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CANTAURIAS A LA CRUZ DE MAYO Y OTRAS DEVOCIONES

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Por Nelson Ures Villegas.

Juan Catarí y Trino Rivas son dos devotos a San Antonio de Padua, plenos de orgullo y gallardos representantes de una milenaria vocación de juglares. Sus cantaurias desgranan en las noches de mayo y junio historias biblicas y andanzas mundanas que forman parte de lo divino y lo terrenal.

Las décimas, tonos y fugas estremecen, en el murmullo de las cuerdas, las noches que son para andar despiertos, lavando el alma con rocío de estrellas y pagando promesas para que el milagro no sea una utopía, sino la cura verdadera a las amarguras de la vida.
Canto profundo, mítico, espiral de tonos entretejiendo alabanzas y misterios. De ese mundo son Catarí y Trino, quienes en este día abren esa puerta hacia la infinitud del tiempo con la humilde palabra de quienes se han hecho poetas por convicción, por arte de vivir.

Si le preguntamos desde cuándo nació en ellos ese esmero amoroso y leal a las cantaurias de décimas, no nos refieren fechas especificas, sino episodios de la vida que llevan en su recuerdo como un trofeo a la identidad: “lo aprendí de mi taita-dice Catarí-nosotros nacimos en la hacienda El Limoncito, que quedaba por allá en Titicare, pasando el río Turbio. Tendría yo como doce años y mi taita me llevaba con él a las cantaurias, él se llamaba José de la Luz y nació en 1907, era peón de hacienda y cantaba velorios a San Antonio, yo vivía todo eso; los cantos, las salves, el altar adornado con velas y flores, el incienso, el amanecer cuando reventaba el tamunangue…esas cosas van llenándolo a uno.

Catarí, ha sido y es un profuso compositor de décimas, vive actualmente el  Barrio  Garabatal, al suroeste de Barquisimeto, padre de nuestro insigne boxeador olímpico Omar Catarí.* Tiene atesorada en una humilde bolsa de plástico, unos cuantos cuadernos donde ha escrito infinidad de versos  con su propia letra de hermosa caligrafía en la que se anidan palabras, tal como le suenan y las ha oído “mentà”. Así nos muestra sus decimas y cuartetos a San Antonio, a San Rafael, a la Virgen María, al Pesebre, a los ángeles, a la Cruz de Mayo.

Trino es un recopilador metódico de esa poesía, tanto la de Catarí, como la de otros trovadores, unos muertos y otros aun vivos, además es un excelente cantor, con una privilegiada garganta, la cual según sus palabras “se va componiendo con el rasgar de las cuerdas, a medida que avanza la noche y con tres lamparazos de cucuy se pone afinaita, por ahí como a las dos de la madrugada”

Una décima tiene diez palabras-dice Catarí- y tiene su fuga que es un cuarteto que se va combinando y se va cantando de acuerdo al tono.
Con sus manos rebusca en el cuaderno alguna de las décimas que ha compuesto y nos recita una de ellas:

“Frente a un templo se encontraron
San Antonio y Lucifer
discutieron a poder
sobre los moros porfiados
mi Dios me dejó encargado
que Antonio los Perdonara
y que siempre los llevara
al santo templo de Israel.
Se convenció Lucifer
yo con Dios no quiero nada

Con Dios lo que Dios quisiera
hágase su voluntad
y venga lo que viniera
San Antonio siguió andando
lo acompañaba el Señor
llévate pues el tambor
para irlo repicando
así vamos predicando
la palabra verdadera
y se alejaban las fieras

Así el infierno tembló
y al demonio se le oyó
con Dios lo que Dios quisiera
San Antonio sacrosanto
profesor de ideología
el firmó que defendía
la grandeza de su manto
y se convirtió en un santo
pa’ toda la humanidad
con su santa majestad”

Luego de escuchar esos versos, le cuento a Catarí y a Trino que estuve en un velorio que le cantaron a la Cruz de mayo, y ambos aprovechan para exponer su sapiencia en la materia.
-Antes se cantaba la salve-dice Catarí-había una cruz en el patio y pa’ principia el velorio, se le cantaba a la cruz y luego en el altar se hacían las salves, dependiendo de cuantas había ofrecido el dueño de la promesa. La cantauría, los tonos y las décimas dependían a qué santo se le tenía que cantar. Si era a la Cruz, pues se cantaban versos con esos motivos.

Para continuar el recorrido por el memorial vibrante de estos artesanos de la palabra, les pregunto:

¿Cuáles son los cantores que les han acompañado en esta tradición?
Catarí pone de manifiesto su emoción al recordar a sus amigos:
-¡Esa es una dicha cantar en esos velorios! ¡Dígame cuando nos juntamos cantores de los buenos! Para mencionar a algunos como el amigo Trino Rivas, aquí presente, a Teodoro Sandoval quien es de Rio Claro, a Luis Rodríguez, Pablo Pérez, a Castillo que tiene una buena garganta, a Herenio Lucena. Mire, cuando vamos llegando nosotros a esos velorios la gente dice: ¡A buena trabuca! y nosotros orgullosos.

Mi imaginación vuela hacia esas noches cuando estos recios y devotos hombres elevan sus versos junto al rasgar de cuerdas para proclamar, en sus coros, pasajes bíblicos, la vida de los santos, la pureza de los ángeles,  y la gracia de este pueblo grande y bueno.

Me despido de Trino y al amigo Catarí le agradezco el haberme recibido en su sombrío patio, donde seguramente muchos velorios se habrán predicado. Aquí también aprendí que la humildad no se nombre  en la casa del humilde; ésta se ejerce en los pequeños hechos que hacen grande al hombre, y Juan Catarí es de una dimensión que merece la medalla olímpica de la cultura.

* El Maestro Catarí falleció hace ya algunos años, he conversado con uno de sus hijos sobre la posibilidad de rescatar los cuadernos en los que èl escribió algunas de sus décimas. Espero que así sea.

Barquisimeto, Venezuela.

Foto cortesía del autor

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