, sinceramente creemos que (los capuchinos) no llegaron a encargarse de dichos curatos y que el asunto no pasó, por consiguiente, del terreno de los proyectos y disposiciones (Historia de la organización de pueblos antiguos de Venezuela, T. III, pp. 257-258, citado por Rojas, Ibid, Pp. 130. Se trata el primero de ellos de Aregue, un pueblo de indios “ladinos” de las etnias ayamanes, ajaguas y jirajaras, ubicado a unos 10 kilómetros al noroeste de la ciudad de blancos de San Juan Bautista del Portillo de Carora, a orillas del río Morere y que hogaño es el centro espiritual del Municipio Torres por su masiva devoción a una deidad femenina americana, la Virgen del Rosario de la Chiquinquirá, fervor venido de Tunja, Reino de Nueva Granada y en donde los frailes capuchinos jugaron un papel esencial en el aparecimiento y consolidación y fervor de la virgen india en Tunja, al norte de Bogotá.

Esta devoción femenina viaja de norte a sur, desde el sitio de Tranquero o Tequere, donde don Fernando de Villegas funda una encomienda de indios: Doctrina de Nuestra Señora de Chiquinquirá, que es mencionada por el Hermano Nectáreo María en Venezuela mariana, (1935) hasta asentarse en el pueblo de indios de Aregue en 1710, donde recibe cobijo humano y deja su peregrinar. Tal dirección se debe a que desde la costa del Caribe hasta adentrarse en el continente existían las rutas de la sal que siguió en 1534 el capitán Nicolás Federmann y la que hogaño aún es la estela dejada por la devoción de la virgen morena y aindiada de la virgen de Chiquinquirá en el vecino Estado Falcón, entidad federal donde se recluta la mayoría de fieles que vienen hasta Aregue para asistir a las multitudinarias fiestas en obsequio a la virgen india, que coincide con la segunda temporada de lluvias en el semiárido larense venezolano, en octubre de cada año.

Esta extraordinaria festividad religiosa, barroca y americana alentada por el Concilio de Trento (1543-1569) y de inicial inspiración capuchina neogranadina, ocurre desde 1740, cuando un rico comerciante vinculado a la Compañía Guipuzcoana, don Cristóbal de la Barreda, salva su vida en un naufragio y una vez a salvo en las playas del Estado Falcón, ve la imagen deslumbrante de una dama a quien atribuye su milagrosa salvación. Al llegar a Carora el sacerdote José Ignacio de Hoces le indica dónde puede estar aquella preciosa mujer, le conduce al pueblo de Aregue. Allí reconoce don Cristóbal a su salvadora, y de seguido ordena que con sus bienes se construya una iglesia en su obsequio, que es joya de la arquitectura colonial venezolana. Muy sorprendente resulta que en sus bóvedas se hayan pintado, a mediados del siglo XX, los conocidos “angelitos negros”, inspiración devenida del poeta Andrés Eloy Blanco y que plasma allí el maestro pintor José Requena.

En ese templo se encuentra el barroco lienzo sagrado de la Virgen del Rosario de la Chiquinquirá de Aregue y que bien pudo haber sido pintado por un maestro indígena de la escuela pictórica de El Tocuyo. El modelo de mujer es decididamente americano, pues su rostro es ovalado y su piel bastante morena, alejada de los modelos grecolatinos europeos. Pero lo más asombroso será que el Niño Jesús en sus brazos tiene posada en su mano derecha un ave emblemática y endémica del semiárido venezolano, el cardenalito (cardoelis cucullata). El lienzo es como una identidad niña, una prefiguración de lo nacional venezolano que hará eclosión a principios del siglo XIX, después de los sucesos del 19 de abril de 1810. Es la virgen de Chiquinquirá devoción que une a dos naciones hermanas, Colombia y Venezuela, países donde las migraciones en ambos sentidos se han acentuado en los días que corren. La virgen india y americana es un importantísimo factor de unidad y de encuentros entre estas dos naciones suramericanas condenadas por la geografía y la historia a vivir juntas.

A principios de octubre de cada año se ha organizado recientemente una caminata, la Marcha de la Fe, desde Carora hasta Aregue, en obsequio de la virgen india, y que se ha hecho multitudinaria cada vez más desde que se inicia en 2003. El lienzo de la virgen recorre las distintas parroquias de Carora entre agosto y septiembre. Los festejos a la virgen terminan en octubre con una significativa “Misa de los Indios” que se escenifica con esplendor en la basílica aregueña, un evento sincrético y mestizo que habría deslumbrado a Alejo Carpentier y Arturo Uslar Pietri.

Los pobladores del Estado Zulia quedan sorprendidos cuando se les indica que la Chiquinquirá de Aregue es devoción anterior a la de Maracaibo del mismo nombre, que, como sabemos, aparece en una tablilla flotando en el Lago en 1709. Aregue es una comunidad que se nuclea social, cultural y afectivamente alrededor de la devoción mariana de la Virgen del Rosario de la Chiquinquirá, una creación neogranadina alentada por los frailes capuchinos en Colombia.

Apenas es necesario decir que la multitudinaria devoción mariana a la Divina Pastora de Santa Rosa del Cerrito y Barquisimeto fue inspirada por los frailes capuchinos sevillanos, que la presencia de los franciscanos en Carora contribuye a que se gestaran dos potentes imaginarios colectivos del semiárido larense: la Leyenda del Diablo de Carora en 1736, y la famosa Maldición del Fraile en 1859. Nuevas investigaciones vendrán y será mucho lo que habrá de descubrirse de estos civilizadores religiosos españoles, multiplicadores del fervor mariano como centro emotivo de la fuerte y reconocible identidad larense.

Tales imaginarios colectivos serán parte principalísima de lo que hemos llamado “genio de los pueblos del semiárido larense venezolano”, categoría de análisis en construcción que pretende explicar y comprender a esta pequeña porción del territorio venezolano, que se distingue por su geografía del secano, población mestiza étnica y culturalmente, fuerte arraigo al solar nativo, intenso fervor mariano, y que se manifiesta principalmente en su deslumbrante cultura musical y la expresión literaria de primer orden en el contexto de la nación venezolana.

(*) Ponencia presentada por Luis Eduardo Cortés Riera, Doctorado en Cultura Latinoamericana y Caribeña, UPEL, Barquisimeto, Cronista del Municipio Torres, Carora, en la Universidad Católica Andrés Bello. Congreso Internacional de Historia Misionera. Los capuchinos en Venezuela ayer y hoy. Caracas, 4 y 5 de junio de 2025.

Carora, Estado Lara, República Bolivariana de Venezuela,

Sábado 31 de mayo de 2025.

Luis Eduardo Cortés Riera
Venezolano, nacido en Cubiro, Estado Lara. Doctor en Historia por la Universidad Santa María de Caracas, 2003. Docente del Doctorado en Cultura Latinoamericana y Caribeña, Universidad Pedagógica Experimental Libertador, Barquisimeto. Cronista Oficial de Municipio Torres, Carora. Miembro de la Fundación Buría. Ganador de la Segunda Bienal Nacional de Literatura Antonio Crespo Meléndez, 2014, con el ensayo: Rafael Domingo Silva Uzcátegui, más allá de la Enciclopedia Larense, Psiquiatría y literatura modernista. Colaborador de las revistas literarias: Archipiélago, de México; Letralia; Carohana; Mayéutica, CISCUVE; Columnista del diario El Impulso de Barquisimeto. Autor: Del Colegio La Esperanza al Colegio Federal Carora, 1890-1937, La gallarda serpentina de El Negro Tino Carrasco; Ocho pecados capitales del historiador; Enciclopedia Temática del Estado Lara; Iglesia Católica, cofradías y mentalidad religiosa en Carora.